20 de abril de 2015

LA TRAGEDIA DE LA INMIGRACIÓN



Ayer huyendo del terror, de la persecución y del hambre, más de 900 personas, de ellas 200 mujeres y 50 niños, perdieron la vida  en aguas del Mediterráneo, cuando se hundió el barco en el que navegaban desde la costa de Libia  a la Europa de la esperanza y la fortuna. En lo que va de año más de 1.600 personas han encontrado la muerte ahogadas en la búsqueda de un futuro para sus vidas y las de sus hijos. Ya van un total de 3.600 en los últimos tres años, no se cuentan los que se ahogaron sin que nos enteráramos, se rescatan cuerpos del mar sin saber nada de su embarcación. Eso, sólo en las aguas próximas a Italia. No sabemos cuántos pierden la vida intentando llegar a las costas de nuestro país, o intentando cruzar las fronteras de otros Estados por medios insospechados, pero en todos se juegan la vida.
No podemos ni debemos mirar esto con indiferencia ni despacharlo  con un comentario de aparente horror. Porque no son simples cifras, son personas desesperadas que buscan, como cualquiera, un alivio en sus vidas ¿Hemos pensado por un instante  lo que sentiríamos si estuviésemos en su situación?
Tenemos que exigir a los responsables europeos, a la Comisión y al Parlamento, por todos los medios a nuestro alcance, que tomen medidas que frenen esta tragedia. Y eso pasa, necesariamente, por mejorar   la situación en los países de origen, porque este problema no se resuelve poniendo barreras. Es una tarea eminentemente política, no policial. Hay que ayudar a resolver los conflictos que destruyen algunos países, hay que establecer ayudas para promover el crecimiento económico en los países subsaharianos, en vez de explotar sus escasos medios con la venta de armas y el expolio de sus recursos.
En la UE se ha hecho una política que fomenta la competitividad y el individualismo, en contra de los valores de equipo y la solidaridad, lo que ha provocado el aumento de la xenofobia y el racismo y como consecuencia, el crecimiento de los valores de la extrema derecha, el fascismo y el nazismo.
Una responsable política del partido de Berlusconi ha dicho que lo que tiene que hacer el Gobierno italiano es hundir estos barcos para evitar que lleguen a suelo italiano. No es broma. Y todavía nadie la ha cesado.
 (Columna de opinión en la Cadena SER)











18 de abril de 2015

Las viejas formas

Es estos tiempos de cambio en el que nos encontramos, sorprende extraordinariamente que los que asumen responsabilidades políticas no se enteren de lo que la sociedad demanda. Pero  sería peor aún  que no se quieran enterar.
Sin duda Andalucía se ha convertido en un campo de pruebas para los acontecimientos electorales que nos esperan este año. El ser la primera ha despertado expectación, pero ese mismo hecho también produce una importante distorsión en las estrategias de los partidos, en los viejos y también tristemente en los emergentes.  El comportamiento posterior de las fuerzas políticas, especialmente en estas tareas primeras de ordenar el Parlamento y elegir Gobierno, está condicionado por lo que aún queda por delante y todos tienen el temor de que la decisión que adopten les perjudique en las futuras confrontaciones electorales. ¿Dónde quedan los intereses de los andaluces?
La formación del nuevo Parlamento y la elección de la Mesa, nos brindó la primera oportunidad de saber si los representantes ciudadanos habían tomado nota de lo que había manifestado la gente en las urnas. Y no, no se han enterado de nada.
El PP que ha recibido un duro castigo en las urnas, pierde 17 escaños su peor resultado desde 1982, ha montado una bronca que nos ha abochornado a todos. Sus representantes han demostrado una vez más que la chulería, la prepotencia y su incapacidad de diálogo  está en su ADN. No pueden evitar ser así.
Las imágenes de la Cámara nos enseñaban, por un lado la bronca montada por el Portavoz del PP  y respondida por el Presidente de la Mesa de Edad, el socialista Luis Pizarro que aplicó el Reglamento, como era su obligación; y por otro la crispación que se reflejaba en las caras de los parlamentarios de la derecha. Y ese debate bronco se producía por conseguir un representante en la Mesa, un asunto que para nada nos inquieta a los andaluces.
En la negociación para elegir a Susana Díaz como Presidenta de la Junta, hemos oído hablar de “líneas rojas”, como exigencia previa. Las han marcado Podemos y Ciudadanos. Exigen que los expresidentes Chaves y Griñán renuncien a sus escaños en el Congreso y el Senado, ¿qué tiene que ver eso con la solución al problema del paro, la mejora de la sanidad y la educación? ¿Por qué no empiezan por exigir “líneas azules”? Lo que esperábamos era que condicionaran su apoyo a la exigencia de aplicar medidas para mejorar el problema del empleo, una mayor inversión para mejorar la calidad de la enseñanza pública, una mejora en la atención sanitaria, una mayor inversión en vivienda pública, en definitiva, que exigieran un programa de gobierno que fuera en la línea de mejorar nuestra calidad de vida. Es lo que han pedido los sindicatos y las organizaciones sociales.  Es muy triste ver cómo los que dicen representar el descontento ciudadano, han entrado, nada más empezar, en las viejas tácticas de siempre, velar por sus intereses partidarios, no hacer nada que pueda perjudicarles en las próximas elecciones, aunque el coste sea que los andaluces no tengamos Gobierno.  Mantengo la esperanza de que, en las negociaciones que comienzan ahora, las exigencias se centren en las medidas que el Gobierno debe adoptar para paliar el destrozo que el PP ha hecho en nuestras vidas.  Si se centran en eso, sabremos que han entendido el mensaje de los ciudadanos y que la política debe discurrir por otros cauces tendentes a resolver nuestros problemas y no sus estrategias electorales.