19 de enero de 2016

¿POR QUÉ NO SE CALLAN?



Estamos en un momento político inédito en los casi cuarenta años de democracia posfranquista. Los electores han decidido formar una situación compleja y novedosa que para resolverla se requiere talento político, prudencia y un difícil equilibrio entre los programas que  cada partido se comprometió a cumplir y la necesidad de encontrar puntos de entendimiento. Una situación sumamente delicada que es contemplada por la ciudadanía con el máximo interés y donde los gestos y las declaraciones se analizan exhaustivamente para intentar averiguar por dónde se encamina el futuro. Eso sin contar la presión que pone la situación en Cataluña.
Los medios de comunicación y la miríada de comentaristas y tertulianos, opinan sin descanso con el objetivo de influir para que la solución sea acorde con sus intereses, por no hablar de los poderes económicos que nos aterran con las posibles alianzas contrarias a sus intereses. Todo el mundo presiona sin descanso. Y sin duda el más presionado es el PSOE y su secretario general Pedro Sánchez porque todos hemos entendido que  la solución está en manos de los socialistas. Sin duda los pasos que han dado hasta ahora indican, sin ningún género de dudas, que las ideas están claras  y han sido expresadas de forma reiterada: en ninguna circunstancia apoyar al Partido Popular; propuestas para reparar lo que el Gobierno de Rajoy ha destrozado; postura firme en contra del independentismo catalán; mano tendida para dialogar con la izquierda y con Ciudadanos, si se aviene, para formar un Gobierno estable. Es decir, una postura razonable cuyo éxito dependerá de que los demás también se pronuncien y  muevan ficha.
En estas circunstancias, es incomprensible la actitud de algunos dirigentes regionales del PSOE que discuten ante todos los micrófonos que les ponen por delante, sus discrepancias con el secretario general, como si sus planteamientos fueran distintos de los que se fijaron por su Comité Federal. Lo último, por ahora, ha sido la ayuda prestada para que los partidos catalanes puedan formar grupo parlamentario en el Senado. ¿Acaso no estamos hablando de la necesidad de favorecer el diálogo? ¿No ha expresado el PSOE su discrepancia con la actitud cerrada del PP, negándose a dialogar con los responsables políticos catalanes? ¿No se ha defendido hasta la saciedad que es necesario tender puentes y no abrir zanjas? Eso ha sido un gesto que supongo tendente a propiciar un clima en el que sea posible empezar a hablar, que no condiciona nada y que marca un cambio de rumbo absolutamente necesario y que ha sido defendido por el PSOE.  Causa una profunda preocupación que estos dirigentes lenguaraces demuestren tanta miopía política y no hayan entendido la gravedad de la situación y la enorme dificultad que entraña resolverla. Para justificar esta actitud se argumenta que en el  PSOE, y en la izquierda en general, se discute y confrontan distintas opiniones, y que eso es bueno porque resalta la pluralidad y la libertad de expresarlas. De acuerdo, pero todo tiene su espacio y su momento, en el máximo órgano de dirección se fijaron las líneas maestras que deben definir la estrategia política y es ahí donde se exponen las discrepancias, se argumentan y al final se acuerda democráticamente el camino a seguir, pero las circunstancias que van surgiendo las interpreta la dirección, que para eso está. Y que se sepa no se ha salido del guión aprobado. El momento de discrepar públicamente no es ahora, cuando comienza una etapa dónde se precisa de todo el margen de confianza y todo el apoyo posible. Se supone que, después de haber celebrado unas primarias, hace unos meses, se ha elegido a la persona más capacitada en la que depositar la confianza en su buen hacer, ahora le corresponde al secretario general y a la dirección resolver. Estoy convencido de que serán consultadas todas las baronías antes de dar pasos importantes, pero no en todos los casos, que se sepa el PSOE no es un partido asambleario ¿Qué se pretende cuando se manifiesta públicamente la discrepancia con algunas decisiones que se han tomado? ¿Acaso no se es consciente de la perplejidad y el desafecto que provocan en el electorado? O lo que es realmente grave ¿Se pretende impedir que  Pedro Sánchez pueda formar Gobierno? La lealtad dicta que esas discrepancias se deben manifestar utilizando la línea directa que todos tienen con la dirección federal. Ya llegará el tiempo de los micrófonos, pero ahora toca estar públicamente callados y pensar que el futuro del Estado depende de la prudencia y del buen hacer de los socialistas.

