18 de octubre de 2021

MÁRTIRES

 

La Real Academia define mártir como: “persona que muere o sufre grandes padecimientos en defensa de sus creencias o convicciones”.

El pasado sábado la Iglesia celebró en la Mezquita-Catedral un acto solemne por la beatificación que el Vaticano había concedido a 127 personas, por ser mártires de la guerra civil.

Es justo que una comunidad, en este caso la católica, rinda homenaje a las personas que sufrieron la muerte por sus creencias. Y además lo haga con gran solemnidad, con el reconocimiento y el apoyo de la sociedad creyente. Un acto que además sirvió de exaltación de los valores católicos.

En los dos cementerios de Córdoba hay enterradas en fosas comunes y sin identificar, más de 4.000 víctimas, hombres y mujeres de Córdoba, de otros lugares de España y algunos de otros países. Fueron fusilados por el solo hecho de defender sus creencias y sus convicciones. Exactamente igual que los 127 que la Iglesia ha reconocido. Por tanto también son mártires. Y no olvidemos que aquí no hubo víctimas de la guerra civil porque en la ciudad de Córdoba no hubo guerra, solo hubo represión de los golpistas, que continuaron asesinando hasta años después de terminada la contienda.

Los familiares de estas víctimas no quieren pompas ni boatos por sus allegados, su deseo es mucho más humilde, se conforman con encontrar sus restos y darle una sepultura digna, para poder llevarle unas flores a la tumba de su padre, madre o abuelos. Después de 85 años creo que también es de justicia.

  Columna de opinión en la Cadena SER


16 de octubre de 2021

FIESTA NACIONAL

 

Tuve la oportunidad de pasar en dos ocasiones un 14 de julio en Francia. La primera vez fue en Montargis, un pueblo situado al sur de París. Se engalanaron las plazas y las calles con banderas, la noche anterior se celebró un baile en la plaza principal con orquesta, se montaron puestos de comida y bebida, el champán corrió con abundancia. En fin, el pueblo celebraba con la mayor alegría posible el final del viejo régimen con el asalto del pueblo a la Bastilla un 14 de julio de 1789. La segunda vez que coincidí con la celebración de su Fiesta Nacional fue en París. Pese a ser más cosmopolita y tener una población con orígenes muy diversos, la noche del día 13 fue muy difícil conciliar el sueño, porque las calles estaban inundadas de gente que bebía, reía y cantaba. El hotel dónde nos hospedábamos mi mujer y yo, estaba próximo a un bar y los clientes estuvieron hasta la madrugada sin para de cantar y de celebrar la fiesta. Al día siguiente ni nos enteramos de que había un desfile militar que, por supuesto, no vimos, pero sí contemplamos las terrazas llenas dónde las familias al completo celebraban su día grande.

En EE, UU. Hemos visto por el cine, cómo celebran el 4 de julio, en el que conmemoran su independencia de Inglaterra, ocurrida en 1776. Hay desfiles de bandas de música, de carrozas y de agrupaciones de todo tipo. Celebran festivales musicales, exposiciones, fuegos artificiales y por supuesto es un día para las barbacoas.

Así podríamos continuar por todos los países que celebran conmemoraciones similares y que han elevado a categoría de Fiesta Nacional.



Aquí, durante la dictadura, el 12 de octubre, fiesta del Pilar, se celebraba el Día de la Raza (nunca supe a que raza en concreto se refería, supongo que era la humana), había un desfile que se hacía en las ciudades que tenían guarnición militar. No existía eso de Fiesta Nacional, esa denominación data de 1987, ya en la democracia. También los días 1 de abril se celebraba un desfile militar, que era el más importante porque se conmemoraba el día de la victoria sobre la República. Había que recordar al pueblo quién había ganado la guerra por si no nos hubiéramos enterado todavía y quién tenía el poder. Además servía para enseñar que el ejército continuaba acuartelado en las ciudades y nos insuflaba ardor patriótico. Al terminar el desfile, nos sentíamos protegidos contra nuestros enemigos. Entonces yo no sabía que los enemigos del pueblo eran precisamente los que mandaban. Cuando supe que nuestros valientes soldados estaban en las ciudades para vigilarnos, más que para defendernos del ataque enemigo, ya no sentía el orgullo patrio, sentía miedo.



