27 de marzo de 2020

NO ES TIEMPO DE TRAICIONES




   
Estamos inmersos en una situación que hemos definido como un estado de guerra que estamos librando contra un enemigo al que no podemos vencer por ahora. Las medidas para luchar contra él son esencialmente defensivas y afectan a toda la población. Los sistemas para protegernos de su ataque, mascarillas, guantes, respiradores, y test, son insuficientes y la demanda es brutal en todos los países afectados, hablamos de más de mil millones en todo el planeta que los  necesitan. Es un terreno abonado para que los especuladores carroñeros se forren a costa del sufrimiento de la gente. Nada nuevo bajo el Sol, eso se da en todas las guerras en las que unos cuantos se enriquecen a costa de los cadáveres de los demás. En el mercado negro, una mascarilla ha llegado a costar 25 euros, cien veces más que su precio normal. Esa es la regla del mercado.
Todos sabemos que para ganar una guerra es fundamental la unidad de mando. En el ejército es lo primero que se aprende, las órdenes se cumplen por más que parezcan disparatadas, y no se critican, se acatan. Pero esta guerra que estamos librando es distinta, el ejército lucha de otra manera y no está en primera línea de combate. Aunque sea distinta, es una guerra y todos tenemos que cumplir las órdenes que dicta la autoridad competente, en este caso el Gobierno, se equivoque o acierte.
Ante este conflicto, como en todos,  existen varios tipos de gente. Primero están los héroes, aquí están identificados y reconocidos por todos, son los sanitarios que están en la primera línea del frente y se juegan la vida todos los días, algunos la están perdiendo. También están los que prestan su labor en los servicios públicos, necesarios para que se respete lo ordenado y la sociedad funcione en sus constantes vitales. Sin olvidar a los que hacen posible que podamos estar abastecidos a fin de poder resistir la reclusión que se nos ha ordenado. Después estamos la inmensa mayoría de la ciudadanía, nuestra misión es cumplir lo que nos han mandado, recluirnos en nuestros domicilios. Un gran sacrificio que nos supone la falta de libertad (como maestro no puedo olvidar a los padres con hijos pequeños, también son unos héroes). Estamos experimentando la dureza de la medida pero somos conscientes que es la aportación que tenemos que hacer en esta guerra. Por último están los que critican públicamente las decisiones del mando y no ayudan para conseguir el objetivo de ganar la batalla. Sin duda esta actitud debilita al Gobierno en el peor momento, difunde malestar entre la población y cuestiona las medidas que se toman. Están cometiendo una falta de lealtad y por tanto una traición.
Es de carroñeros utilizar una situación tan dramática en la que nos jugamos tanto, para desgastar al Gobierno. Para la derecha el enemigo no es el coronavirus, son los rojos que gobiernan, a los que hay que echar como sea. Indigna la intervención de Casado en el Congreso hace unos días ¿Cómo es posible que un político decente ataque de esa forma al Presidente del Gobierno en unas circunstancias tan graves para todos? Si tuviera decencia se ofrecería para poder ayudar y colaborar en el bien común que es derrotar a la pandemia. También podría decirle a sus amigos de la sanidad privada, a los que han hecho ricos, que no cierren sus centros ni den vacaciones a los sanitarios en momentos como éstos en los que la pública está llamando a los médicos jubilados y a los estudiantes porque toda  ayuda es poca. Al menos podían disimular un poco su avaricia y considerar nuestra salud,  no solo como un negocio sino como un servicio. Hay que tener malas entrañas para adoptar actitudes como esas. La única aportación del líder de la oposición ha consistido en proponer que la bandera luzca a media asta, que se organice un funeral de Estado y que se haga un monumento a las víctimas. ¿Esas son las medidas que propone para frenar la pandemia? Es indignante su actitud irresponsable y  su poca talla moral. Es una desgracia para todos que una persona de esa catadura pueda llegar a ser Presidente. 



13 de marzo de 2020

TIEMPOS DE INSULTOS

El debate político es lo que ocurre en la Cortes y en los medios de comunicación entre las distintas fuerzas políticas sobre las propuestas que se formulan para mejorar la vida de la ciudadanía. Bueno, eso es lo que debería ser pero no es lo que en realidad se produce. La derecha, toda, ha encanallado el debate, siempre ocurre cuando no está en el poder, que al parecer les pertenece por cuna. Su tarea de oposición se reduce a la idea de desgastar al Gobierno con descalificaciones, más personales que políticas. Lo decente sería que frente a un proyecto o una propuesta que se presentara, ellos formularan una alternativa, pero no, solo se limitan a agredir con abucheos, pataleos y gritos. Esta vez sus representantes han ido más lejos, obligados por la nueva circunstancia de tener que rivalizar en el mismo espectro político. Eso de la democracia da la impresión que les pilla muy lejos, prueba de ello es la utilización de las adscripciones políticas de sus rivales como insultos, comunistas, socialistas, bolivarianos y recientemente una nueva y extraña denominación, faciocomunistas. Son términos que emplean para significar que los auténticos demócratas son ellos y solamente ellos. Pero la verdad es que un demócrata jamás los utilizaría, ya que en democracia todos merecen un respeto al ser representantes del pueblo en el que está depositado el poder. Esa utilización descalificatoria ya se hizo durante la dictadura, pero parece que los que se empeñan en convertirse en sus herederos, aún no han tomado conciencia de que en un sistema de libertades todos tienen los mismos derechos, eso es al menos, lo que está en nuestra Constitución que tanto dicen defender ahora. Están haciendo bueno el refrán “Dime de lo que presumes y te diré de lo que careces”.

