28 de diciembre de 2020

UN MEJOR 2021

 

El año pasado por estos días deseábamos a nuestros familiares y amigos  un feliz y venturoso 2020, ajenos a la tragedia que nos esperaba. Celebrábamos que ya teníamos un nuevo Gobierno estable, después de tanto tiempo de incertidumbre y pusimos nuestras esperanzas en los cambios que prometían para hacer nuestra sociedad más igual, más justa, tal y como figuraba en el pacto de Gobierno que se había firmado. Pero nadie, absolutamente nadie, sospechó lo que nos esperaba, una pandemia como no habíamos conocido antes, que cambió radicalmente nuestras vidas. Hemos conocido tragedias de todo tipo y al mismo tiempo ejemplos heroicos, una sociedad acobardada y una minoría irresponsable que nos ponía en riesgo a los demás. La economía se paró en seco porque la salud era y es lo primero. Ha sido el peor año de nuestra vida.

A pesar de todo el Gobierno ha llevado adelante su programa, con respeto e importantes cambios, al mismo tiempo que combatía la pandemia. No habíamos visto nunca la ferocidad de la oposición de derechas contra las medidas que se tomaban, con una crítica implacable, con insultos y descalificaciones nunca oídas en el Congreso, jaleadas por la caverna mediática. Lo han hecho cuando era el momento de echar una mano en paliar los destrozos que provocaba el virus, un mal que paralizaba el mundo. De hecho han llegado a llamar asesino al Gobierno.

Estos días estamos repitiendo los buenos deseos para 2021. Con la vacuna en marcha, el oro de Bruselas que viene y sin Donald Trump, seguro que será mejor que el 2020. Yo  es lo que les deseo a  ustedes.

  

Columna de opinión en la Cadena SER.

 

17 de diciembre de 2020

LA DESAPARICIÓN DE LOS CINES

 

La industria del cine ha experimentado varios cambios sustanciales en su devenir histórico. En los principios de su existencia surgieron las grandes empresas en Hollywood, un lugar soleado de California  ideal para rodar películas. Allí nacieron MGM, Columbia, Paramount, Fox, Universal, Warner, United Artist  y R.K.O., las llamadas Majors, controlaban no solo la producción de películas sino también la distribución y las salas de exhibición, el negocio completo. Tuvo que intervenir la Administración estadounidense y les aplicó la Ley Antimonopolio, lo que les obligó a renunciar a las salas de proyección. Al mismo tiempo se entabló una lucha feroz entre ellas por acaparar los actores y actrices que habían alcanzado la fama y ficharlas con contratos en exclusiva.

La aparición en escena de la televisión hizo que se modificara el negocio y se tuviera en cuenta la nueva ventana de entretenimiento para diseñar sus estrategias de exhibición. Al mismo tiempo en los años sesenta aparecieron nuevos protagonistas que compraron las grandes compañías con unas intenciones diferentes. La mayoría optaron por unirse a cadenas de televisión, caso de Paramount con CBS, la segunda cadena más importante de EE.UU. Lo mismo hizo Universal con la cadena de radio y televisión NBC. La transformación también afectó a Columbia que fue comprada por Metro Goldwin Meyer, ambas devoradas después por la empresa japonesa SONY. Y apareció en escena como protagonista indiscutible Disney que compró Fox y creó su propia cadena de televisión. Todos estos cambios afectaron al sistema de producción de los grandes estudios. El star system desapareció y aparecieron productoras independientes, algunas de ellas en manos de afamados directores como Francis Ford Coppola y George Lucas que fundan Zoetrope;  Steven Spielberg que crea Amblin Entertainment y posteriormente DremWorks, o Clint Eastwood que en los años sesenta ya había fundado su propia compañía, Malpaso Productions que colaboraba con Warner. Las salas de exhibición también sufrieron un cambio importante, surgieron empresas que se fueron apropiando de las salas y se crearon grandes cadenas para hacer frente a las exigencias que les hacían las productoras y distribuidoras. Los exhibidores independientes fueron languideciendo, algunos refugiados en películas de arte y ensayo, hasta desaparecer.

Esta apretadísima síntesis de más de 100 años de vida de la industria del cine, por supuesto norteamericano que es quién marca la pauta a seguir, tiene como objetivo situar en estos momentos la irrupción de otra importante revolución, la desaparición de las salas de exhibición, aniquiladas por las plataformas de televisión.

Warner Bros, comprada por el gigante de las telecomunicaciones AT&T, ha anunciado que a partir del próximo año todas sus películas las estrenará en la plataforma de su propiedad HBO Max, sin pasar por las salas de cine (HBO Max se podrá ver en España el próximo año).  Ya en 1927 Warner revolucionó el cine con la proyección de la película El cantor de jazz, primera película sonora de la historia. Ahora vuelve a introducir una innovación revolucionaria que ha agitado las aguas de la industria cinematográfica. No ha sido la única productora que innova, ya lo ha hecho Disney estrenando Mulan, en su plataforma antes que en las salas de proyección y vendiéndola a otras plataformas como Rakuten tv. Anuncia que es una excepción debido a la pandemia del  coronavirus que mantiene los cines cerrados o con escaso aforo. Eso han dicho.

