28 de diciembre de 2020

UN MEJOR 2021

 

El año pasado por estos días deseábamos a nuestros familiares y amigos  un feliz y venturoso 2020, ajenos a la tragedia que nos esperaba. Celebrábamos que ya teníamos un nuevo Gobierno estable, después de tanto tiempo de incertidumbre y pusimos nuestras esperanzas en los cambios que prometían para hacer nuestra sociedad más igual, más justa, tal y como figuraba en el pacto de Gobierno que se había firmado. Pero nadie, absolutamente nadie, sospechó lo que nos esperaba, una pandemia como no habíamos conocido antes, que cambió radicalmente nuestras vidas. Hemos conocido tragedias de todo tipo y al mismo tiempo ejemplos heroicos, una sociedad acobardada y una minoría irresponsable que nos ponía en riesgo a los demás. La economía se paró en seco porque la salud era y es lo primero. Ha sido el peor año de nuestra vida.

A pesar de todo el Gobierno ha llevado adelante su programa, con respeto e importantes cambios, al mismo tiempo que combatía la pandemia. No habíamos visto nunca la ferocidad de la oposición de derechas contra las medidas que se tomaban, con una crítica implacable, con insultos y descalificaciones nunca oídas en el Congreso, jaleadas por la caverna mediática. Lo han hecho cuando era el momento de echar una mano en paliar los destrozos que provocaba el virus, un mal que paralizaba el mundo. De hecho han llegado a llamar asesino al Gobierno.

Estos días estamos repitiendo los buenos deseos para 2021. Con la vacuna en marcha, el oro de Bruselas que viene y sin Donald Trump, seguro que será mejor que el 2020. Yo  es lo que les deseo a  ustedes.

  

Columna de opinión en la Cadena SER.

 

17 de diciembre de 2020

LA DESAPARICIÓN DE LOS CINES

 

La industria del cine ha experimentado varios cambios sustanciales en su devenir histórico. En los principios de su existencia surgieron las grandes empresas en Hollywood, un lugar soleado de California  ideal para rodar películas. Allí nacieron MGM, Columbia, Paramount, Fox, Universal, Warner, United Artist  y R.K.O., las llamadas Majors, controlaban no solo la producción de películas sino también la distribución y las salas de exhibición, el negocio completo. Tuvo que intervenir la Administración estadounidense y les aplicó la Ley Antimonopolio, lo que les obligó a renunciar a las salas de proyección. Al mismo tiempo se entabló una lucha feroz entre ellas por acaparar los actores y actrices que habían alcanzado la fama y ficharlas con contratos en exclusiva.

La aparición en escena de la televisión hizo que se modificara el negocio y se tuviera en cuenta la nueva ventana de entretenimiento para diseñar sus estrategias de exhibición. Al mismo tiempo en los años sesenta aparecieron nuevos protagonistas que compraron las grandes compañías con unas intenciones diferentes. La mayoría optaron por unirse a cadenas de televisión, caso de Paramount con CBS, la segunda cadena más importante de EE.UU. Lo mismo hizo Universal con la cadena de radio y televisión NBC. La transformación también afectó a Columbia que fue comprada por Metro Goldwin Meyer, ambas devoradas después por la empresa japonesa SONY. Y apareció en escena como protagonista indiscutible Disney que compró Fox y creó su propia cadena de televisión. Todos estos cambios afectaron al sistema de producción de los grandes estudios. El star system desapareció y aparecieron productoras independientes, algunas de ellas en manos de afamados directores como Francis Ford Coppola y George Lucas que fundan Zoetrope;  Steven Spielberg que crea Amblin Entertainment y posteriormente DremWorks, o Clint Eastwood que en los años sesenta ya había fundado su propia compañía, Malpaso Productions que colaboraba con Warner. Las salas de exhibición también sufrieron un cambio importante, surgieron empresas que se fueron apropiando de las salas y se crearon grandes cadenas para hacer frente a las exigencias que les hacían las productoras y distribuidoras. Los exhibidores independientes fueron languideciendo, algunos refugiados en películas de arte y ensayo, hasta desaparecer.

Esta apretadísima síntesis de más de 100 años de vida de la industria del cine, por supuesto norteamericano que es quién marca la pauta a seguir, tiene como objetivo situar en estos momentos la irrupción de otra importante revolución, la desaparición de las salas de exhibición, aniquiladas por las plataformas de televisión.

Warner Bros, comprada por el gigante de las telecomunicaciones AT&T, ha anunciado que a partir del próximo año todas sus películas las estrenará en la plataforma de su propiedad HBO Max, sin pasar por las salas de cine (HBO Max se podrá ver en España el próximo año).  Ya en 1927 Warner revolucionó el cine con la proyección de la película El cantor de jazz, primera película sonora de la historia. Ahora vuelve a introducir una innovación revolucionaria que ha agitado las aguas de la industria cinematográfica. No ha sido la única productora que innova, ya lo ha hecho Disney estrenando Mulan, en su plataforma antes que en las salas de proyección y vendiéndola a otras plataformas como Rakuten tv. Anuncia que es una excepción debido a la pandemia del  coronavirus que mantiene los cines cerrados o con escaso aforo. Eso han dicho.

 Hasta ahora las plataformas exhiben  películas ya estrenadas con antelación en cines, una condición que ponen las productoras, pero eso está cambiando rápidamente. El negocio está ahora en las proyecciones en streaming  de televisión, porque han hecho las cuentas y se ahorran: las copias de las películas, que aunque ahora sean digitales cuestan un dinero, hablamos de miles de copias; el porcentaje que cobran los distribuidores y exhibidores, más los gastos en promoción y publicidad, entre otros. Todo esto se lo ahorran  utilizando una plataforma de televisión o creando una propia y lo están haciendo a toda prisa.

El fenómeno NETFLIX supone un caso aparte, aunque el resultado sea el mismo, saltarse a las salas de cine. Esta plataforma de streaming se ha olvidado de las productoras tradicionales y ha pasado a producir directamente gran cantidad de películas y series que conforman su  amplio catálogo. La inmensa mayoría son de escasa calidad dirigidas al consumo de un público poco exigente con el único objeto de pasar el rato. Hasta ahora el entretenimiento era la base de sus producciones, diversificándolas entre los diversos países en lo que está presente, pero  recientemente ha dirigido su política a realizar algunos encargos a directores de relieve para producir películas de calidad. En 2018 lo hizo con Alfonso Cuarón que realizó Roma, con la que consiguió tres Oscar, dos Globos de oro y el León de Oro del festival de Venecia. Pero para que fuese admitida en los Oscar, la Academia de Cine exigió que fuese proyectada  en salas, exigencia que cumplió aunque lo hizo en muy pocos cines y durante escasos  días, al mismo tiempo que la exhibía en su plataforma, su negocio no está en la taquilla sino en captar abonados (más de 183 millones de suscriptores en todo el mundo). Es de agradecer a la vieja Academia de Hollywood que mantenga esa exigencia, aunque presumiblemente a ese requisito le quede poco tiempo. A Martin Scorsese le hizo en encargo de El Irlandés una película de la mafia con un reparto impresionante encabezado por Robert de Niro y Al Pacino, que fue estrenada directamente en streaming. Este año ha presentado otra gran producción, Mank, dirigida por otro grande, David Fincher, sobre aspectos biográficos de Herman Mankiewicz, el guionista de Ciudadano Kane. Estos estrenos  presentan un aspecto nuevo en la industria del cine, plataformas de streaming convertidas en productoras  y exhibidoras, todo a la vez. Ahí es dónde está el negocio ahora, adiós a las distribuidoras y a las salas de cine. ¿Cómo se puede competir con la realidad de ver buenos estrenos de películas sentado en tu butaca por un costo mucho menor que una entrada de cine?

El camino emprendido por Warner-HBO, Disney y Netflix ha cambiado el concepto que teníamos del cine, quedar con amigos para salir un fin de semana a ver una película y hacerlo como un acto social, después tomar una copa y charlar sobre lo que habíamos visto. Eso está en vías de desaparición. Solo nos queda comprarnos un televisor con una pantalla más grande y hacernos las palomitas. Es el futuro.

 

7 de diciembre de 2020

UN VIEJO Y PELIGROSO VIRUS

 

El virus que este año nos ha atacado provocando cerca de cincuenta mil muertos hasta ahora, ha cambiado totalmente nuestras relaciones familiares y sociales, nuestra economía, nuestras costumbres, en definitiva nuestra vida. Ha despertado en la mayoría de nosotros el miedo al contagio (siempre hay para nuestra desgracia negacionistas más listos que nadie), miedo a infectar a nuestros allegados o al revés y lo peor, a perder nuestra vida. Esto nos ha hecho reservados y desconfiados, actitudes que produce el miedo.