3 de enero de 2016

LAS ELECCIONES NO HAN TERMINADO



A estas alturas postelectorales y vistas las posiciones que han adoptado los distintos partidos políticos es evidente que, de no mediar algún hecho insólito, nos encaminamos a otra convocatoria electoral. Esto no ha terminado. Es un hecho sin  precedentes en los casi cuarenta años de democracia, fruto del debilitamiento del bipartidismo y de la irrupción en el mapa político de dos nuevos partidos que no han alcanzado el respaldo  suficiente para liderar la nueva situación. Un mapa complicado que se acostumbra a resolver con solvencia en otros países con mayor tradición democrática que supone, exactamente, mayor capacidad de diálogo. Esto   no significa que las circunstancias que posibilitan los acuerdos en otros países se den  aquí. Más que nuestra inexperiencia en este tipo de situaciones, lo que hace imposible el acuerdo, además de los números, es, por un lado. la degradada situación económica y social a la que nos han conducido las políticas del PP que hace imposible cualquier acuerdo con los autores de este desastre, por otro lado el problema territorial que se plantea en Cataluña y las prisas de Podemos por conseguir, cuanto antes, la hegemonía en la izquierda. Esto es lo que hace muy difícil que la situación tenga otra salida que no sea la repetición de las elecciones, dónde todos confían en mejorar posiciones.
En estas circunstancias sorprende de forma alarmante la situación interna del PSOE como consecuencia de  la escasa o nula talla política de algunos de sus dirigentes. Contemplamos con asombro e incredulidad las maniobras de algunos barones regionales empeñados ¡ahora! en acabar con Pedro Sánchez. ¿Cómo es posible que en estos momentos, con una situación política inédita, difícil y preocupante para los ciudadanos, se enfrasquen en una guerra cainita? Una guerra absurda y sin sentido que está causando un daño terrible.
La ambición es una condición necesaria para poder ejercer la política, como también lo es la paciencia para poder elegir los tiempos más oportunos para actuar y  cualquier lego en estas lides sabe que no es el momento de organizar trifulcas internas que a nadie le interesan y que le debilitan ante el electorado. También es de sentido común que, aunque corresponda por calendario hacer un Congreso, la razón dicta que ahora no toca, que eso hay que dejarlo para cuando la situación del país se aclare porque la prioridad de una fuerza política de izquierdas es el interés general de sus ciudadanos. El Comité Federal ha hecho sus tareas, ha  fijado las condiciones para establecer acuerdos con otras fuerzas políticas, como son posicionarse en contra de que Rajoy pueda salir elegido Presidente y defender la unidad territorial del Estado. De esta manera se evitan las fuertes presiones para que se acepte la Gran Coalición con el PP,  porque cualquier otra alianza lógica no suma los votos necesarios para formar Gobierno. Una vez fijada, casi por unanimidad, la posición política, lo que toca es concentrarse, cara a unas próximas elecciones, en hacer un esfuerzo titánico para convencer a los ciudadanos de que el PSOE es una fuerza política con una sola voz  que les garantiza la recuperación de los derechos perdidos y las reformas necesarias para que la derecha no vuelva a cometer las tropelías con las que nos ha castigado estos últimos años, además de ser el garante de la unidad de España desde el reconocimiento de la pluralidad de los distintos territorios.
El empeño de algunos de utilizar la fecha del congreso y a Susana Díaz como ariete para desestabilizar el Partido, me trae a la memoria el final de una magnífica película de Raoul Walsh de 1949  AL ROJO VIVO, en ella un gánster sanguinario interpretado por James Cagney, perseguido por la policía se refugia en lo más alto de un gran depósito de combustible al que él mismo dispara intencionadamente provocando un enorme incendio que lo devora. Entre las llamas exclama “¡Lo conseguí, he llegado a la cima del mundo!”.
La ambición por alcanzar la cima del poder de manera torticera  conduce a destruir la confianza y los apoyos que se necesitan para que el PSOE cumpla su objetivo de ser el instrumento útil que la sociedad necesita.