31 de diciembre de 2009

¿A dónde nos vamos?

El Partido Popular ha hecho un análisis de la situación que atraviesa Córdoba y ha vaticinado lo que va pasar el próximo año e incluso más allá. Lo ha hecho con el rigor, la profundidad y la objetividad que le caracteriza, por tanto sus conclusiones hay que tomarlas muy en serio. Hay que escuchar con mucha atención lo que dice un partido político que aspira a gobernar en España, Andalucía y Córdoba porque sus razonamientos y propuestas pueden ser los que guien nuestras vidas en los próximos años. Sus dirigentes lo saben, por eso quieren dar una imagen equilibrada y, sobre todo, creíble a la opinión pública, sus argumentos están sólidamente fundamentados en rigurosos estudios, que enseñan ante los medios de difusión para demostrar que lo que dicen no es fruto del capricho, ni de la improvisación, ni siquiera partidista. Es la verdad, desnuda de toda hojarasca.

Pues bien, fruto de ese riguroso trabajo ha llegado a la conclusión de que Córdoba se cae a pedazos, así, de repente, sin estar preparados. Y claro, han conseguido asustarme, aunque creo que ese no era su propósito. Para evitar que el derrumbe me pille aquí y me pueda pasar algo, rápidamente me he puesto a buscar un destino para emigrar. ¿A otro lugar de Andalucía? Arenas no lo aconseja, dice que todo está fatal, que estamos sin Presidente hasta que él lo sea, yo creía que era Griñán, pero igual estoy equivocado, además eso puede durar porque ya lo ha intentado tres veces sin éxito. También ha dicho que el Gobierno de España nos maltrata, que no nos da el dinero que nos corresponde. No recuerdo bien si cuando él estuvo en el Gobierno pagó la deuda histórica, lo tengo que preguntar, aunque un defensor de los andaluces como es él seguro que sí lo hizo.

Bueno, pues me voy a otro lugar de España. Necio de mí, España se hunde en las más profundas simas de la miseria, del descrédito, de la pobreza y del pecado. El presidente Zapatero es un ser incompetente, un Herodes que mata a los niños. Nos podría salvar Rajoy, pero mientras llega podría ahogarme, o verme obligado a vender pañuelos en los semáforos, o vete a saber qué desgracias podrían pasarme, desde luego en España, hasta que no gobierne el PP, no se puede vivir.

Puestos a mudarme fuera de España, me gustaría ir a Estados Unidos, pero tendría que coger un avión, bueno, intentarlo, porque para subirse hay que desnudarse, andar por el control sin cinturón, con las manos sujetando los pantalones, el billete en la boca, descalzo, pasar un escáner y si me ven un bultito sospechoso en el esófago o en el duodeno, me detienen por terrorista y mientras averiguan en qué lista de terroristas estoy apuntado, puedo pasar mucho tiempo con las manos sujetando los pantalones, hasta que reconozcan que puede que no me haya tragado una bomba. Una vez en al avión, hay otro problema, una hora antes de aterrizar no puedo ir al baño y con los nervios de volar puede que lo necesite, así que tendré que llevar unos dodotis puestos, eso si me los dejan pasar en el control.

Luego pienso que para qué voy a ir a Estados Unidos, si el rojo ese de Obama se ha cargado en un año todo lo bueno que pacientemente estuvo construyendo Bush, el amigo de Aznar, en sus ocho años de inolvidable mandato. Así que he decidido quedarme en Córdoba y afrontar las consecuencias del derrumbe. Me he comprado un casco y me he puesto debajo del dintel de una puerta de mi casa y aguantaré como sea hasta que lleguen los del PP y recompongan los desastres que asolan este país, y sobre todo que reconstruyan Córdoba, aunque no sé si quedará tan bonita como antes de que se hiciera pedazos.