Esta situación me ha recordado mi infancia en la que también imperaba el miedo, pero era de otra manera. Teníamos que ser también reservados y desconfiados. Las familias cerraban las puertas y ventanas cuando comentaban algunos hechos o circunstancias, porque si se enteraban quiénes no debían se corría un grave peligro. Así era el virus del franquismo, liberticida, cruel y en demasiadas ocasiones, mortal, mucho más mortal que el covid 19. Nada más que en las fosas comunes de Córdoba hay enterrados más de cuatro mil fusilados. Entonces se limitaba la libertad de expresión, comunicación y enseñanza, para “preservarnos” de las malas influencias marxistas o liberales, daba igual, porque eran tóxicas. Ahora la limitación de nuestra libertad se refiere a nuestra movilidad y es para salvarnos la vida, cada virus afecta a cosas distintas y tiene un tratamiento diferente.

Con la aprobación de la Constitución se abrió un régimen de libertades y muchos pensamos que era la ansiada vacuna contra el franquismo, que tanto nos había hecho sufrir y tantas vidas se llevó por delante. No nos fiábamos demasiado de su eficacia, aunque aparentemente funcionara. Teníamos demasiadas reservas a los administradores de la justicia y a las salas de banderas, que seguían intactos. La política sí estaba encauzada, salvo pequeños grupos irreductibles como Falange Española o Fuerza Nueva, que el pueblo las hizo desaparecer en las urnas. Según su costumbre se fueron matando: el despacho de abogados de Atocha fue el ejemplo más cruel de su reacción a la vacuna de la democracia. Todavía tuvieron otra reacción el 23 de febrero de 1981, esta vez sin víctimas mortales.

Durante las décadas posteriores nos preguntábamos dónde se había ido el virus, porque lo que es existir, existía,  nos respondíamos que estaban escondidos en el PP. No nos equivocábamos, salieron a la luz en una segunda ola y crearon  VOX. Muchos votantes fueron infectados y el viejo virus consiguió ser la tercera fuerza política del Congreso.

La virulencia de su lenguaje; la negación de la democracia (Gobierno ilegítimo e ilegal); el uso de los términos Patria y Honor que en sus labios son términos vacíos de contenido; el abuso exagerado de la bandera de todos los españoles, como si sólo fuera de ellos; su insinuación de connivencia con el ejército  (no olvidemos a su secretario general Javier Ortega disparando un arma en una instalación militar), son sus síntomas característicos. Indudablemente el virus ha vuelto con fuerza aunque la verdad es que nunca se fue, sólo estuvo escondido esperando la oportunidad de salir a la luz. Lo más grave es que la vacuna que se utilizó en 1978 ahora no sirve, se han inmunizado, es más, la están utilizando para crecer.

El PP también se ha visto afectado por el virus franquista, que al abandonar sus filas le ha provocado un gran estropicio y, lo que es más importante, lo ha sumido en la incertidumbre al quitarle un bastón en el que se apoyaba. Ahora no atina con la estrategia a seguir, aunque apuesta por rivalizar con los infectados  para ver quién es el más auténtico. Vano intento, porque en la época en que el virus estaba escondido los dirigentes populares se decantaron por ser un partido de centro derecha, de lo que hicieron gala y ahora la patente extremista la tiene VOX, que siempre irá por delante marcando la pauta con acciones o manifestaciones más bestias y la sensación que los populares dan ahora es que van del ronzal del que tiran los neofranquistas. El camino elegido por Casado y los suyos sólo alcanza para ser el eco de los portadores del virus. Abandonar el territorio de los no contaminados es un grave error, a no ser que su pretensión sea contaminarnos a todos para volver a las andadas de las trincheras que es lo que VOX quiere. La coincidencia del discurso de ambos líderes en la pasada  conmemoración del día de la Constitución, es la prueba más evidente.

Las últimas manifestaciones y escritos que se han publicado por antiguos miembros de las fuerzas armadas demuestran que estaban ocultos en  el seno del Ejército, como todos sospechábamos, ahora aparecen intentando atemorizar a los demócratas sanos como hacen los zombies de Walking Dead. Amenazan con fusilamientos masivos como hicieron en la primera ola, pero ahora es muy distinto, pertenecemos a la Unión Europea, un ente supranacional del que emanan directrices políticas, económicas y jurídicas de las cuales dependemos. Y pertenecemos a la OTAN, dónde desarrolla una gran actividad nuestro ejército, el de todos los españoles, que ha tenido que aprender idiomas y relacionarse con las fuerzas armadas de otros países. En esos contextos es muy difícil que el virus se desarrolle con facilidad, por más que encuentre otros aliados en el marco europeo.

Limitar la expansión de este viejo virus que propaga el odio, está en nuestras manos. Desgraciadamente no tenemos vacuna pero sí tratamiento. Debemos mantener la distancia social, como con los zombies de la serie de televisión y combatir sus mentiras con argumentos  que convenzan a la sociedad para continuar derrotándolos en las urnas. En segundo lugar, recomendar al Gobierno que continúe con sus políticas sociales y que se expliquen bien a la sociedad, es necesario combatir las mentiras que emplean los portadores del virus como si fuesen verdades. Esto exige un esfuerzo de pedagogía de los miembros del Gobierno. En tercer lugar los demócratas sanos y sus organizaciones sociales, sindicales y ciudadanas tenemos que hacer también públicas manifestaciones de las ventajas que tienen las medidas que toma el Gobierno, al objeto de crear una opinión pública que actúe de freno para que el virus no se convierta en pandemia.    

 ¿Quién dijo que era fácil luchar contra dos virus a la vez? Pero es lo que toca.

 

 

 

 

 

 

 

 

17 de noviembre de 2020

LA IDEOLOGÍA COMO ACUSACIÓN

 

La derecha de este país siempre ha tenido a gala carecer de ideología, es un tic heredado del franquismo donde tener ideología era ser un rojo fusilable. Cuentan una vieja anécdota de Franco, muy difundida y no sé si  cierta, en la que le dice a uno de sus ministros, “Usted hago como yo, no se meta en política”, meterse en política significaba salirse de las directrices marcadas por el régimen. Él no hacía política, fusilaba sin más.

No se puede hacer política sin tener unos objetivos que la definan, fruto de un pensamiento, una filosofía,  una forma de ver la vida,  un concepto del tipo de sociedad a la que se aspira. Es decir, no se puede hacer política sin tener una ideología. Esto, que es lo básico que se  aprende en cualquier centro de enseñanza, el líder del PP, Pablo Casado, no lo conoce, tal vez porque estudió muy deprisa o el día que lo explicaron no estuvo en clase.

Ahora no se puede acusar a alguien de hacer política, como en la dictadura, imposible hacerlo en un sistema  de libertades. Pero la derecha continuista del franquismo, el PP y VOX, la han sustituido por la ideología y la utilizan como insulto para descalificar a la izquierda. Cualquier acción del Gobierno, es descalificada  por los  líderes de las derechas por  ser ideológica. Naturalmente lo dicen porque ellos no tienen ideología, eso solo es aplicable a los socialistas, comunistas, separatista y terroristas, ¡ah! y  bolivarianos. Por eso hay que denunciarlos ante la opinión pública (ya no se puede enviar a la Guardia Civil a detenerlos). Últimamente acusan de ser ideológicos  la Ley de Educación, y los Presupuestos Generales del Estado,  presentados y aprobados inicialmente en el Congreso. Naturalmente, ¿Cómo pueden no serlo?

Estábamos hartos de escuchar a Esperanza Aguirre, significada líder del PP, decir que ella es liberal, que los valores del liberalismo son en los que ella cree y ha puesto en práctica mientras ha gobernado (bien que lo saben los madrileños). Se supone que también son los valores del PP, al menos uno de ellos. Y lo han continuado aplicando sus sucesores, algunos de forma muy peculiar, incluida la reclusión en prisión por apropiarse de dinero público, total ellos están en contra de todo lo público. (Lo que ocurre  ahora en la Comunidad de Madrid es un fenómeno aparte e inclasificable). Que se sepa, el liberalismo es una ideología que nace a finales del siglo XVIII creada por el filósofo y economista escocés Adam Smith, que ha sido aplicada por gobernantes de muchos países y que actualmente hegemoniza el pensamiento de la derecha y el sistema económico mundial.