 Hasta ahora las plataformas exhiben  películas ya estrenadas con antelación en cines, una condición que ponen las productoras, pero eso está cambiando rápidamente. El negocio está ahora en las proyecciones en streaming  de televisión, porque han hecho las cuentas y se ahorran: las copias de las películas, que aunque ahora sean digitales cuestan un dinero, hablamos de miles de copias; el porcentaje que cobran los distribuidores y exhibidores, más los gastos en promoción y publicidad, entre otros. Todo esto se lo ahorran  utilizando una plataforma de televisión o creando una propia y lo están haciendo a toda prisa.

El fenómeno NETFLIX supone un caso aparte, aunque el resultado sea el mismo, saltarse a las salas de cine. Esta plataforma de streaming se ha olvidado de las productoras tradicionales y ha pasado a producir directamente gran cantidad de películas y series que conforman su  amplio catálogo. La inmensa mayoría son de escasa calidad dirigidas al consumo de un público poco exigente con el único objeto de pasar el rato. Hasta ahora el entretenimiento era la base de sus producciones, diversificándolas entre los diversos países en lo que está presente, pero  recientemente ha dirigido su política a realizar algunos encargos a directores de relieve para producir películas de calidad. En 2018 lo hizo con Alfonso Cuarón que realizó Roma, con la que consiguió tres Oscar, dos Globos de oro y el León de Oro del festival de Venecia. Pero para que fuese admitida en los Oscar, la Academia de Cine exigió que fuese proyectada  en salas, exigencia que cumplió aunque lo hizo en muy pocos cines y durante escasos  días, al mismo tiempo que la exhibía en su plataforma, su negocio no está en la taquilla sino en captar abonados (más de 183 millones de suscriptores en todo el mundo). Es de agradecer a la vieja Academia de Hollywood que mantenga esa exigencia, aunque presumiblemente a ese requisito le quede poco tiempo. A Martin Scorsese le hizo en encargo de El Irlandés una película de la mafia con un reparto impresionante encabezado por Robert de Niro y Al Pacino, que fue estrenada directamente en streaming. Este año ha presentado otra gran producción, Mank, dirigida por otro grande, David Fincher, sobre aspectos biográficos de Herman Mankiewicz, el guionista de Ciudadano Kane. Estos estrenos  presentan un aspecto nuevo en la industria del cine, plataformas de streaming convertidas en productoras  y exhibidoras, todo a la vez. Ahí es dónde está el negocio ahora, adiós a las distribuidoras y a las salas de cine. ¿Cómo se puede competir con la realidad de ver buenos estrenos de películas sentado en tu butaca por un costo mucho menor que una entrada de cine?

El camino emprendido por Warner-HBO, Disney y Netflix ha cambiado el concepto que teníamos del cine, quedar con amigos para salir un fin de semana a ver una película y hacerlo como un acto social, después tomar una copa y charlar sobre lo que habíamos visto. Eso está en vías de desaparición. Solo nos queda comprarnos un televisor con una pantalla más grande y hacernos las palomitas. Es el futuro.

 

7 de diciembre de 2020

UN VIEJO Y PELIGROSO VIRUS

 

El virus que este año nos ha atacado provocando cerca de cincuenta mil muertos hasta ahora, ha cambiado totalmente nuestras relaciones familiares y sociales, nuestra economía, nuestras costumbres, en definitiva nuestra vida. Ha despertado en la mayoría de nosotros el miedo al contagio (siempre hay para nuestra desgracia negacionistas más listos que nadie), miedo a infectar a nuestros allegados o al revés y lo peor, a perder nuestra vida. Esto nos ha hecho reservados y desconfiados, actitudes que produce el miedo.

Esta situación me ha recordado mi infancia en la que también imperaba el miedo, pero era de otra manera. Teníamos que ser también reservados y desconfiados. Las familias cerraban las puertas y ventanas cuando comentaban algunos hechos o circunstancias, porque si se enteraban quiénes no debían se corría un grave peligro. Así era el virus del franquismo, liberticida, cruel y en demasiadas ocasiones, mortal, mucho más mortal que el covid 19. Nada más que en las fosas comunes de Córdoba hay enterrados más de cuatro mil fusilados. Entonces se limitaba la libertad de expresión, comunicación y enseñanza, para “preservarnos” de las malas influencias marxistas o liberales, daba igual, porque eran tóxicas. Ahora la limitación de nuestra libertad se refiere a nuestra movilidad y es para salvarnos la vida, cada virus afecta a cosas distintas y tiene un tratamiento diferente.

