LA TRAGEDIA DE LA INMIGRACIÓN
Ayer huyendo del terror, de la persecución y del hambre, más de 900 personas, de ellas 200 mujeres y 50 niños, perdieron la vida en aguas del Mediterráneo, cuando se hundió el barco en el que navegaban desde la costa de Libia a la Europa de la esperanza y la fortuna. En lo que va de año más de 1.600 personas han encontrado la muerte ahogadas en la búsqueda de un futuro para sus vidas y las de sus hijos. Ya van un total de 3.600 en los últimos tres años, no se cuentan los que se ahogaron sin que nos enteráramos, se rescatan cuerpos del mar sin saber nada de su embarcación. Eso, sólo en las aguas próximas a Italia. No sabemos cuántos pierden la vida intentando llegar a las costas de nuestro país, o intentando cruzar las fronteras de otros Estados por medios insospechados, pero en todos se juegan la vida. No podemos ni debemos mirar esto con indiferencia ni despacharlo con un comentario de aparente horror. Porque no son simples cifras, son personas desesperadas que buscan, c