Esto, que es conocido por cualquiera porque es un dato de cultura general, lo expongo  por si le sirve al líder del PP, que tampoco estuvo en clase el día que lo explicaron. Por tanto el PP también tiene ideología y todo lo que propone hacer también es ideológico. Eso en principio no es malo, lo que es pernicioso para la sociedad es la aplicación que hacen de su ideología cuando gobiernan, puesto que sus políticas  son ahondar en una sociedad desequilibrada, con profundas desigualdades, en perjuicio de los sectores sociales más  necesitados para beneficiar a los más poderosos. Incluye también impulsar el sector privado en detrimento del público y fomentar el individualismo competitivo frente a la solidaridad.  Esos son los principios básicos del liberalismo económico, pero eso sí lo sabe el señor Casado porque es lo que hace su partido cuando gobierna, lo que tal vez desconozca es que eso es ideología.

Lo que pretende descalificar son los principios ideológicos  que no son los suyos, eso se entiende también, pero no se puede acusar a nadie de tenerlos. Hacerlo significa que aún siguen vivos en él los conceptos del franquismo. Por tanto la dura intervención que tuvo contra VOX en el debate de la moción de censura solo se puede interpretar como “cosas de familia” y nos equivocamos cuando dimos por hecho que podía significar un cambio de postura en su actitud política. Los calificativos que ambos continúan utilizando  para las propuestas que hace el Gobierno son similares, porque parten de la misma fuente del pensamiento.

Los defensores de una ideología de izquierdas, que defiende los principios para conseguir un mundo más igual, no se les ocurre utilizar el término ideología como descalificación de la derecha, lo que hace es demostrar que sus contenidos  van en contra de conseguir el modelo social dónde impere la justicia, la igualdad y el respeto al medio ambiente. ¿Por qué no hace eso la derecha? Posiblemente porque lo que pretende es lanzar eslóganes a sus partidarios que sean fáciles de digerir y de utilizar, por absurdos que parezcan. Hemos visto recientemente a sus seguidores bramar pidiendo ¡libertad! contra las medidas tomadas para frenar la pandemia, algunos bajándose de su coche de alta gama. Absurdo. Cómo decía Machado, “Ese trueno vestido de nazareno”, pero ha calado, igual que han hecho las mentiras que propagan.

Al final lo que queda es que la izquierda tiene ideología, y eso es muy malo, mientras que la derecha no tiene ese estigma, están inmaculados…bueno si no hablamos de sus corruptelas, de sus dirigentes que están en la cárcel, de su condena como partido político y lo que queda aún por investigar. Pero esa es otra historia.

 

10 de noviembre de 2020

TRUMPISMO CELTIBÉRICO

 

 Trump no ha aceptado su derrota en las elecciones norteamericanas,  las ha calificado de fraudulentas, lo que ya había advertido antes de que se celebraran porque las encuestas no le favorecían. Lo más sorprendente ha sido que pidió que se parara el recuento  cuando llevaba ventaja y aún quedaban por contabilizar millones de votos. O ganaba él o habían hecho trampa. Su actitud lo que pone en cuestión es el sistema democrático por el se rige su país. Una muestra más de su carácter dictatorial, propio de la plutocracia en la que se había instalado.

Sorprende este extraño concepto de lo que es la democracia en boca del Presidente del sistema democrático más antiguo que existe. La conclusión que se deduce es que Trump no entiende la democracia o no la quiere entender si no le favorece. Solo quiere que el pueblo lo ame y lo aclame, no admite otro resultado que no sea ese. Él no es un perdedor. Por suerte para el sistema la mayoría de la ciudadanía ha votado en contra de tener al mando a un personaje  ególatra que solo busca su beneficio personal. Pero sería un grave error echar en saco roto los 70 millones de electores que  lo han votado, sabiendo esta vez cómo es y cómo actúa, lo que significa que han preferido sus mentiras, su nepotismo, sus maneras dictatoriales y sus bufonadas. Se han decantado por la confrontación frente al diálogo, el individualismo frente a la solidaridad y  han hecho suyas las mentiras de las noticias falsas que han abonado el discurso hegemónico en ese mundo,  en definitiva, los valores de una dictadura a los de una democracia. El tándem Joe Biden- Kamala Harris tiene por delante la dura tarea de soldar la brecha abierta por un descerebrado ególatra que ha administrado el país más poderoso del planeta como si fuera un negocio suyo.

Sin irnos tan lejos, aquí en nuestro castigado país ya hemos oído también argumentos parecidos. Conviene recordar que las derechas, la franquista y la otra, han descalificado al actual Gobierno por ser “ilegítimo”, como si eso fuera posible en una democracia y cuando con esa afirmación también están deslegitimando  nuestra Constitución. Pero para ellos y su  caverna mediática poco importa. Si no mandan ellos no es legítimo. Han abundado en eso y  han añadido mucho más: es un gobierno dictatorial, social-comunista y hasta asesino (Trump acusó a Biden de socialista y comunista, pero no llegó a tanto).  El objetivo es el mismo, conseguir que esos argumentos, difundidos hasta la saciedad  a través de sus canales informativos,  se los crean sus partidarios y los hagan suyos. Basta con oír  sus comentarios en la calle, yo lo he hecho y me he preocupado mucho por las afirmaciones que hacen sobre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, al que siempre denominan despreciativamente “El coletas”. Es de un odio profundo que no admite réplica ni razonamientos en contra. Eso es así y punto. Es lo que hemos visto también en las elecciones norteamericanas por parte de los trumpistas.

Estas actitudes abren trincheras difíciles de cerrar, sobre todo cuando los razonamientos los han transformado en  odio. No soportan estar fuera del poder. Basta con ver los miércoles las preguntas al Gobierno que hacen desde la derecha (las dos), que se convierten en una retahíla de insultos, descalificaciones, injurias e improperios, cuyo fin parece cumplir el objetivo de que en esa comparecencia no se pueda hablar o intentar solucionar los problemas de la gente. Pero eso poco importa: hay que aprovechar la situación para dar carnaza a los incondicionales y cavar más honda la trinchera.

El Gobierno mantiene una postura inteligente, no caer en la trampa de enfangar la política y al mismo tiempo procurar gobernar para que salga adelante su programa con medidas sociales de hondo calado,  buscando los apoyos necesarios entre “los etarras, separatistas y comunistas bolivarianos”. Hay que acostumbrarse a que ladren mientras se cabalga hacia el rescate de los más desfavorecidos de nuestra sociedad y hacia la consolidación de nuestra democracia.

Esta derrota del trumpismo, que aquí la conseguimos hace un año, nos enseña a tener confianza en la sensatez de la gente que en su mayoría apoya el sentido común, preocupada por sus proyectos vitales y su bienestar. Se trata de vencer democráticamente y no de  odiar a nadie que discrepe. Hemos de alegrarnos de que esas actitudes que  degradan a la especie humana hayan sido derrotadas por las que defienden el entendimiento y la voluntad de cerrar esos fosos que han construido los que promueven   la intransigencia y   un mundo dónde sólo caben ellos.

 

  

8 de octubre de 2020

JUSTICIA POLÍTICA

 

La muerte por cáncer de la magistrada del Tribunal Supremo de EE.UU. Ruth Bader Ginsburg, ha provocado una batalla política entre los demócratas y republicanos para cubrir su puesto. El marcado carácter progresista de la magistrada fallecida, especialmente su reconocimiento en la lucha por la igualdad de la mujer, la ha hecho muy popular y ha dado una impronta de progreso al alto tribunal. Su sustitución puede inclinar la balanza a favor de los conservadores republicanos.

Esto me ha traído a la memoria la película El informe Pelíkano de 1993, dirigida por Alan J. Pakula y basada en una novela de John Grisham. En ella dos jueces del Supremo son asesinados por estar a favor de la denuncia presentada ante el alto tribunal por un grupo ecologista que pretende  impedir una explotación petrolífera porque destruye una colonia de pelíkanos, una especia protegida.  Quien pretende explotar el yacimiento financia la campaña electoral del Presidente. La sustitución por dos jueces propuestos por el mismo Presidente, resolverían el problema porque la nueva mayoría  favorecería los intereses del magnate del petróleo.

La realidad y la ficción demuestran el papel tan importante que desempeña el Poder Judicial en una democracia y hasta dónde está dispuesto el poder político para controlarlo en beneficio de sus intereses.