30 de diciembre de 2009

Año horrible

En estas fechas es costumbre hacer balance del año, ¿por qué será que lo primero que recordamos es lo malo? Este año no hay que hacer esfuerzos de memoria, para la mayoría ha sido un año horrible, donde se ha sobrevivido como se ha podido y lo mejor que podemos decir del 2009 es que se acaba. Pero no deberíamos olvidarlo, muy al contrario debemos mantener siempre frescas en la memoria las consecuencias de la avaricia, de las injusticias que produce un sistema, sin control alguno, donde se aprovechan unos pocos terroristas económicos y desgracian la vida de los demás. Se ha puesto de manifiesto con una enorme claridad la maldad de un sistema basado exclusivamente en el mercado como un sistema económico, político, social y cultural, es decir, todo es el mercado. Un viejo pensamiento puesto al día en los think tank de la derecha, difundido por sus medios de comunicación, aplicados por sus centros de poder económico y favorecido por el poder político. Cuando este enorme tinglado sufre una crisis tan profunda como ésta, no tienen reparos en defender y aplicar los principios de redistribución de la riqueza que defiende la izquierda y con una enorme desvergüenza culpan a los demás de la catástrofe que ellos han provocado y, con un gran cinismo se presentan como los salvadores. De este desastre no tiene la culpa Zapatero, de verdad, como no tiene la culpa el capitán de un barco al que le han abierto una brecha en el casco e intenta, con todos los medios a su alcance, que el barco flote.

Lo que mejor define lo que ha sido este año es la encuesta que se publicaba ayer. En los problemas de los españoles ocupa el primer lugar el desempleo, después la situación económica y en tercer lugar la política. Es decir, el problema de la inmensa mayoría es el paro, provocado por la crisis económica y que la política no resuelve. En la película El Padrino un personaje decía que “la economía es un arma y la política es saber cuándo hay que apretar el gatillo”. En este caso el arma se ha encasquillado, y no dispara por mucho que se apriete el gatillo.

Lo que realmente se está reclamando por parte de la sociedad es que todos los políticos se pongan a trabajar para salvar la situación, porque esto es mucho más difícil de resolver si la derecha, en la oposición, no sólo se niega a colaborar, sino que critica y entorpece todo lo que hace el Gobierno, sin aportar ninguna propuesta, sólo esperando que la situación empeore cada vez más, porque así gobernarán ellos. Volviendo al barco ¿Qué diríamos de los que se niegan a achicar agua porque lo que quieren es que el barco se hunda?

20 de diciembre de 2009

30 años de Ayuntamientos democráticos

En este 2009 que agoniza los Ayuntamientos democráticos han cumplido 30 años. Una generación ha crecido y se ha desarrollado en la normalidad democrática. Todo un lujo del que no disfrutamos los que crecimos en la dictadura y aún tenemos asignaturas pendientes que nunca podremos aprobar porque nunca volveremos a ser jóvenes. Estos cumpleaños vienen bien para que las nuevas generaciones conozcan que los mayores, cuando tenían su edad, vivieron en un mundo en el que no existían las libertades que hoy se tienen, que los alcaldes no los elegían los ciudadanos, sino que los ponía y los quitaba el dictador Franco, que las protestas y reivindicaciones se reprimían duramente, que los movimientos vecinales y sindicales se tenían que enmascarar porque estaban prohibidos, de los partidos políticos ni hablamos. Que la práctica de estas actividades se castigaba con la cárcel y alguna que otra paliza.

Por eso es explicable la ilusión y las ganas de cambiar las cosas con las que llegamos los que tuvimos el privilegio de formar parte de los primeros gobiernos municipales democráticos. Los Ayuntamientos hicieron realidad las expectativas de la población, realizaron una gestión transparente, acercaron el poder a los ciudadanos creando cauces de participación, destinaron más recursos a quien más los necesitaba, modernizaron el entramado burocrático y clientelista de la administración, frenaron procesos urbanísticos especulativos, como el que habían diseñado en Córdoba para los terrenos de RENFE, planificaron el territorio de manera que hiciera el crecimiento de la ciudad más ordenado y más rentable para toda la ciudadanía y no para unos pocos privilegiados, establecieron una relación más cercana al ciudadano, hicieron ver que el Ayuntamiento no era el palacio del señor, sino la casa de todos. En definitiva, la democracia se hizo visible, en gran medida, gracias a los Ayuntamientos.

