14 de noviembre de 2019

A EMPUJAR


La noticia de que ya se ha llegado a un acuerdo entre PSOE y UP para formar un Gobierno ha sorprendido a todos. Primero por la rapidez con que se ha producido  (menos de 48 horas), lo que contrasta con las dificultades insalvables que se arrastraban desde hacía meses, y en segundo lugar por el brusco cambio de actitud de sus líderes, que han pasado de la confrontación al abrazo. Tenemos que celebrar que se haya producido ese fenómeno que encauza la solución del grave problema que atravesamos. Aún queda mucho camino pero lo más importante es que se ha comenzado a recorrer aunque no va a ser nada fácil, salvo que los dirigentes de los restantes partidos políticos, que serán necesarios para dar estabilidad, tengan también la altura de miras de que lo primero ahora es la gobernabilidad de España.
 El panorama de la política nacional ha cambiado sustancialmente. Se ha terminado  el bipartidismo al que estábamos acostumbrados. El voto a la izquierda del socialismo, representado por IU, nunca llegó a tener o bien la fuerza suficiente como para influir en las políticas socialdemócratas o la intención de hacerlo cuando pudo, ya que colocaba al PSOE en la misma orilla que  el PP. Por el contrario la derecha consiguió aglutinar en torno a los populares las posiciones más diversas, desde los liberales hasta los franquistas. Este esquema ha funcionado durante décadas en la nueva democracia española, hasta que con motivo de la brutal crisis económica del 2008, surge el 15M y su concreción en PODEMOS, nace con fuerza, devora a IU y ahora sí pone en cuestión el status bipartidista. A esto se uniría después la división de la derecha con el nacimiento de CIUDADANOS y desde el 10N el brutal incremento de la extrema derecha.
Esta realidad ha costado trabajo  admitirla, aunque ya se había producido en Ayuntamientos y Comunidades Autónomas. La realidad es que  nos podemos olvidar de las mayorías absolutas  y de los gobiernos en solitario a los que estábamos acostumbrados. De ahí la importancia del acuerdo tomado el pasado día 12 entre las fuerzas de la izquierda. Se ha realizado con rapidez porque era la única solución posible, puesto que no se podían volver a repetir otra vez las elecciones, a esto se añade  el peligro que entraña el crecimiento inusitado del neofranquismo.
El  Gobierno que se forme lo hace en unas condiciones  muy duras y será acosado desde distintos frentes políticos, económicos y sociales que no van a escatimar medios para derribarlo cuanto antes.
Lo primero que tienen que tener presente sus miembros es que deben  formar UN SOLO GOBIERNO.  Para resistir los duros ataques que le esperan solo es posible desde una férrea unidad de acción. Todos tienen que defender con firmeza todas las decisiones que se adopten, aunque no sean las propias. Eso exige una fuerte  cohesión entre sus miembros y evitar en todo lo posible  que las discrepancias que surgirán entre los socios, provoquen una crisis.
Esto último es especialmente importante porque van a recibir ataques furibundos desde diversos ángulos que pretenderán dividirlos. Ya han comenzado con una ferocidad inusitada, con durísimos mensajes en las redes sociales. La derecha es así, cuando no gobierna ataca sin freno y harán lo imposible por demostrar el desastre que supone ser gobernados por la izquierda. Esta vez el PP se verá reforzado por los neofranquistas que serán aún más bestias (ya dicen que volveremos a la cartilla de racionamiento).
Cuentan con los medios de comunicación afines que ya están en campaña de descrédito que acentuarán a medida que se vaya conformando el Gobierno y estallarán cuando se empiece a tomar decisiones.
Al poder económico, los bancos y las grandes empresas del IBEX, no les gusta nada el pacto acordado, desconfían de que unos rojos bolivarianos estén en el Gobierno y tomen medidas que afecten al control que ellos ejercen tradicionalmente sobre la política, o directamente perjudiquen sus intereses. También van a hacer todo lo posible para acortar cuanto antes la existencia de este Gobierno.
Tampoco  conviene despreciar el hecho de que en el interior de las filas de ambos partidos hay sectores que no ven con buenos ojos la compañía del socio.
Y luego está en incendio de Cataluña que merece un análisis aparte. A todo esto que hay que añadir la inquietud que despierta la amenaza de una próxima crisis económica que se dibuja en el panorama.
Se puede afirmar que la situación no es la más propicia para ensayar por primera vez, un Ejecutivo de coalición porque para este momento se requiere un Gobierno fuerte, cohesionado y alejado de experimentos inciertos. Pero la ciudadanía ha repartido cartas y hay que jugar con las que han tocado.
 Lo más importante es que los votantes de la izquierda se movilicen y defiendan en las redes, en los medios de comunicación, en la calle, en los bares, en todos los ámbitos sociales,  las decisiones del Gobierno. Las circunstancias requieren todo el apoyo posible del espectro progresista. No es el momento de fijarse en las diferencias, hay que tener siempre presente que el fracaso de este Gobierno trae consigo que en el próximo esté el neofranquismo. En este envite nos la jugamos todos.