En España, el Partido Popular se niega a renovar el Consejo General del Poder Judicial pese a que su mandato constitucional ha terminado hace ya dos años. Y lo seguirá impidiendo porque su situación política le dificultaría en la renovación mantener su mayoría conservadora  y además en unos momentos en los que se dirime por la justicia los numerosos casos de corrupción que le acosan.   Ya sabemos que controlan “desde atrás”, como dijo Ignacio Cosidó, portavoz del PP en el Senado.  Un escándalo que no se molestan en ocultar ni guardar las apariencias. De hecho en sus mayorías absolutas han controlado el Poder Judicial y han dilatado todo lo posible su renovación cuando pierden el poder. Su principal objetivo ahora es que puedan controlar  la Sala Segunda del Tribunal Supremo dónde desembocarán los casos de corrupción que les afecta. En estos momentos de los 13 magistrados, 11 son de tendencia conservadora y solo dos de la progresista. En el Tribunal Constitucional la composición es parecida, 4 magistrados de tendencia progresista y 8 conservadores. Se entiende perfectamente por qué el PP adopta la postura que ha empleado siempre de  negarse a renovar los miembros del Consejo desde una posición de debilidad porque dismuye su influencia en el Tribunal Supremo con lo que le espera por delante de juicios por los delitos de corrupción de su Partido, aunque esa postura signifique saltarse a la torera la Constitución que tanto dice defender. Casado sabe que si las sentencias que se produzcan condenan a sus compañeros y al Partido mismo, será un golpe durísimo cuyas consecuencias son imprevisibles. Algunos hablan ya de  disolver el Partido, como ya hizo Convergencia Democrática de Cataluña. Es demasiada la basura   que se acumula como para continuar como si no pasara nada. Eso es lo que está en juego, nada más y nada menos. Por tanto hasta que no tengan asegurada su mayoría nos podemos olvidar de la renovación del Poder Judicial. Algo parecido a esto es lo que pretende hacer Trump con el Tribunal Supremo de EE.UU., se ha dado toda la prisa del mundo en hacer la propuesta de  jueza al Senado, de mayoría republicana, sin esperar a que pasen las elecciones por si no sale elegido. De esta manera consigue una mayoría conservadora para muchos años, dado el carácter vitalicio de los jueces nombrados. Muy útil por si tiene que pasar por allí debido a sus trapicheos fiscales.

Los que luchamos por traer la democracia a este país, confiábamos en los pilares de sus valores, entre ellos, la independencia del Poder Judicial, garantía máxima de que los demás poderes se ajustaban a la ley. Éramos, al menos yo, unos inocentes románticos que nos creíamos que eso era posible. Después descubrimos, algunos en nuestras propias carnes, que la democracia no funcionaba como nosotros creíamos, que la venalidad, la ambición, la manipulación y los intereses económicos, no se daban solo en las películas de la mafia que veíamos,  también se dan en nuestra realidad. Y nos preguntamos ¿Dónde queda la independencia de la Justicia, el pilar que garantiza el funcionamiento del sistema democrático? ¿Es que la democracia solo se reduce a votar cuando nos mandan hacerlo? Debe ser algo más, mucho más. Lo principal es el respeto que deben tener los partidos políticos, sus líderes,  los responsables judiciales y la ciudadanía por el mejor funcionamiento de los mecanismos que la hacen posible. Es decir, hacer el sistema creíble, que se pueda confiar en la honradez de sus miembros y la lealtad a los principios. Seguramente eso es una utopía, pero es necesario recordarlo de forma periódica para no perder de vista lo fundamental, porque de lo contrario algunos políticos  se deslizan sin freno por el tobogán de la corrupción y la mayoría de las veces quedan impunes.

Los jueces, como cualquier ciudadano, tienen su ideología y su forma de ver la realidad pero en el ejercicio de sus funciones  deben ser  imparciales y además parecerlo. Una tarea difícil pero necesaria, para eso se supone que eligieron la carrera judicial. Es inevitable que los sentimientos de cada uno se inclinen por algunas determinadas tendencias políticas. Sobreponerse a ello y actuar con justicia es dónde reside su grandeza. Pero la realidad es que existen los que Luis Navajas, Teniente Fiscal, llama “contaminados ideológicamente”. No obstante es justo reconocer que ha habido actuaciones ejemplares de la profesionalidad de algunos de sus miembros. En cambio ha habido otros jueces que han dictado sentencias que han escandalizado a muchos ciudadanos por su tendenciosidad.

  Ahora surge un nuevo caso, la operación Kitchen. Hasta aquí la derecha nos tenía acostumbrados a las fechorías que hacían con el dinero público para enriquecerse, pero ahora conocemos que son capaces de utilizar el poder del Estado para destruir pruebas que podían implicar al Partido. Todavía no se han quitado el pelo de la dehesa franquista.

 En estos momentos el juez de la sala sexta de la Audiencia Nacional García Castellón, instructor del caso Kitchen, ha imputado (investigado) a un exministro del Interior, Jorge Fernández Diaz.  Según se ha hecho público, el exSecretario de Estado Francisco Martínez implica no solo al Ministro sino al mismísimo Mariano Rajoy, esto puede llevarle a imputar por primera vez a un exPresidente de Gobierno. Pero existen dudas de que pueda llegar a ese extremo.

 Este juez instructor posee unas características especiales. Magistrado de la Audiencia Nacional, fue  destinado por Ministros del PP como juez de enlace, primero en París y después en Roma durante 17 años. Una auténtica canonjía, en la que se cobra mucho y se trabaja más bien poco. En 2017 regresa voluntariamente a su plaza de juez titular del juzgado nº 6 de la Audiencia Nacional para hacerse cargo de la instrucción de los casos Púnica, Lezo, Tandem y ahora la operación Kitchen, nada menos. En todos ellos están implicados miembros del PP. A eso se llama vocación, renunciar a un puesto boyante, muy bien remunerado para meterse de hoz y coz en un meollo judicial endiablado que amenaza al Partido cuyos ministros lo destinaron a esos puestos privilegiados y ansiados por muchos jueces. Esa situación puede suscitar dudas sobre hasta qué punto está dispuesto a llegar  al fondo del asunto y descubrir quién era ese M. Rajoy, que figura en los papeles de Bárcenas como beneficiario de remuneraciones opacas. En la instrucción de este caso se le veía como desganado, como forzado por las pruebas y las declaraciones de Francisco Martínez.

Pero, no ha tardado el Juez García Castellón en equilibrar la balanza. Al mismo tiempo que el Gobierno presentaba el Plan de Recuperación Económica, un programa de actuación para los próximos cuatro años, unas previsiones de vital importancia para el país y que diseña nuestro futuro, pide al Tribunal Supremo que impute al Vicepresidente del Gobierno por falsedad documental y una serie de acusaciones con durísimos calificativos para Pablo Iglesias. En su escrito se desmelena con un lenguaje tremendo, “torticero” “falsario”, como con rabia. Y lo envía al Supremo sin informe del fiscal, y basado en las vagas acusaciones de un abogado despedido de Podemos que no aportó pruebas. La sala Segunda del Tribunal Supremo le dijo hace unos días que “no hay pruebas que sustenten esos hechos” y que son “meras hipótesis”.

De repente aparca la investigación del caso Kitchen y entra con furor, sin venir a cuento, en un caso que ataca al Gobierno en el momento en que intenta lanzar un mensaje de optimismo cara al futuro y que tanto necesitamos en esta época de tristeza y contrariedad.

¿Suena mal, no? ¿A que se puede interpretar que lo hace para  desviar la atención de los casos de corrupción política y económica del Partido que le ha hecho favores? ¿A que suena a suministrar munición de grueso calibre al PP para atacar al Gobierno y ayudarle a posicionarlo en  la moción de censura que ha presentado VOX? Por desgracia no son dudas injustificadas, ya que el planteamiento es de lo más chapucero que se ha visto.

Es muy triste ver una vez más a los representantes de la Justicia maniobrar para favorecer los intereses de los de siempre, con el desprestigio que ello acarrea para la credibilidad de la Democracia.

 

14 de septiembre de 2020

EL DINERO DE LOS AYUNTAMIENTOS

 

 

Hace unos días, en el Congreso de los Diputados la bancada de la derecha aplaudió con inmensa alegría que habían conseguido derrotar al Gobierno. Habían rechazado un Decreto Ley que desbloqueaba el dinero que los Ayuntamientos  tenían paralizados por la aplicación de la ley de estabilidad aprobada por el PP en 2012.   Me quedé perplejo. Su victoria había conseguido que los Ayuntamientos continuaran con sus 14.850 millones de euros paralizados en los bancos y pagando encima unos intereses de 70 millones de nuestro dinero por tenerlos guardados. Además habían perdido 5.000 millones que les daba el Gobierno a fondo perdido. Seguramente aplaudían que continuaba en vigor su Ley. Todo un éxito. Mientras esa Ley  continúe vigente los depósitos municipales seguirán paralizados, enriqueciendo a los bancos en lugar de gastarlos en beneficio de los ciudadanos. ¿Eso es para aplaudir? ¿Tan poco le importamos los ciudadanos al PP?  Lo importante no era beneficiar a la ciudadanía, sino  derrotar al Gobierno, aunque sea una victoria pírrica que  perjudique a sus alcaldes y a la ciudadanía que gobiernan.