La interpretación de la Historia cambia con el tiempo y con la visión que se tienen de los hechos ocurridos. Yo aprendí la gloria del imperio español, donde nunca se ponía el sol. Fuimos los más grandes del mundo y para que no se nos olvidara nos hacían gritar ¡Por el imperio hacia Dios! Volveríamos a ser grandes con la ayuda de Franco y de la Iglesia. Ahora en latinoamérica se está reinterpretando la historia de su conquista por los españoles. Los historiadores nos cuentan que aquello no fue tan bonito como nos dijeron entonces, que los españoles lo que buscaban era el oro por encima de todo, que arrasaban poblados y convertían a sus habitantes en esclavos a los que explotaban vilmente, que les llevaron enfermedades que allí no se conocían, entre otras gestas heroicas que también las hubo. Ahora hemos oído en estos días a dirigentes políticos de la derecha y concretamente a la Presidenta de la Comunidad de Madrid, defender el concepto tradicional que aprendimos en la dictadura, España llevó a América, la civilización, el cristianismo y... la libertad, claro. Al parecer los pueblos aztecas, mayas, toltecas, nahua, incas, aimara, quechua y tantos otros, no eran libres ni civilizados hasta que llegaron los españoles, y efectivamente no eran cristianos. Pero ha censurado hasta al Papa, que ha matizado en estos días, ese concepto tradicional de “evangelización”, ¡qué sabrá el Papa! Convendría que Ayuso leyera a Fray Bartolomé de la Casas, sacerdote dominico, nada sospechoso de ser comunista, que denunció el maltrato que los colonos españoles le daban a los indígenas y también puede leer a los muchos historiadores, de ambos lados del Atlántico, que nos cuentan lo mismo con abundantes pruebas. Aunque tal vez sea mucha lectura para ella.

Sin duda el hecho más relevante de toda esta historia fue que Cristóbal Colón el 12 de octubre de 1492, pisó tierra en un continente desconocido para los europeos. Lo que vino después, no fue precisamente para celebrarlo, salvo que los sucesores de la dictadura continúen pensando en caminar por el imperio hacía Dios.



Aquí no existe esa conciencia de tener una fiesta nacional. Para nosotros esa fecha es la del puente del Pilar (siempre gana la Iglesia). Si no fuera por el desfile mucha gente ni se enteraba de lo que se celebra oficialmente. Creo que lo que debemos de celebrar como nuestra Fiesta Nacional debe ser el 6 de Diciembre, que conmemoramos el día en que se aprobó nuestra Constitución, que nos hizo libres y nos sacó del negro túnel de la dictadura. Esa es la última que se aprobó, pero también sería una magnífica fecha el 19 de marzo, porque un día como ese de 1812 las Cortes de Cádiz aprobaron la primera Constitución española de la historia. Celebremos la libertad, como hacen franceses y estadounidenses. Por soñar que no quede.

6 de octubre de 2021

¿QUIÉN MANDA?

 

En los sistemas democráticos se parte de la idea básica de que el poder reside en el pueblo que lo delega en sus representantes a los que eligen libremente en un proceso electoral cada cuatro años. La Constitución española lo define muy claramente en el artículo 2: “La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado”. Cristalino. De forma similar figura en las constituciones de las que se dotan las democracias. ¿Pero es así como funciona en la realidad? ¿De verdad el poder reside en el pueblo?



Desde los primeros momentos de nuestra democracia supimos que existen otros poderes, los mismos que en la dictadura, que distorsionan estos nobles principios de las democracias liberales. Y es que los viejos Estados de derecho ya tenían muy rodada la existencia de los poderes de verdad, los que llamaron fácticos, los que deciden los comportamientos de la economía y por ende el tipo de sociedad. Lo cierto es que siempre han existido en todos los regímenes y con todos los gobiernos. En un sistema de libertades influyen muy eficazmente en el poder político formando grupos de presión, cuyo funcionamiento se encuentra regulado en algunos países. Es una forma de imponer sus intereses sin necesidad de acudir a las urnas. Cuando Pedro Sánchez dimitió de Secretario General del PSOE denunció públicamente la presión ejercida por diversos grupos económicos y mediáticos para echarlo. Y lo consiguieron. Después, con su decisión, convenció a la mayoría de su Partido hasta recuperar el puesto que tenía. ¿Son las empresas eléctricas un lobby que impone su interés por encima de cualquier otro? ¿Es el fichaje de Antonio Miguel Carmona para vicepresidente de Iberdrola una forma descarada de mostrar su poder, captando a un socialista cabreado para poner en entredicho al Gobierno, en unos momentos tan difíciles para poder pagar el recibo de la luz?


