23 de marzo de 2015

A Susana le sale bien la maniobra


Una de las características de un buen político es tener capacidad para arriesgarse, siempre que se tenga un poco de sentido común, porque si es un descerebrado puede ser una catástrofe. Conocemos algunos ejemplos.
Sin duda Susana Díaz ha demostrado que posee un sentido del riesgo pensado y medido. Disolver el Parlamento y convocar elecciones de manera imprevista se catalogó como una maniobra de alto riesgo para ella y el PSOE. En un escrito anterior la califiqué de una maniobra inteligente. Como demuestra el resultado, le ha salido mejor de lo esperado. Las encuestas anunciaban  una importante pérdida de voto socialista un desplome del PP e IU y una irrupción importante de PODEMOS y CIUDADANOS. Agotar el año de legislatura que quedaba suponía un mayor desgaste del PSOE en el gobierno y darle más tiempo a las fuerzas emergentes para organizarse. Estaba claro que el adelanto era la mejor de las bazas que se podía jugar.
El resultado electoral del pasado domingo ha confirmado la tendencia que auguraban los sondeos con algunas particularidades que han sorprendido.
El PSOE resiste el empuje de los nuevos, sólo pierde 120.000 votos (un 4% de bajada) pero mantiene los 47 parlamentarios que tenía, los sondeos a pie de urna le daban un máximo de 44. El PP se hunde, pierde medio millón de votos (14%) y 17 escaños, se queda en 33.  Era de esperar porque el “refuerzo” que hizo en la campaña Rajoy y los miembros de su Gobierno con promesas que sonaban a las mentiras de siempre, han hecho un roto en la estrategia de su líder andaluz Moreno Bonilla que se esforzaba por dar una imagen de moderación y centrismo.
Izquierda Unida ha sido la otra gran derrotada, ha perdido 7 parlamentarios y llega justo a los 5 escaños para formar grupo parlamentario. Este descalabro lo argumentan por su presencia en el Gobierno. Pero no es la única razón, ni la más importante, puesto que esto se veía venir desde que perdió el contacto con la gente cuando más se necesitaba una fuerza  alternativa a las políticas  que estaban destrozando a la ciudadanía y ese espacio lo ocupó PODEMOS. Cuando se quiso rectificar ya era tarde. Es verdad que optó por formar parte del Gobierno para desde allí tomar medidas que frenaran las injusticias que el PP estaba causando,  pero cuando empezaba a hacerlo Susana Díaz disolvió el Parlamento.
Las expectativas que despertó PODEMOS se han cuantificado en 15 parlamentarios y ha supuesto un desencanto para muchos de sus seguidores ya que se habían puesto la meta de ganar y así lo han expresado en las redes sociales que tan bien dominan. Solamente desde un escenario de revolución democrática se podría tener el apoyo ciudadano para conseguir ese objetivo y por experiencia sabemos que el cabreo ciudadano no llega a tanto.  Ahora tienen el suficiente poder como para acometer la tarea de hacer política, que es mucho más que liderar el malestar ciudadano y recoger propuestas fruto de la indignación.  Estamos expectantes.
Ha quedado suficientemente claro que hacía falta una fuerza política de centro-derecha. En este mandato electoral el PP con su mayoría aplastante, ha cumplimentado los deseos de su ala más radical: a la crueldad de sus políticas económicas ha añadido las leyes más restrictivas de la democracia para satisfacción de los que pregonaban eso de “ahora se van enterar”. Y nos hemos enterado. La orfandad en que han quedado los electores más moderados ha hecho posible el importante crecimiento de CIUDADANOS que han conseguido 9 parlamentarios en su primera presencia en las elecciones autonómicas, pese al duro ataque que sufrió en la campaña por parte del PP.
En el primer round de este año han quedado claras las posiciones, algunas fijadas con firmeza: que el bipartidismo ha sufrido un ligero golpe pero que los nuevos no logran romper; que la gente está muy cabreada con el PP ; que para muchos electores de izquierda el PSOE sigue siendo una alternativa válida, y que a los nuevos se les va mirar con lupa lo que hagan.
No se nos debe olvidar que, aunque la participación ha sido dos puntos más alta que en 2012, aún queda más de un tercio de la población que no votó. Todavía es mucha la desconfianza hacia  la política.      