Se ha perdido la válvula de escape que había ofrecido el Gobierno sin vulnerar la ley. La otra solución que queda es derogar la ley Montoro y sustituirla por otra. Esos trámites pueden durar mucho tiempo, mientras tanto las acuciantes necesidades que padecemos la ciudadanía en esta crisis infernal, no se pueden paliar porque nuestro dinero recaudado por el Ayuntamiento está engordando las arcas de los bancos.

¿De verdad era para aplaudir?

 

 

Columna de opinión en la cadena SER.

 

11 de septiembre de 2020

EL DRAMA DE LA EDUCACIÓN

 

Habitualmente el comienzo del curso escolar trastoca el normal funcionamiento de la sociedad. Ocupa un lugar destacado en los medios de comunicación, cambia todo en la vida de las familias que tienen que adaptar su cotidianidad a los horarios y actividades de los menores de la casa, supone un esfuerzo económico para adquirir material escolar y la equipación para el nuevo curso. El transporte se ve incrementado y alterado por los desplazamientos de autobuses y coches particulares en horas punta. El comercio adapta su oferta a las necesidades de esas fechas. En definitiva la vida cambia. En algunos países el día que comienzan las clases se celebra como si fuera una fiesta. La sociedad entera siente que algo importante da comienzo, nada menos que reanudar el proceso de educar a sus menores. Es un fenómeno que se repite  afortunadamente cada septiembre.

Pero ningún padre, madre, educador o responsable político se había enfrentado jamás con la situación excepcional de este comienzo de curso. Ni existe memoria de que alguien lo haya hecho. El resultado se puede calificar de desconcierto. La alegría tradicional de otras ocasiones se ha transmutado en miedo. Miedo que galvaniza todo lo que se haga en los centros educativos y que altera los comportamientos habituales en el proceso educativo. Miedo a que los alumnos no sepan adaptarse a las nuevas condiciones impuestas. Miedo a que su aprendizaje se resienta gravemente en esta situación. Miedo a que se produzca un contagio y las consecuencias que conlleva.  El miedo está de sobra justificado porque lo que está en juego es nada menos que la vida.

Después está la incertidumbre, las dudas sobre cómo hay que actuar en el terreno de la logística y en el educativo. Hay que tener en cuenta que los alumnos llevan seis meses sin pisar un aula, que las materias correspondientes al tercer trimestre del curso pasado no se han impartido o no se ha hecho presencialmente, con lo que significa de improvisación en un procedimiento del que no se ha constatado su eficacia. Sin duda habrá que recuperar el trimestre perdido por las lagunas que puede producir en el aprendizaje del nuevo curso. Pero entonces el currículo de este año no se podrá impartir completo. Son circunstancias que lastran el ya de por sí anormal funcionamiento de este curso escolar.

Existen soluciones dentro de la situación especial que se atraviesa y todas pasan por desembolsar dinero. Lo primero es resolver la imposibilidad de que las aulas acojan al mismo número de alumnos que antes manteniendo las distancias de seguridad. Eso precisa el desdoblamiento, con el consiguiente aumento del número de maestros y profesores. Lo que significaría de paso una mejora indudable en la calidad de la educación. Eso supone dinero y sacar del paro a muchos profesionales de la enseñanza. Después está el material de uso por el alumno que debe ser personal  y olvidarnos del “préstamelo”, tan habitual en el aula. Más dinero. A lo que hay que añadir el acondicionamiento de los espacios comunes del centro, la limpieza, desinfección casi permanente y una larga lista de imprevistos que surgirán en una situación tan nueva como ésta.

Hasta ahora ha sido el sistema sanitario el que ha tenido que afrontar en primera línea la insólita situación que estamos viviendo. Lo ha hecho con una enorme responsabilidad, con recursos insuficientes, sin escatimar esfuerzos y ha tenido sus costes en salud y en vidas. Ahora les toca a los educadores unirse a los sanitarios en pisar esas zonas de riesgo, con la diferencia de que los primeros al hacerlo ejercen su profesión, los segundos pueden correr peligro pero su profesión no tiene nada que ver con la salud. Necesitan cumplir rigurosamente con todas las reglas y que les acompañe toda la suerte del mundo.

Mientras tanto qué se hace desde la responsabilidad político-administrativa. Lo primero que no se hace desde las autonomías competentes es destinar los recursos necesarios para afrontar esta situación. En Andalucía ya ha manifestado su Gobierno del PP y Ciudadanos, con apoyo de VOX, que no está dispuesto a desdoblar las aulas. Mascarillas y desinfectantes vale, pero dedicar recursos para contratar educadores y poder garantizar una educación de calidad,  eso no. La derecha nunca se ha interesado por el sector público, ya lo sabemos, pero en un caso tan extremo como el que vivimos se podía pensar que modificara algo su actitud, pero no, los principios se mantienen aunque se hunda el mundo. El sistema educativo está condenado a vivir en una angustia permanente, donde lo importante no es educar, sino sobrevivir.

Y a esto hay que añadir que la Educación en España se rige todavía por la  LOMCE del 2013, la Ley Wert, que impuso el PP durante el mandato de Rajoy, en contra de la opinión de todo el sector educativo y de las fuerzas políticas. Ese es el verdadero cáncer que afecta a uno de los pilares del Estado del Bienestar. La derecha y la Iglesia están dispuestos a que su ley dure todo lo que haga falta y se negará a consensuar otra, como siempre ha hecho y que  debe ser la de todos los españoles. Eso condena a la educación española a estar a la cola de los demás países. Pero poco importa porque los hijos de la alta burguesía que los vota estudian en colegios privados, realizan másteres en EE.UU., luego ocupan puestos relevantes en la dirección económica y política del país. A esta clase social le conviene una ley que enseñe lo suficiente para hacer buenos y creyentes trabajadores, sin que desarrollen una mente crítica capaz de poner en cuestión su status.

La pandemia pasará tarde o temprano y se superarán las dificultades de convivencia que nos ha traído, pero el mal de fondo de nuestro sistema educativo seguirá estando igual. Las fuerzas políticas progresistas podrán redactar y aplicar otra ley en la que prime más la calidad y la igualdad, pero sin poder contar con el consenso de la derecha que la volverá a cambiar en cuanto consiga de nuevo el poder. Tenemos la desgracia de que nos haya tocado esta derecha heredera de la Dictadura que solo ve una parte de España, la suya,  el resto no existe.

 

20 de julio de 2020

EGOÍSMO Y SOLIDARIDAD


La semana pasada nos encontrábamos en Córdoba felices porque no había contagiados por el virus. Es decir, que nos estábamos portando con la responsabilidad que se nos pedía por las autoridades sanitarias. Pero todo se torció en un momento. De ser los mejores hemos pasado a ser los peores de Andalucía, todo ello como consecuencia de la celebración de una fiesta.
Creo que algunos desaprensivos no se dan cuenta de la gravedad de la situación que estamos atravesando. Confunden el hecho de poder salir a la calle con hacer vida normal, el poder tomar unas cañas con amigos, convertirlo en fiestas o botellones. Pero el uso obligatorio de la mascarilla ya nos demuestra que no  existe la normalidad, y no puede existir mientras estén en juego nuestras vidas. Porque de eso se trata, de nuestras vidas, nada menos. Hay que ser muy irresponsables para no darse cuenta de esto. Dice hoy el filósofo Daniel Innerarity en un artículo, que el ser humano está diseñado para no ver más allá de sus narices. Sin duda eso nos convierte en egoístas y hacemos lo que nos apetece sin medir las consecuencias. Pero en este caso es un egoísmo suicida y a la vez homicida porque puede matar a los demás. Hay que entender que ahora la solidaridad comienza con nosotros mismos por la cuenta que nos trae. Los que respetamos las normas, sabemos lo que está en juego, y las cumplimos porque es la única manera de evitar el contagio y acabar cuanto antes con esta situación anómala. Entendamos de una vez por todas que ahora no es tiempo de fiestas ni de celebraciones y que llegarán antes si nos portamos responsablemente.
 