12 de noviembre de 2019

A FORMAR GOBIERNO


Después del resultado electoral del  10N  apenas han variado las condiciones para formar gobierno, que era además lo que se preveía que iba a ocurrir. Lo que se ha producido es un serio reajuste en la derecha, Ciudadanos casi desparece y los 47 escaños que pierde se lo reparten entre el PP y los neofranquistas de VOX  que sube más del doble. Ahora se presenta una situación más difícil que la del pasado mes de abril, porque ésta es la última oportunidad, no es posible otra repetición electoral. Esto tiene que terminar en la formación de un Gobierno de forma inapelable, lo contrario nos sumiría en las tinieblas del neofranquismo. La izquierda ha perdido escaños, UP de forma notable, y sus líderes políticos  tienen que asumir como necesario, que para conseguir conformar un gobierno hay que rebajar los listones de las exigencias, que el resultado será un programa de mínimos con renuncias a una parte  de sus programas electorales, que no deberá haber imposiciones ni trágalas, que se deberán acordar las discrepancias y que se disponga de la voluntad de hacer que  el Gobierno  dure a ser posible cuatro años. Ahora el objetivo no es mantener las esencias ni el honor, por encima de eso, lo fundamental, es que haya un Gobierno que impulse las reformas necesarias y urgentes que llevan demasiado tiempo pendientes. Las cuentas no salen, los escaños son menos que antes que tampoco sumaban, y la composición del Congreso es mucho más atomizada lo que obliga a una tarea ingente de negociación, pero es la única solución posible.
 Conseguirlo ayudaría extraordinariamente a rebajar la tensión que existe, a suprimir trincheras que los neofranquistas levantan,  como respuesta a las que han construido los independentistas catalanes y que ha sido la razón más importante que les ha hecho crecer. En estos momentos, la única posibilidad de apaciguar los ánimos y debilitar a las fuerzas extremistas, es conseguir un gobierno con un amplio respaldo que nos haga avanzar en igualdad y progreso.  Los mensajes que lanzan desde VOX producen escalofríos por su brutalidad. Esa música trae recuerdos de la etapa más negra de nuestra historia, pero han conseguido embaucar a mucha gente que no la conoció. Ese es el peligro cierto que nos acecha,  el fin de nuestro sistema de libertades, nada más y nada menos.
Hay que recordar que este desasosiego que nos intranquiliza no lo tendríamos si en el debate parlamentario  de investidura, Pablo Iglesias no hubiera rechazado el ofrecimiento de Pedro Sánchez  a UP de formar parte de un Gobierno de coalición con una Vicepresidencia y dos Ministerios. Hoy estarían gobernando, el PP seguiría hundido y VOX no tendría la fuerza que tiene hoy. Esperemos que se haya tomado nota del error que supuso aquella decisión y de las consecuencias que ha traído para no volver a repetirlo.