19 de marzo de 2015

EL FINAL DEL PRINCIPIO



El domingo próximo los andaluces abrimos la larga temporada de elecciones que tenemos por delante este año. Es el final del principio. Esta vez hay expectación por la novedad que supone el irresistible ascenso de Podemos y Ciudadanos con la consecuente  puesta en cuestión del tradicional mapa político que existe desde la transición.

En la campaña electoral esperábamos que las nuevas fuerzas políticas aportaran novedad y que se aportara imaginación, como requiere el nuevo tiempo que vivimos. Esperábamos, yo al menos, que esta campaña se distinguiera por un debate de propuestas, una confrontación de ideas, pero de eso se ha oído muy poco, tal vez porque  no vende en los medios que creen que la política-espectáculo es lo que le gusta a los votantes convertidos en espectadores, por tanto hemos tenido descalificaciones, críticas ácidas y algún que otro rebuzno. Nada nuevo. Yo creo necesario eso  tan poco visto como los debates de ideas, de compromisos serios y contrastados, de confrontación de programas. Pero la basura televisiva del vocerío barato ha contaminado también la seriedad que requiere el análisis político. Y los nuevos también han optado por entrar a ese trapo, en lugar de refrescar el ambiente y que se les vea diferentes ya desde el principio. A lo mejor es que no se puede hacer de otra forma. Así es que la campaña ha transcurrido como siempre, y en los encuentros televisivos, se ha perseguido algo tan estúpido como ganar el debate, como si esa fuera la meta a alcanzar, cuando lo importante es tener la capacidad de convencer con argumentos, sin insultos. Me queda la incógnita del trabajo desarrollado en las redes sociales, pero me pega que también adolecen de lo mismo, de profundidad, al menos las que a mí me llegan.
 Las encuestas nos dicen que el conjunto de la ciudadanía va a dar el mayor respaldo al PSOE pero sin mayoría absoluta; un merecido castigo al PP; una presencia significativa de Podemos; la aparición de Ciudadanos; un descenso de IU y una vez más, la ausencia del Partido Andalucista y de UPyD. Esto dibuja un mapa político nuevo en Andalucía que requiere una estrategia política de diálogo y acuerdos. Si las urnas refrendan las encuestas, la máxima responsabilidad de la gobernabilidad recaerá sobre el PSOE. 

La pregunta que se hacen todos es ¿con quién pactará? O más bien ¿Será posible formalizar un acuerdo de gobierno? La respuesta que tiene todas las papeletas es que no, que no habrá pactos y que no habrá acuerdos de gobierno. En la composición del Parlamento que previsiblemente va a salir, no es imprescindible llegar a pactos para garantizar la gobernabilidad. Dicho de otra manera, no se dan las condiciones para que se repita la pinza entre PP e IU que protagonizaron Arenas y Rejón en 1994. Tampoco sería posible la aplicación de esa teoría enloquecida que defendió el líder de IU de         "Gobernar desde el Parlamento”. Conviene recordar que aquello duró dos años, que fueron muy duros y acabó  mal para sus protagonistas. Por otra parte, nadie va a señalarse ahora en un pacto que defina una posición que le reste posibilidades en todo lo que queda de elecciones este año.
Se puede gobernar en minoría con acuerdos puntuales buscando el consenso en propuestas concretas. No sería la primera vez que se hace en nuestra democracia. Esto exige un trabajo de diálogo permanente y a veces duro  que persiga la búsqueda del acuerdo, pero eso es la esencia del sistema  democrático. Las mayorías absolutas no resisten la tentación de aplicar algo tan antidemocrático como el “vae victis” de los romanos, como si las minorías no representaran a nadie. La derecha lo aplica siempre que puede, un buen ejemplo es el Gobierno actual.
Lo que en Andalucía se atisba es que comienza un periodo nuevo donde se gobernará de otra manera y estoy convencido de que será muy beneficioso para los ciudadanos.