  Columna de opinión en la SER 20-07-20

13 de julio de 2020

REALIDADES


En esta sociedad en la que vivimos de una sangrante desigualdad, de desencanto de mucha gente que ve destrozadas sus ilusiones sin esperanzas de tener un proyecto de vida, empleos de miseria muchos de ellos pagados en negro y ahora llena de covid 19, resulta sorprendente la resignación con que se acepta esta realidad. Asombra como los más castigados apoyan con su voto a los verdugos que, con gran descaro, les hablan de su negra situación pero les venden humo. ¿Acaso no reflexionan que mientras ellos luchan  por conseguir un puesto de trabajo volátil y míseramente retribuido, el año pasado hubo 11.000 nuevos ricos en España? ¿No se percatan de que les están engañando con banderas, patrioterismos baratos y ninguna propuesta que les resuelva su angustiosa situación?

Dice Stiglitz que la desigualdad es una opción, no algo inevitable. Que haya que decir esa obviedad es  porque  la mayoría  de la sociedad acepta su derrota como irremediable. Ahora estamos inmersos en una situación inédita en la historia reciente, donde la economía se ha parado en seco porque lo primero es la salud, aunque los depredadores no estén de acuerdo. Para habilitar una salida de esta parálisis muchos gobiernos, entre ellos el nuestro, han formalizado un diálogo entre todos los agentes sociales para que se aporten soluciones que hagan posible poner en marcha de nuevo el sistema productivo. Cualquier observador pensaría que se presenta una situación ideal para repartir nuevas cartas y empezar de nuevo la partida. Se trata  de hacer que haya más justicia social y que el reparto de cargas y beneficios no perjudique a los de siempre.

La firma de un acuerdo entre todos los representantes del Gobierno, patronales y sindicatos para la reconstrucción de nuestra economía, ha sido considerado por todos como un importante avance. Pero los representantes empresariales, que defienden a los ricos, han amenazado con las penas del infierno si se le ocurre al Gobierno subirle los impuestos, como han dejado caer algunos ministros. Ni se les ocurra. Ni siquiera a las multinacionales que nos esquilman, nos pagan impuesto de risa y tienen su domicilio  fiscal en el país que más les favorece (Netflix paga en España 3000 euros de impuestos al año). Esto no es Venezuela. (sic). Algún día tendrán que explicarnos a que viene esa manía de referirse permanentemente al país sudamericano.
La segunda objeción que han puesto ha sido que ni hablar de tocar la reforma laboral del PP. Ya montaron el escándalo cuando el Gobierno acordó con Bildu su derogación, acuerdo que duró minutos. Ese es un terreno conquistado y no se da un paso atrás ni para tomar impulso. Las condiciones laborales de los que trabajan se tienen que quedar con las inseguridades y precariedad actuales.

Consecuencia, si no se puede tocar la subida de impuestos a los ricos para poder financiar las ingentes cantidades de dinero que se necesitan ahora para poner en marcha la economía (sí se pueden subir a los que siempre pagan), ni se pueden cambiar las miserables condiciones laborales que implantaron  utilizando al PP como su brazo político. ¿qué queda por negociar? Sin duda algunas cosas menores, pero estas son las esenciales y ya sabemos que no están dispuestos a revisarlas.  

Decía Buffett, el dueño de Berkshire y la tercera fortuna de EE.UU., que “existe una lucha de clases, pero la mía, la de los ricos, es la que está haciendo la guerra y la estamos ganando”. Literal. Duele,  pero solo dice la realidad de lo que está pasando. Es la revolución de los ricos y ha derrotado a la del proletariado que ha pasado de luchar por  ejercer la hegemonía en los medios de producción a conformarse con subsistir.
El capitalismo sin freno al que hemos llegado solo contempla del futuro la posibilidad de esquilmar cuanto más mejor. Esta  insaciable avaricia  puede llevar al sistema de mercados a colapsar porque haya hecho que los consumidores no tengan recursos para poder consumir y además acaben con el planeta.

De nuevo cito a Stiglitz,  “Tenemos que salvar al capitalismo de sí mismo. Amenaza con destruir un mercado justo y competitivo y una democracia con sentido…Debemos forjar unas nuevas reglas sociales que permitan a todos llevar una vida decente y de clase media”. No se trata de hacer una revolución bolivariana, ni de acabar con el sistema, es simplemente   hacerlo más justo para que dure y podamos vivir todos en un planeta más sano. Es muy fácil de entender.

 El Gobierno progresista tiene que sortear los obstáculos pero sin renunciar a sus principios y a los contenidos del pacto de Gobierno firmado entre las dos fuerzas políticas. La situación es extremadamente compleja porque hay que actuar sin tener la mayoría suficiente para llevar a cabo sus propósitos, pero  tiene que hacerlo y hasta ahora ha demostrado tener cintura y capacidad de aguante. Ha resistido con éxito los enloquecidos ataques de la derecha para derribarlo en plena pandemia, pero ha lucido serenidad y no ha respondido a las provocaciones tabernarias de que ha sido objeto. Ha gobernado con medidas que han favorecido a los más perjudicados por la situación creada por la pandemia. Ha anunciado su propósito de continuar por el camino de reforzar las políticas que conducen a recomponer el estado del bienestar tan machacado por los gobiernos del PP y ha demostrado su propósito de durar todo el mandato. Eso significa abrir un portillo de esperanza a que la injusta situación que padecemos empiece a resolverse.

Asusta pensar que el futuro estuviera gobernado por el PP jaleado por VOX. Una pesadilla.


4 de julio de 2020

SECTARISMO IDEOLÓGICO


Últimamente las derechas, todas, y sus voceros de la caverna están utilizando con bastante frecuencia el término  sectarismo ideológico para calificar  las medidas políticas y las propuestas que hace el Gobierno, seguramente como consecuencia del espíritu bolivariano que invade a sus miembros, que como también han pregonado, pretenden imponer aquí para convertir a España en otra Venezuela. La Iglesia oficial también se ha incorporado a la utilización de esos calificativos.

Seguramente se refieren a la atención que se presta al sector de la sociedad más castigado por la parálisis económica que ha producido la decisión, dictatorial, de confinar a la población para salvar la mayor cantidad posible de personas de ser víctimas de la pandemia y a que la enorme factura que habrá que pagar se reparta proporcionalmente a la riqueza que cada uno posee.

El diccionario de la RAE define ideología como “un conjunto de ideas fundamentales que caracteriza el pensamiento de una persona, colectividad o época, de un movimiento cultural, religioso o político”. Es decir, toda persona  tiene unas ideas fundamentales en las que basa los aspectos de su vida, sus gustos, aficiones, sus filias, sus fobias, y la relación con sus semejantes. O sea, que según la RAE, toda persona tiene una ideología que la refleja en sus actuaciones y sus comportamientos habituales.

También la RAE define sectarismo como “fanatismo e intransigencia en la defensa de una idea o una ideología”. Por tanto cuando el Gobierno actúa con un sectarismo ideológico se puede interpretar como la imposición  de  su ideología de una manera sectaria.  

A sensu contrario se deduce que los que le acusan carecen de ideología y mucho menos de sectarismo. Solo la izquierda tiene ideología y solamente desde la izquierda se aplica con fanatismo.

Este es un viejo discurso que ha tenido siempre la derecha y que ha utilizado desde tiempos de la dictadura. De hecho en aquella época se utilizaba la expresión “tiene ideología” como una acusación para referirse a los que defendían la democracia. Era el peor calificativo que te podían dedicar. Lo preocupante es que sus herederos continúen usándolo con la misma connotación, y peor aún que siga teniendo los mismos efectos entre sus seguidores. Hace poco en una conversación de varias personas, entre las que me encontraba, cuando salió el término, uno de ellos se apresuro a manifestar de forma un tanto airada “¡yo no tengo ideología!”. Porque tener ideología lo definía automáticamente como un izquierdista peligroso.

Precisamente la ideología, es decir, la forma de ver el mundo que tenemos las personas fruto del pensamiento, es lo que nos diferencia de los animales. Por tanto la ideología no es exclusiva de una parte de la sociedad, es de toda ella. Las distintas formas de interpretar la realidad hacen que existan distintas ideologías y que cada una de ellas intente imponerse sobre las demás en  muchas ocasiones de forma violenta. Por eso la sociedad moderna se ha dotado de un mecanismo para evitar que los sectarismos acaben en guerras  cruentas.  Ese mecanismo se llama DEMOCRACIA, donde las confrontaciones ideológicas encuentran un campo de negociación y acuerdo.

