LA TRAGEDIA DE LA INMIGRACIÓN



Ayer huyendo del terror, de la persecución y del hambre, más de 900 personas, de ellas 200 mujeres y 50 niños, perdieron la vida  en aguas del Mediterráneo, cuando se hundió el barco en el que navegaban desde la costa de Libia  a la Europa de la esperanza y la fortuna. En lo que va de año más de 1.600 personas han encontrado la muerte ahogadas en la búsqueda de un futuro para sus vidas y las de sus hijos. Ya van un total de 3.600 en los últimos tres años, no se cuentan los que se ahogaron sin que nos enteráramos, se rescatan cuerpos del mar sin saber nada de su embarcación. Eso, sólo en las aguas próximas a Italia. No sabemos cuántos pierden la vida intentando llegar a las costas de nuestro país, o intentando cruzar las fronteras de otros Estados por medios insospechados, pero en todos se juegan la vida.
No podemos ni debemos mirar esto con indiferencia ni despacharlo  con un comentario de aparente horror. Porque no son simples cifras, son personas desesperadas que buscan, como cualquiera, un alivio en sus vidas ¿Hemos pensado por un instante  lo que sentiríamos si estuviésemos en su situación?
Tenemos que exigir a los responsables europeos, a la Comisión y al Parlamento, por todos los medios a nuestro alcance, que tomen medidas que frenen esta tragedia. Y eso pasa, necesariamente, por mejorar   la situación en los países de origen, porque este problema no se resuelve poniendo barreras. Es una tarea eminentemente política, no policial. Hay que ayudar a resolver los conflictos que destruyen algunos países, hay que establecer ayudas para promover el crecimiento económico en los países subsaharianos, en vez de explotar sus escasos medios con la venta de armas y el expolio de sus recursos.
En la UE se ha hecho una política que fomenta la competitividad y el individualismo, en contra de los valores de equipo y la solidaridad, lo que ha provocado el aumento de la xenofobia y el racismo y como consecuencia, el crecimiento de los valores de la extrema derecha, el fascismo y el nazismo.
Una responsable política del partido de Berlusconi ha dicho que lo que tiene que hacer el Gobierno italiano es hundir estos barcos para evitar que lleguen a suelo italiano. No es broma. Y todavía nadie la ha cesado.
 (Columna de opinión en la Cadena SER)











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