 Pero tal vez lo peor no sea eso, sino el lenguaje que utilizan. Al parecer hay una disputa entre los representantes de los tres partidos por ver quién dice la barbaridad más gorda. Y dentro de cada partido también existe esa rivalidad, se supone que es para hacer méritos y que le aplaudan sus colegas. Los ingenuos que aún nos creemos que los debates políticos deben servir para que conozcamos las distintas propuestas  y que nos convenzan con sus argumentos, contemplamos con asombro e indignación este absurdo camino que solo conduce a la crispación y a la imposibilidad de establecer un diálogo para encontrar caminos a la solución de los problemas que nos aquejan, que debe ser en definitiva el fin último de su trabajo. El debate sobre proyectos políticos los enriquece y cuanto más consenso se consiga mayor será la eficacia de su aplicación. Claro que esto solo se puede conseguir en un sistema democrático en que todos crean y por tanto sean conscientes de que, sin renunciar a las ideas que cada uno tenga, se pueda llegar a un entendimiento. Esa es la base de todo sistema de libertades. Es de suponer que esto lo saben, lo que hay que poner en duda es que lo acepten porque los hechos demuestran todo lo contrario. Espanta oír las manifestaciones de Pablo Casado y de su portavoz Cayetana Álvarez de Toledo, rivalizando por quién dice el insulto, la descalificación o la acusación más disparatada contra el Gobierno, al que han llegado a calificar de ilegítimo, como si eso fuera posible en una democracia. Todo sea por ver quién cava la trinchera más honda. Los de Santiago Abascal intentan ir más allá con brutales acusaciones al Gobierno, algunas tipificadas en el Código Penal, como llamarle pederastas. Inés Arrimadas se esfuerza también pero por muy gordo que sea lo que dice no tiene el eco que persigue porque tiene que competir con grandes profesionales de las burradas. De los palmeros de la caverna mediática, ni hablamos.

 Me pregunto si esta forma de “hacer política” es del agrado de los ciudadanos-electores. La respuesta me viene dada por un dato escalofriante, los programas de televisión que tienen más audiencia son los de la telebasura,  basta con ver alguno de los más populares para darse cuenta de que la bronca entre los participantes es la base de su éxito. Incluso algún programa de debate político entre tertulianos ha copiado su formato. El grito, el insulto, la descalificación, no dejar hablar al oponente, es la forma que se ha hecho popular. Y efectivamente, la derecha utiliza ese sistema porque encuentra acomodo en un público al que previamente se le ha fomentado sus más bajos instintos con los argumentos más simples y se le ha acostumbrado a ese tipo de lenguaje. Es mucho más fácil  insultar que argumentar y se entiende más rápido. Esa estrategia unida al fomento de los sentimientos más primarios frente a la razón, pueden explicar, en parte, la etapa de crispación por la que atravesamos y que nos ofrece ese espectáculo bochornoso en las Cortes, donde se persigue hacer el mayor daño posible, que es lo más alejado de lo que nos interesa a los ciudadanos. Al final muchos pueden pensar que la imposibilidad de llegar a acuerdos para conseguir que la sociedad avance es porque el sistema falla y no da más se sí. Eso es lo más peligroso que nos puede ocurrir, porque la consecuencia es que le den una oportunidad a los salvapatrias y ahí perdemos todos. Todos los demócratas, claro.

Los miembros del Gobierno y los partidos que lo forman no deben caer en la trampa de responder de la misma manera, siempre llevaran la de perder. No porque no sepan insultar, eso todo el mundo sabe hacerlo, sino porque dejarle a ellos el patrimonio exclusivo de la bronca, al final favorece a quién se toma la política en serio. Sé que hay que aguantar mucho pero es necesario  hacerlo, eso entra en el sueldo.


2 de marzo de 2020

AMORES QUE MATAN


     


          Hace años un promotor inmobiliario presentó en el Ayuntamiento un proyecto de Plan Parcial que llenaba de chalets la falda de la sierra. Al comienzo de la memoria para justificar su propuesta empezaba diciendo,   “El cordobés ama al campo” y por eso él se proponía llenar la sierra de casas. El arquitecto que informó el proyecto, José Rebollo, apuntó en el margen “pero hay amores que matan”.
Me ha venido a la memoria esta anécdota con relación al tratamiento que se  le está dando a nuestro Casco Histórico, Patrimonio de la Humanidad, que es un conjunto de monumentos, callejuelas, plazas… y personas que lo habitan y le dan la personalidad que tiene, sin ellas deja de ser lo que es. Ahora las cofradías y las entidades que quieran trasladan sus actividades allí porque a los cordobeses nos gusta nuestro Casco. Los vecinos que soportan la avalancha de fiestas se desesperan. No pueden transitar por las calles para llegar a su domicilio, no pueden sacar ni entrar sus coches en las cocheras, soportan ruidos, música alta, suciedad, botellones… y ahora el Ayuntamiento ha autorizado además que la música de las cruces no pare en la siesta, lo que faltaba, ni siquiera les queda el consuelo de unas horas de descanso. Una vez escuché a una persona un razonamiento muy cruel, “¡Pues que se muden!” Si lo hacen las viviendas  se convierten en apartamentos turísticos y desaparecen los vecinos que le dan vida. Al final el Casco se transforma en un parque temático. ¿Es ese el futuro que queremos para una de nuestras joyas más preciada? Queremos a nuestro Casco Histórico, pero no lo matemos con nuestro amor.
Columna de opinión en Cadena Ser.