Por tanto, esta derecha también tiene su ideología que se caracteriza en  que bebe de las fuentes franquistas, que defiende los intereses de los dueños del mercado, que se siente obligada a devolver a la Iglesia el  poder que perdió con la llegada de la democracia, que profundiza la desigualdad social con medidas que perjudican a los trabajadores, que deja sin horizontes de futuro a la juventud, que le molesta que los perjudicados por sus políticas se manifiesten y los amordaza con una ley, que solo le importa el bienestar de unos pocos privilegiados y no le preocupa el aumento escandaloso de la pobreza y que utiliza el poder en beneficio propio con el dinero de todos. Estas medidas  son las que aplica siempre que tiene el mando y  se irrita cuando no lo tiene, porque su  concepto  del poder es que le pertenece por derecho propio. Precisamente esa intransigencia que tiene esta derecha con los que no piensan como ellos a los que descalifican e insultan es lo que define la RAE como sectarismo.

 Una derecha democrática tiene que aceptar que cuando no gobierna, porque la ciudadanía decide que lo hagan otras fuerzas políticas, tiene la obligación de negociar sus propuestas  con el Gobierno y no tratar de derribarlo a cualquier precio, como ha pretendido hacerlo de forma irresponsable en plena crisis de la pandemia. Y que cuando los que gobiernan intentan aplicar su programa electoral por el que han sido elegidos, no son sectarios, son consecuentes con los principios que defienden, como hace cualquier ideología siempre que tiene ocasión de hacerlo en un sistema de libertades.



23 de junio de 2020

RESPONSABILIDAD


Bueno, se acabó el Estado de Alarma, hoy reconducimos nuestra vida a una situación  parecida a la que teníamos antes del 11 de marzo.
Durante este tiempo, parodiando al replicante de Blade Runner, hemos visto cosas que nunca creímos que pudiéramos ver.
Hemos visto las calles desiertas y silenciosas en pleno día. Hemos visto a la gente con mascarillas y nos hemos esquivado cuando nos cruzábamos con los escasos transeúntes, como si fueran apestados. Hemos visto cómo las personas mayores eran las víctimas preferidas del virus asesino. Hemos visto el miedo.
También hemos descubierto a Fernando Simón y lo hemos adoptado como un miembro más de nuestra familia. La ciudadanía se ha manifestado con una enorme responsabilidad que ha sido la base de que se haya podido frenar la tragedia.
Hemos visto como se paraba en seco toda la economía del país, un hecho sin precedentes en la historia.
También hemos visto a políticos descerebrados manifestar que los que tuvieran anticuerpos españoles no les pasaría nada. Los mismos que han intentado por todos los medios acabar con el Gobierno en una guerra sucia en medio de la pandemia, ¿se puede ser más irresponsable?
Ya hemos llegado al fin de casi todo eso. Estamos en una normalidad anormal. Como antes pero con mascarillas y separados. Sin embargo después de todo lo que hemos pasado nada es como antes, es otra realidad que requiere más responsabilidad precisamente porque somos más libres. Tenemos que seguir asustados porque el bicho sigue ahí y  los temerarios que pasan de las normas y se creen inmunes tienen que pensar que su irresponsabilidad pone en peligro las vidas de su familia, de sus amigos, la nuestra y volver al confinamiento. Nada menos.


        Columna de opinión en la cadena SER,

15 de junio de 2020

EL NUEVO McCARTHYSMO


Después de cuatro décadas de democracia en España ha vuelto con fuerza el temor a los comunistas fomentado por los neofranquistas, además lo utilizan usando el mismo concepto que  sus antecesores: comunistas eran todas aquellas personas sospechosas de no ser leales al Régimen. Ahora lo recuperan  debido al hecho de que por primera vez ocupan puestos en el Gobierno. Y meten en el mismo saco a los miembros de PODEMOS, esos también son comunistas, dicen. Las derechas, la ultra y la “cobarde”, han difundido el fantasma de que van a implantar aquí el modelo venezolano. Como si Venezuela fuera un ejemplo que se pudiera trasladar a alguna parte y menos aquí. Los comunistas pueden ser malos, pero no tontos y siempre son pocos. Ese mantra bolivariano lo han vendido muy bien y ha penetrado en sus partidarios que se lo han creído y lo viralizan en las redes sociales.  Les están vendiendo el miedo porque saben que éste no invita a la reflexión e impide apreciar   el disparate que supone esa afirmación.
El miedo se transforma en odio porque han resucitado la vieja acusación franquista en la que afirman que los comunistas van a quitarle lo que tienen. Ya sé que es una afirmación irracional, pero lo han difundido las fuentes a las que dan credibilidad y todos sabemos los estragos que causa la confianza ciega. Es la mayor de las muchas mentiras que han puesto en circulación, que la crean es lo más inquieta.

Todo esto lo he podido comprobar en conversaciones mantenidas con conocidos y amigos que, sin militar en las derechas, dan pábulo a estos mensajes y muestran temor a las medidas que se puedan adoptar desde el poder político. Al menos he podido cambiar sus certezas por dudas razonables.

Ciertamente supone una novedad que los comunistas formen parte de un Gobierno por primera vez  desde la implantación de la democracia. La paradoja es que lo han hecho en el momento más bajo de su dilatada historia, agarrados a Izquierda Unida como tabla de salvación, aunque tampoco sea una tabla sólida, puesto que ha tenido que casi diluirse en la amalgama de PODEMOS para poder subsistir. Sólo hay dos ministros comunistas en el Gobierno y no se les ve trazas de pensar en hacer la revolución. De todas maneras conviene recordar que en Europa los comunistas han gobernado, por ejemplo, en Francia con De Gaulle que tuvo cinco ministros o Mitterrand con cuatro. Y no hubo revolución, solo intentaron mejorar las condiciones de vida de los trabajadores desde el respeto a las normas establecidas. No le quitaron nada a nadie.

PODEMOS, ha aglutinado a los movimientos sociales y políticos situados a la izquierda del PSOE, algo que ya se intentó en los años ochenta dando origen al nacimiento de Convocatoria por Andalucía y después a Izquierda Unida, sumergida hoy en este nuevo conglomerado diverso y plural. Este último intento de unir las fuerzas progresistas es el que ha tenido más éxito y está durando más. Precisamente cuando no ha sido promovido por los comunistas. Sus responsables de carteras ministeriales tampoco se han distinguido por ir contra el sistema, por el contrario han aceptado las reglas del juego y están haciendo política dentro del pacto programático firmado con el PSOE. La medida de sus intenciones políticas ha sido, por ejemplo,  la implantación del Ingreso Mínimo Vital, lo más importante que se ha hecho hasta ahora  para paliar el  problema social que atravesamos. Esta medida añade un pilar más a los avances experimentados en las mejoras de la calidad de vida de la ciudadanía más desprotegida. 

En los años de la guerra fría,  surge en  EE.UU. la “caza de brujas” protagonizada por Joseph McCarthy, un inquisidor despiadado, cuyo objetivo era perseguir a los comunistas o sospechosos de serlo, para erradicarlos del corazón del imperio capitalista. El temor  tenía su razón de ser por  la  influencia creciente de la URSS en  Europa, Asia y el Centro y Sur de América. El senador por Wisconsin creía ver comunistas infiltrados por todas partes, especialmente en el mundo de la cultura y del cine, obsesionado por el avance que  estaba experimentando en el mundo las ideas anticapitalistas. 

Hoy podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que ese miedo pasó a la historia. Como igualmente pertenecen al pasado el poderoso Partido Comunista Italiano de Enrico Berlinguer o el Partido Comunista Francés de George Marchais. Sus ideas y sus poderosas organizaciones, se perdieron definitivamente con la caída del muro de Berlín. Ganó el capitalismo sin fronteras.

¿Dónde está hoy el peligro de los comunistas?  El comunismo, como fenómeno de masas que inquietara al sistema capitalista, desapareció hace tiempo. Lo que se mantiene vivo es el espíritu de conseguir una sociedad más justa y ese deseo lo representan  hoy las fuerzas políticas progresistas.

Hoy el verdadero peligro para la democracia, para nuestros bolsillos y para nuestro bienestar, está precisamente en quién difunde estos cuentos, la extrema derecha y su monaguillo, el PP. Han desenterrado este viejo temor, como si fuera actual, para disimular sus verdaderas intenciones de debilitar, si no acabar con nuestro sistema de libertades tal y  como lo conocemos y al mismo tiempo beneficiar a las oligarquías económicas. Ese es el verdadero mal que nos acecha. De ahí que siembren el odio, caven trincheras, utilicen la bandera de todos como arma y resuciten los hueros valores patrióticos de la época de la Dictadura. Para esa guerra necesitan un enemigo, y han recurrido al de siempre: el socialcomunismo, por supuesto ateo, a quien tienen que echar del poder como sea, para salvar a la patria. En cambio, para los patriotas de verdad, a los que les importa el bienestar de sus compatriotas,  los enemigos que hay que vencer hoy, son la pobreza, la desigualdad, el desempleo y los salarios de miseria, para conseguir una sociedad más igual. Esa es la España por la hay que luchar.