En la democracia más antigua de las existentes, los EE.UU., después de la desgraciada presidencia de Trump, la llegada de Biden concitó muchas esperanzas en un cambio profundo y una racionalidad de la que había carecido el anterior presidente. De hecho ha presentado una serie de medidas para impulsar la economía y mejorar las precarias condiciones sociales de una gran mayoría de su sociedad. Un plan de casi 2 billones de dólares que incluye, entre otras medidas, el pago directo a las familias necesitadas, apoyo a la pequeña y mediana empresa, mejoras en la sanidad, bajar el precio de los medicamentos, un proyecto de mejoras en infraestructuras y medidas para luchar contra el calentamiento global. Es decir, un gran estímulo a la economía basado en medidas sociales y en la defensa del medio ambiente. Estas actuaciones serían financiadas con una subida de impuestos a las grandes empresas. Un comunista, vaya. Pero que el Congreso y el Senado se lo aprobara es otro cantar. El poder fáctico se ha movilizado y capitaneado por las empresas farmacéuticas y petroleras, presionan a algunos de los congresistas, a los que han financiado sus campañas electorales, para que no dejen pasar propuestas como estas del Presidente. La oposición de las Cámaras ha estado a punto de que el Gobierno no pueda pagar los créditos que tiene el Estado ni hacer frente a las nóminas de los funcionarios. Con estas coacciones han conseguido que haya que negociar y rebajar sus objetivos. Seguramente será la subida de impuestos la que salga peor parada, lo que condicionará el resto del programa.


En nuestro país el Gobierno de coalición ha aprobado la Ley de Vivienda que, entre otras medidas, fija un máximo a la renta en las viviendas de los grandes propietarios. También va adoptar una medida fiscal importantísima, fijar el tipo impositivo mínimo del 15% para las grandes empresas y anuncian una reforma de las condiciones del mercado laboral. Estas medidas, unidas al anuncio a las eléctricas de subirle los impuestos, han provocado la indignación del poder económico y de su brazo político, el Partido Popular, que ha amenazado con no aplicarla en las comunidades autónomas que gobierna. Son medidas, junto con otras ya promulgadas de carácter social, que intentan nivelar algo el desequilibrio que padece nuestra sociedad. La intervención pública del presidente de Iberdrola acusando al Gobierno de intervencionista, viene en apoyo de las manifestaciones de los líderes del PP y su machacona propuesta de echar a Pedro Sánchez y a su patulea de comunistas, separatistas, etarras y gente de mal vivir. Por el bien de España, claro. Del bien de los españoles no hablan.


Vuelvo a la pregunta del principio. ¿Nuestro voto sirve para algo? Sirve si se vota a opciones políticas de izquierda, comprometidas con la idea de corregir las desigualdades y apoyar a los sectores más necesitados de la sociedad. Sirve para conseguir que gocemos de más libertades, sirve para que las minorías étnicas tengan los mismos derechos que los demás, sirve para alcanzar la igualdad de géneros, sirve para tener una educación y una sanidad públicas de calidad para todos. Sirve, en definitiva, para plantar cara a los poderes económicos y obligarles a retroceder en el poder que ostentan. A la derecha ya los votan los que se benefician de las medidas que aplican. Esto significa estar de acuerdo con que la desigualdad se profundice, con un recorte de libertades, que ya ha anunciado Casado, con la privatización de los servicios del Estado para que ganen dinero las empresas de los ricos, significa que se rebajen los impuestos a las grandes empresas y que los paguemos nosotros. Es difícil de entender que los que están con trabajos precarios, mal pagados o en el paro, los que no pueden pagar el alquiler del piso, los que pasan serias dificultades para llevar una vida digna, voten al enemigo. Sin duda lo hacen porque la propaganda que vierten en todos los medios de comunicación y en las redes sociales los ha convencido de que el Gobierno de los rojos es el culpable de todos los males que padecen. Es preciso que estas fake news que propagan con total impunidad, sean contrarrestadas por la explicación sencilla y clara de los avances sociales que se impulsan desde el Gobierno. Pero de eso hablaremos en otra ocasión.