21 de febrero de 2010

Vuelve la Iglesia de Franco

El pasado jueves día 18, el arzobispo de Sevilla Juan José Asenjo convocó un encuentro con los medios de comunicación a las 12 de la mañana, en el palacio episcopal de Córdoba, para informar del nombramiento del nuevo obispo de la diócesis. Al dar comienzo el acto monseñor Asenjo, dado que era mediodía, invitó a los periodistas al rezo del ángelus; a un periodista de la Cadena SER que permaneció sentado, monseñor le instó a ponerse en pie por dos veces, haciéndole un gesto con la mano.

Lo primero que hay que precisar es que la convocatoria no se hacía para asistir a un acto religioso, ni se celebraba en un recinto sagrado, ni constaba que los asistentes tenían que ser católicos; tampoco figuraba en el motivo de la convocatoria el rezo del ángelus y mucho menos la obligación de participar. En segundo lugar, si monseñor tiene la costumbre de rezar el ángelus, podría haberlo hecho en privado y convocar a los periodistas instantes después. Sin embargo, no lo hizo así, es decir, el acto fue premeditado y provocado adrede. Sorprende la falta de cortesía y respeto con que se comportó monseñor, aunque la jerarquía eclesiástica no deja de sorprendernos en su desmedido afán de imponer sus reglas a la sociedad. En la dictadura no hubiera llamado la atención una actitud como esta, es más, el ángelus se rezaba todos los días en Radio Nacional en el "parte" de las 12. Esos son los tiempos que la Iglesia quiere recuperar, los de la creencia única, así como el resto de privilegios de los que disfrutaba con Franco: el poder civil al servicio del religioso. A la Iglesia no le gustan las libertades, ni el pluralismo, ni la igualdad, ni el respeto al diferente, no le gusta la democracia, cuna del libertinaje. Le gusta imponer sus principios, humillar; lo que monseñor hizo en la rueda de prensa fue un acto de soberbia. ¿Qué dirían si en una rueda de prensa del PSOE o del PCE se obligara a cantar, o escuchar, la Internacional? Sí, es lo mismo, un gesto de absoluta intolerancia. Para buscar integrismos religiosos –parafraseando a Aznar– no hay que ir a las lejanas montañas de Afganistán, o a los desiertos de Mali o Argelia, basta con darse una vuelta por algunas parroquias de aquí.

Poner a esta Iglesia en el lugar que le corresponde en un Estado democrático no es tarea fácil, los privilegios consolidados durante siglos tardan mucho tiempo en desaparecer y más aún si cuentan con un brazo político que los defienda. Los pasos que se dan desde el Estado para su integración en la democracia son excesivamente lentos y demasiado cautelosos. Mientras tanto, la Iglesia se manifiesta con una beligerancia arrogante ante cualquier tímido avance de normalización democrática: la desaparición del crucifijo en las aulas, la asignatura de Educación para la Ciudadanía, la religión en los colegios… A la vez que nos avasallan y nos humillan, pelean por recibir más dinero de los Presupuestos Generales del Estado, es decir, de todos nosotros. Ante esta situación no es de extrañar que nos obliguen a rezar a todos con la mayor impunidad.

Los medios de comunicación son una parte muy importante del sistema de libertades y el reflejo de una sociedad plural como debe ser la nuestra. Sorprende el escaso relieve que le han dado a este hecho. Sólo fue motivo de análisis y comentario en Radio Córdoba, donde el periodista relató cómo fue presionado por monseñor para que participara en el rezo. Cuesta creer que no lo hayan hecho por considerarlo de poco interés para el público, pero mucho peor es pensar que no lo han hecho por temor a incomodar. Si esto pasa una vez y no ocurre nada, ni siquiera una tímida protesta, advierto a los periodistas que acudan a las ruedas de prensa que se vayan preparando para la liturgia de las horas. Si la convocatoria es por la mañana el rezo de laudes; a mediodía, ya saben, ángelus, y si convocan por la tarde, vísperas. No creo que convoquen a las horas en que se rezan maitines y completas, aunque con esta jerarquía eclesiástica, que comanda Rouco, nunca se sabe hasta dónde se llegará.