Hace 30 años la mayoría de los Ayuntamientos tenía el dinero justo para sobrevivir, y algunos lo justo para pagar las nóminas de los funcionarios. En ese aspecto no han cambiado, continúan con la misma asfixia económica. Es cierto que los presupuestos que manejan nada tienen que ver con los de entonces, pero hoy prestan muchos más servicios y de más calidad. Precisamente por su proximidad a los ciudadanos, éstos les han reclamado la solución a problemas que no son de competencia municipal, y los Ayuntamientos han dado respuesta, en base a la vaguedad con que la Ley define sus obligaciones y también por la voluntad política de actuar ante la lentitud o inhibición de las Administraciones competentes, con lo que se ha ido ampliando la prestación de servicios, mientras que los recursos no han aumentado de la misma manera. Esta situación ha sido denunciada por los Ayuntamientos en forma reiterada en estas tres décadas sin obtener una respuesta por parte de los distintos Gobiernos, más preocupados por fortalecer a las Comunidades Autónomas.

La solución a este conflicto crónico que padecen los Ayuntamientos pasa por que se les reconozca que forman parte del Estado, como las Comunidades Autónomas o el Gobierno de España, aunque sean el eslabón más débil, y que, por tanto, cualquier solución a su financiación pasa por la definición clara de sus competencias. El problema estriba en que el establecimiento de estas competencias ahora depende de la voluntad política de cada Comunidad Autónoma, porque les fueron transferidas y figuran en sus distintos Estatutos de Autonomía. Para que no nos encontremos con distintos tipos de Ayuntamientos según la Comunidad en que estén hace una falta una nueva Ley de Bases de Régimen Local, que regule esta situación, con carácter general, para todo el Estado.

El Gobierno de la Junta de Andalucía se ha adelantado y ha presentado una Ley que regula la autonomía municipal y la financiación de los Ayuntamientos en función de sus competencias. Esta Ley ha sido consultada y debatida con la Federación Andaluza de Municipios. Si se desarrolla y se aplica correctamente. podría ser el punto final a la transición democrática municipal.

2 de diciembre de 2009

El silencio

La Iglesia ha tenido que admitir que el único camino que le quedaba a Cajasur era fundirse con Unicaja, ha tenido que reconocer que el Banco de España no iba de farol y que la intervención era una realidad. Hasta última hora ha estado esperando un milagro, porque eso es lo que se pretendía, que no hubiera fusión, que no interviniera el Banco de España y mantener todos los puestos de trabajo, pero alguno de sus miembros tuvo que mantener la cordura en medio de tanta sinrazón, aunque estoy seguro que todavía nos darán algún que otro espectáculo.

En todo este desgraciado asunto, que lleva varios meses expuesto, llama poderosamente la atención la escasa o nula reacción pública de los cordobeses. ¿Somos conscientes de lo que está pasando? Nadie que diga ni una palabra contra los autores de esta catástrofe. Nadie que le diga al representante de IU en el Consejo que es una gravísima irresponsabilidad decir "Si nos interviene el Banco de España, que nos intervengan", que no son gestos numantinos ni heroicos los que se necesitan, que no caben las soluciones viscerales, sino las sensatas y responsables, ¡que se está jugando con los intereses de muchos miles de personas! Nadie que diga que la culpa no la tiene el Banco de España, ni la Junta de Andalucía, ni Zapatero, ni Felipe González, que la responsabilidad del desastre la tienen exclusivamente sus gestores eclesiásticos que han controlado y dirigido la entidad a su capricho, que han silenciado y echado a los Directores Generales que les decían lo que estaba pasando y lo que había que hacer. Nadie que le diga al Secretario General de Aspromonte, el brazo sindical de la Iglesia, que la práctica del amiguismo ha inflado la plantilla de forma insoportable, que los errores cometidos los tiene que pagar quien los ha hecho, que las manifestaciones tienen que hacerlas contra los que han provocado su ruina. Nadie que diga algo, ni un editorial en los medios locales, ni cartas al director, solo un murmullo en bares y cafeterías. Algunos de los que han tenido que hablar porque les va en el sueldo, como destacados miembros de la dirección andaluza y cordobesa del Partido Popular, han batido un récord en decir incongruencias, buscando más el rédito electoral que fijar una posición política consecuente y seria.

Este silencio se comenta mucho fuera de Córdoba, dicen que es por miedo a señalarse, que es la consecuencia del clientelismo que sembró el cura Castillejo, un verdadero maestro en comprar voluntades. Tal vez tengan algo de razón, pero estoy seguro que, una vez que se ha encauzado el problema por el camino de la sensatez, habrá un tropel de voces que se apunten a la solución. Es muy cómodo y poco comprometido analizar la situación una vez que se ha resuelto el problema.