25 de mayo de 2020

CAMBALACHES


En  todas nuestras fuentes de información las noticias son casi con exclusividad dedicadas al covid, y todo lo que se nos dice y nos ocurre en la realidad guarda relación con el dichoso bicho. Nuestras conversaciones con familiares y amigos versan inexcusablemente con la salud o la pérdida de ella, con la desaparición de conocidos que engrosan la demasiada larga lista de bajas que se está produciendo. Actúa como  un magnífico manto para tapar lo que también está pasando en otros aspectos de la realidad, que también son importantes y que nos demuestra que hay vida más allá del virus.
Una de estas noticias trascendentes de la que nos hemos enterado, pero muy poco, ha sido la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía, en relación con la sustitución de una celosía de la Mezquita por una puerta que diera acceso a los pasos de Semana Santa. En una realidad sin coronavirus hubiera abierto las páginas de la prensa y de los informativos de radio y televisión. Un varapalo tan serio para el obispado y  la administración autonómica, condenada, además, a pagar las costas del proceso, no es una noticia que se produzca todos los días. El fallo judicial dice que eso de tocar los elementos de la Mezquita  no se puede hacer y que hay que volver a dejar las cosas como estaban. El Tribunal nos viene a decir que la Mezquita es un monumento único en el mundo,  que no se puede modificar lo que está declarado Patrimonio de la Humanidad. Evidente y obvio. Lo que asombra es que la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía  encargada de proteger el patrimonio andaluz, lo aprobara. Autorizar una obra como ésta levanta la sospecha de un acuerdo, no hecho público, entre la Consejería y el Obispado. ¿De verdad se puede negociar con un valor patrimonial tan importante como la Mezquita? ¿ Pueden ser tan irresponsables?
Las consecuencias de esta sentencia sólo pueden traer beneficios para Córdoba y su Casco Histórico, además de la seria  advertencia de que  nuestro patrimonio hay que mantenerlo, cuidarlo y no se pueden hacer cambalaches con él.
  
Columna de opinión en la SER.

19 de mayo de 2020

EL PODER SE INQUIETA


Me refiero, lógicamente, al verdadero poder, el del dinero que detentan unos pocos,  el que impone las reglas, el que tolera ciertas licencias siempre y cuando no se ponga en cuestión su status, el que odia a quien osa cuestionarlo, el que no repara en usar los instrumentos más extremos, hasta una guerra civil, para seguir mandando, el que controla las instituciones democráticas para utilizarlas en su favor, el que sale ganando de todas las crisis. El de siempre.
 En la Gran Recesión del 2008  los gobiernos salvaron a los bancos  a costa de los ciudadanos que pagamos la cuenta. Y consiguieron una posición mejor que antes, mientras  sumieron en la miseria a millones de personas que antes vivían con cierta dignidad, a la que llamaron “vivir por encima de nuestras posibilidades”. Como tuvimos que pagar la deuda, empeoraron las condiciones de nuestras vidas, porque ellos no solo no pagaron sino que ganaron a costa nuestra. Dejaron sin futuro a la juventud, casi esclavizaron las condiciones de trabajo, quitaron poder a los sindicatos y redujeron el sector público hasta dejarlo irreconocible.  Entendieron que eso era vivir de acuerdo con nuestras posibilidades. De todo se culpó a la crisis, nos asustaron con los peores castigos que nos pudiéramos imaginar, hundimiento de la economía, rescate, los hombres de negro y mientras tanto su poder aumentaba. Esto se pudo hacer porque gobernaban los suyos, su brazo político, que muy gustosos hicieron leyes que machacaban a los trabajadores y que nos tapaban la boca. Suprimieron libertades y nos quitaron hasta el derecho a protestar.
Ahora ese poder se enfrenta a una situación  que no controla, una pandemia que ha puesto patas arriba todo lo establecido, ha convulsionado el mundo, ha llenado de incertidumbre el futuro, ha creado una situación en la que se sienten  amenazados. La democracia ha actuado y ha puesto la vida de las personas por delante de los intereses económicos,muy a su pesar. Y eso les ha preocupado un poco, acostumbrados a crecer en todas las crisis y que paguen los de siempre, esta vez les asalta la duda. El enorme pastel de dinero público que será necesario, una vez más, para rescatar la economía, esta vez sus destinatarios no serán los bancos, que gozan de  buena salud, sino la gente, los pequeños empresarios, los autónomos, los trabajadores. Los que siempre pierden. Eso  les inquieta porque   pueden perder la mayor parte del pastel que siempre se llevaban y también quién va a pagar la factura, que ellos nunca pagan. Hasta ahora las cosas estaban así,  pero esta vez el Gobierno actual no es suyo y ya les ha amenazado (suavemente) que les va a tocar pagar, que les va a subir los impuestos para que contribuyan a pagar la enorme deuda que va a generar este desastre provocado por la pandemia. Y  a eso sí que no están dispuestos. Sus descerebrados gobernantes de Madrid anunciaron que, no solo no iban a pagar, sino que les bajarían sus aportaciones al fisco, que para eso son sus representantes.
Ante este panorama sienten inquietud y presionan para que hagan saltar al Gobierno y puedan entrar los suyos, para poder coger la mejor tajada de nuestro dinero y poder irse otra vez sin pagar. Por eso no paran de pregonar las maldades de todos los que forman parte del Gobierno socialcomunista. Los discursos de sus representantes políticos destilan odio que transmiten a sus seguidores, con un lenguaje chulesco. Les quitan los bozales a sus voceros y azuzan a su caverna mediática a la que financian, para que confundan con mentiras y lo que haga falta a la opinión pública.
En estos días se ha reforzado su empuje con manifestaciones, rompiendo el Decreto de Alarma en una clara desobediencia a la Ley y una desafiante provocación. El problema sería grave ya de por sí, pero lo es infinitamente más cuando está en juego la vida de la gente. Estamos todos confinados, respetando las normas de forma solidaria, para que ahora los que no quieren pagar contribuyan a un rebrote de la pandemia. Lo están dejando muy claro, la vida de las personas les importa poco, lo que les importa es su  negocio y sobre todo no pagar, una cuestión que no tienen nada segura con los que mandan ahora.
Por eso mantener a este Gobierno, se ha convertido en una cuestión de supervivencia de los valores democráticos. Su permanencia es necesaria para incrementar el poder de lo público, para que haya justicia fiscal y paguen los que más tienen y  que no paguen solo los de siempre, para hacer leyes que recuperen el terreno en el campo de la sanidad, de la educación, de los derechos de los trabajadores, de la justicia social y de las libertades ciudadanas. Para que volvamos a creer en la decencia de la política y para que esta vez también paguen ellos.  



27 de abril de 2020

SER BUENOS PATRIOTAS


Parece que estamos llegando al final de este largo y oscuro túnel en el que entramos hace más de cuarenta días. Los niños ya pueden salir a pasear y nos anuncian que el fin de semana lo podremos hacer los adultos. Hay que reconocer las dificultades que han tenido que superar los padres y los críos encerrados en un piso durante tanto tiempo. Nervios de acero, cariño a raudales, mucha imaginación y toneladas de paciencia. Una prueba que marcará sus vidas para siempre.  
Hay que resaltar el civismo de la inmensa mayoría de la población en el cumplimiento de las normas dictadas por el Gobierno. Eso demuestra la responsabilidad de una sociedad que ha dado una gran prueba de madurez. A partir de ahora es necesario que sigamos manteniendo esa responsabilidad en los siguientes pasos que hay que dar. En el periodo que comienza ahora es muy importante que se respeten las normas. Esto no ha terminado aún, el enemigo contra el que luchamos es muy fuerte y para vencerlo hay que confiar en el liderazgo de nuestro Gobierno y cumplir rigurosamente sus dictados. Eso es ser buenos patriotas, cumplir cada uno con su deber para salvar a España y a los españoles, no utilizar la bandera, las víctimas, los insultos y las mentiras para debilitar a quién nos gobierna, porque eso favorece al enemigo, por tanto es una traición.
Seamos buenos españoles, seamos solidarios y respetemos las normas, seamos leales con nuestra familia, con nuestros amigos, porque una vuelta atrás nos sumiría otra vez en la oscuridad y ganarían los malos.

 27-04-2020

 Columna de opinión en la cadena SER.