11 de febrero de 2010

Juicio a Garzón


Hay mucha gente que le tiene ganas a Baltasar Garzón, especialmente la derecha, ese entramado político, mediático, judicial y social que configuran un frente lleno de agresividad, resentimiento y odio hacia todo lo que sea diferente a lo que ellos piensan, siempre rebosantes de testosterona que ponen de relieve cada vez que hablan o hacen algo. Pues bien, esa gente está muy contenta porque han emplumado a Garzón y, por si fuera poco, lo han hecho por querer investigar los crímenes del franquismo y, el colmo, la denuncia la ha puesto una organización de extrema derecha, Manos Limpias y la ha apoyado Falange Española de la JONS. ¿Qué más se puede pedir? Sólo falta que lo procesen, lo condenen y lo echen de la judicatura. ¡Lástima que esta democracia haya desterrado la edificante costumbre de fusilar!

Ya hace tiempo que los herederos de la Dictadura andan detrás de Garzón porque es un personaje que molesta demasiado, no en vano consiguió retener a Pinochet y conseguir con ello que Chile lo procesara, les irrita su dedicación a perseguir los crímenes contra la Humanidad en cualquier lugar que se hayan cometido, y por supuesto en la España de Franco. A esto se une que muchos de sus colegas no toleran su popularidad y su reconocimiento por los foros de juristas internacionales. Al parecer han pensado que ha llegado el momento de que las pague todas juntas. Para eso el juez instructor del Supremo, Luciano Varela, que es de los que le tienen ganas, apoyándose en una denuncia presentada por la ultraderecha antidemócrata y tras ocho meses de trabajo, ha concluido que cuando Garzón pretendía investigar sobre las víctimas del franquismo, incumplió la Ley y ha dictado un auto donde le atribuye un delito de prevaricación con la pretensión de echarlo de la carrera judicial. Con los espectáculos bochornosos que están dando los jueces, ¿alguien puede pensar que el interés que guía al juez Varela es hacer justicia?

Esta actuación judicial no se puede justificar con tecnicismos jurídicos, eso sólo es una excusa para sentar en el banquillo y condenar a Garzón, al que la fiscalía no acusa porque no ve que haya cometido delito alguno. Y si alguien, con dos dedos de sensatez, no le pone remedio, nos encontraremos con el espectáculo del proceso de un juez cuya única acusación la ejerce la extrema derecha franquista por haber cometido un supuesto delito relacionado con la investigación de la represión franquista. ¿No hay nadie que le diga a esos jueces, enfermos de venganza, que esta situación no se puede tolerar en democracia? ¿Que no se pude utilizar un asunto como éste para un ajuste de cuentas personal?

Es el momento de que los jueces con sentido común intervengan, este asunto nos incumbe a todos los demócratas y el daño y el descrédito que produciría en la judicatura sería irreparable.

Memoria histórica



Se han publicado las conclusiones del trabajo que sobre localización de fosas comunes en Andalucía ha realizado el catedrático de la Universidad de Almería, Fernando Martínez López. Ha sido un encargo de la Junta de Andalucía y diversas asociaciones de la Memoria Histórica. Las cifras y los datos son espeluznantes. Se han localizado 595 fosas, el número de fusilados supera los 50.000, muchos de ellos torturados antes de morir, se cuentan hechos de una crueldad inconcebible, como el de Encarnita Magaña, una chica de 20 años fusilada en 1942 por repartir escritos con noticias de la Segunda Guerra Mundial que había transmitido la BBC; o las de las 17 mujeres de Guillena (Sevilla) que fueron rapadas, purgadas con aceite de ricino, paseadas en un camión y finalmente fusiladas en Gerena, y todo por ser esposas de miembros de la CNT. O el ensañamiento que demuestran los restos encontrados en La Puebla de Cazalla (Sevilla). Historias como éstas sabíamos que se habían producido porque desde pequeños las hemos oído contar en voz baja y con mucho miedo a familiares de las víctimas. Este tipo de trabajos que se realizan en aplicación de la Ley de Memoria Histórica pone de manifiesto el trabajo de reparación que aún queda por hacer, y hasta tanto no se termine no se cerrarán del todo las heridas de la Guerra Civil. Pero al parecer, los herederos de los vencedores no lo quieren así, les molesta todo lo que sea revelar la brutalidad del franquismo. Son incapaces de comprender que no se trata de venganza, ni siquiera de hacer justicia, sólo que se reconozca que esas atrocidades se cometieron, que las familias deben dar una sepultura digna a sus muertos, que se despojen de los honores que se concedieron a los asesinos y que se cierre definitivamente la etapa más negra de nuestra Historia. Pero los herederos del odio no piensan así, ahora quieren acabar también con el juez Garzón por querer investigar estas atrocidades. Hay que aniquilar al que piensa distinto. ¿Llegará algún día en que seamos adversarios y no enemigos?