1 de diciembre de 2009

El gueto de Palestina



Los judíos no pueden utilizar la Biblia como un catastro para establecer derechos territoriales.
Andrè Glucksmann


Desde hace muchos años siento horror cada vez que me aproximo, desde distintas vertientes, al holocausto judío. No podré olvidar nunca mi visita a un campo de concentración en Alemania, cuando después de ver los barracones, los hornos crematorios y depositar un ramo de flores en el monumento que habían levantado en memoria de las víctimas, un nudo en la garganta me impedía respirar. Una cosa es haber visto imágenes o leído relatos y otra bien distinta es pisar el terreno donde se produjo esta barbarie. No se puede comprender cómo unos seres humanos pudieron tratar de esa manera a sus semejantes, sólo si sopesamos que no eran seres humanos y que no consideraban a los judíos sus semejantes podríamos entender algo de lo que pasó.

Pero el horror y la incomprensión no sólo se circunscribe a los campos de exterminio, también abarca el tratamiento que los nazis dieron a los judíos en los guetos, especialmente en el de Varsovia.

En la película El Pianista, de Roman Polanski, se recogía de una forma magistral la paulatina degradación de las condiciones de vida y las lacerantes humillaciones a que eran sometidos los judios. Primero los hacinaron en un barrio, después levantaron un muro para aislarlos, les hacían controles imposibles para pasar al otro lado del muro a desempeñar trabajos inhumanos, que sólo servían para conseguir el escaso alimento diario. Los que no se resignaron se organizaron en grupos que, escasamente armados, se enfrentaron al poderoso ejército nazi, éste respondía de forma brutal e indiscriminada.

Los israelíes, a través de instituciones y organismos, se encargan de que tengamos siempre presente esta tragedia difícil de olvidar.

Pensábamos que estas condiciones inhumanas de vida no se volverían a repetir, que nadie sería recluido en un gueto y menos por razones étnicas, religiosas o políticas, que el respeto a los derechos humanos serían garantizados por la comunidad internacional para evitar que se repitieran, y que, en caso de producirse, existiría tal repulsa y se haría tal presión a sus autores que tendrían que reconducir su actitud.

Efectivamente, este pensamiento es de una enorme ingenuidad. Ahí tenemos al pueblo palestino. Se le ha recluido en dos territorios separados donde viven hacinados, y satisfacen a duras penas sus necesidades más primarias gracias a la ayuda internacional. Han cercado a los habitantes de la zona de Gaza con un muro que los separa del mundo, al que sólo pueden llegar a través de accesos férreamente controlados por carros de combate y soldados israelíes de gatillo fácil. Si la desesperación de los palestinos les lleva a disparar algún cohete de fabricación casera sobre el territorio de Israel, donde sólo hace ruido, la represión es brutal, los carros de combate entran en el gueto a sangre y fuego con terribles consecuencias de destrucción y muerte. Las nuevas tecnologías aplicadas a las máquinas de matar han hecho más sofisticadas las formas de muerte. Desde una avión no tripulado se puede lanzar un misil sobre alguna persona concreta, aunque no siempre se acierta y muere más gente de la prevista, eso que ahora se llama “daños colaterales”, un eufemismo de matanza indiscriminada.

Se les ha llegado a cortar el suministro de electricidad, gas y combustible a la zona. La razón de esta actitud la exponía con gran cinismo Haim Ramon, un viceprimer ministro de Israel: “La gente de Gaza está sufriendo pero no estamos contra ellos, estamos contra sus autoridades”, esas autoridades que han sido elegidas democráticamente por el pueblo. Es de una enorme crueldad “domesticar” a un pueblo a base de hambre, sufrimientos y muerte, y cabe preguntarse cómo un pueblo que ha sufrido el holocausto y padecido el gueto es capaz de practicarlo contra otro pueblo.

Mientras tanto, la comunidad internacional mira hacia otro lado, incapaz de llevar a cabo las resoluciones de la ONU. Estoy seguro de que si hiciera una visita a Palestina también tendría un nudo en la garganta.