Con la aprobación de la Constitución se abrió un régimen de libertades y muchos pensamos que era la ansiada vacuna contra el franquismo, que tanto nos había hecho sufrir y tantas vidas se llevó por delante. No nos fiábamos demasiado de su eficacia, aunque aparentemente funcionara. Teníamos demasiadas reservas a los administradores de la justicia y a las salas de banderas, que seguían intactos. La política sí estaba encauzada, salvo pequeños grupos irreductibles como Falange Española o Fuerza Nueva, que el pueblo las hizo desaparecer en las urnas. Según su costumbre se fueron matando: el despacho de abogados de Atocha fue el ejemplo más cruel de su reacción a la vacuna de la democracia. Todavía tuvieron otra reacción el 23 de febrero de 1981, esta vez sin víctimas mortales.

Durante las décadas posteriores nos preguntábamos dónde se había ido el virus, porque lo que es existir, existía,  nos respondíamos que estaban escondidos en el PP. No nos equivocábamos, salieron a la luz en una segunda ola y crearon  VOX. Muchos votantes fueron infectados y el viejo virus consiguió ser la tercera fuerza política del Congreso.

La virulencia de su lenguaje; la negación de la democracia (Gobierno ilegítimo e ilegal); el uso de los términos Patria y Honor que en sus labios son términos vacíos de contenido; el abuso exagerado de la bandera de todos los españoles, como si sólo fuera de ellos; su insinuación de connivencia con el ejército  (no olvidemos a su secretario general Javier Ortega disparando un arma en una instalación militar), son sus síntomas característicos. Indudablemente el virus ha vuelto con fuerza aunque la verdad es que nunca se fue, sólo estuvo escondido esperando la oportunidad de salir a la luz. Lo más grave es que la vacuna que se utilizó en 1978 ahora no sirve, se han inmunizado, es más, la están utilizando para crecer.

El PP también se ha visto afectado por el virus franquista, que al abandonar sus filas le ha provocado un gran estropicio y, lo que es más importante, lo ha sumido en la incertidumbre al quitarle un bastón en el que se apoyaba. Ahora no atina con la estrategia a seguir, aunque apuesta por rivalizar con los infectados  para ver quién es el más auténtico. Vano intento, porque en la época en que el virus estaba escondido los dirigentes populares se decantaron por ser un partido de centro derecha, de lo que hicieron gala y ahora la patente extremista la tiene VOX, que siempre irá por delante marcando la pauta con acciones o manifestaciones más bestias y la sensación que los populares dan ahora es que van del ronzal del que tiran los neofranquistas. El camino elegido por Casado y los suyos sólo alcanza para ser el eco de los portadores del virus. Abandonar el territorio de los no contaminados es un grave error, a no ser que su pretensión sea contaminarnos a todos para volver a las andadas de las trincheras que es lo que VOX quiere. La coincidencia del discurso de ambos líderes en la pasada  conmemoración del día de la Constitución, es la prueba más evidente.

Las últimas manifestaciones y escritos que se han publicado por antiguos miembros de las fuerzas armadas demuestran que estaban ocultos en  el seno del Ejército, como todos sospechábamos, ahora aparecen intentando atemorizar a los demócratas sanos como hacen los zombies de Walking Dead. Amenazan con fusilamientos masivos como hicieron en la primera ola, pero ahora es muy distinto, pertenecemos a la Unión Europea, un ente supranacional del que emanan directrices políticas, económicas y jurídicas de las cuales dependemos. Y pertenecemos a la OTAN, dónde desarrolla una gran actividad nuestro ejército, el de todos los españoles, que ha tenido que aprender idiomas y relacionarse con las fuerzas armadas de otros países. En esos contextos es muy difícil que el virus se desarrolle con facilidad, por más que encuentre otros aliados en el marco europeo.

Limitar la expansión de este viejo virus que propaga el odio, está en nuestras manos. Desgraciadamente no tenemos vacuna pero sí tratamiento. Debemos mantener la distancia social, como con los zombies de la serie de televisión y combatir sus mentiras con argumentos  que convenzan a la sociedad para continuar derrotándolos en las urnas. En segundo lugar, recomendar al Gobierno que continúe con sus políticas sociales y que se expliquen bien a la sociedad, es necesario combatir las mentiras que emplean los portadores del virus como si fuesen verdades. Esto exige un esfuerzo de pedagogía de los miembros del Gobierno. En tercer lugar los demócratas sanos y sus organizaciones sociales, sindicales y ciudadanas tenemos que hacer también públicas manifestaciones de las ventajas que tienen las medidas que toma el Gobierno, al objeto de crear una opinión pública que actúe de freno para que el virus no se convierta en pandemia.    

 ¿Quién dijo que era fácil luchar contra dos virus a la vez? Pero es lo que toca.