23 de septiembre de 2011

Indignado


He recibido una carta del alcalde de Córdoba, José Antonio Nieto, en su calidad de presidente de la empresa de aguas, que me ha indignado. Sí, me siento indignado porque en su contenido se hace un ataque zafio y grosero contra IU y PSOE por la subida del canon de depuración de agua, en aplicación de una ley aprobada por el Parlamento de Andalucía. Me indigna y me inquieta que haya que recordarle constantemente al Partido Popular que la democracia consiste, precisamente en cumplir las leyes que nuestros representantes aprueban por mayoría en los parlamentos, nos gusten o no, las hayamos apoyado o estemos en contra. Como tampoco es democrático ni ético aprovechar el dinero de una institución pública para hacer política de partido en contra de una decisión parlamentaria, precisamente por los que hablan de austeridad y denuncian el despilfarro de los demás.

Un buen alcalde lo es de todos los ciudadanos, no solo de los que le han votado, es mi alcalde aunque yo no lo voté ni pienso como él. Eso no significa que renuncie a hacer su política y aplicar su programa, pero desde la institución que representa no debe hacer política partidaria, para eso está su partido. No hay nada peor que un alcalde que gobierna solamente para un sector de la sociedad ignorando al resto. Pero esta derecha no puede evitar que le salga el autoritarismo que lleva en su ADN. Hay que ver el trabajo que les cuesta dialogar y buscar consensos, lo suyo es imponer. La música es la misma en los ayuntamientos que han ganado y donde antes gobernaban PSOE o IU: descalificar la gestión anterior y alarmar a la población con suprimir o reducir servicios o nóminas, por culpa de lo mal que lo hicieron los gobiernos anteriores. Llega a tal extremo la cosa que denunciaron la falta de dinero para que el Alcalde pudiera enviar un telegrama de pésame a los familiares y a la empresa que sufrió hace unos días la pérdida de tres tripulantes en el accidente de un helicóptero en Granada. ¿Es que piensan que todos somos tontos? No les importa insultar a la inteligencia del ciudadano. Lo que más me indigna es que me tomen por estúpido.

Tenemos que prepararnos para ver y sufrir cosas como estas porque hasta las elecciones andaluzas, la orden del jefe Arenas es atacar despiadadamente, desde los ayuntamientos que gobiernan, a la Junta y a la izquierda, porque él tiene que ser presidente como sea, es su último cartucho, ya no puede perder más elecciones, es ahora o nunca y para conseguirlo todo vale. El Alcalde cumplirá la orden de su jefe pero ya no será el Alcalde de todos, sólo de los suyos y abrir esas trincheras es muy peligroso.

15 de julio de 2011

La política es la solución


A la fuerza nos estamos haciendo buenos conocedores de los entresijos económicos, causa asombro el interés que ponemos en asuntos que no hace tanto tiempo ignorábamos y no teníamos la más mínima intención en conocer. Basta con estar atentos a cualquier conversación para ver con qué autoridad se manejan algunos términos como primas de riesgo, rebajas de calificación, mercado de bonos, acreedores del sector privado, fluctuación de la deuda, Ecofin, FMI, BCE. Algunos medios de comunicación imparten cursillos acelerados sobre economía para principiantes, muy prácticos por cierto, y nos enseñan las diferencias entre el mercado primario y el secundario de la deuda, por qué se disparan las primas de riesgo o por qué es peligroso que lo hagan en el corto plazo. Cuestiones que ya dominamos y que hasta hace bien poco tiempo eran enigmas cuyo conocimiento sólo estaban reservados a una élite que la ciudadanía veía como los sacerdotes del nuevo dios Mercado.

Nuestro desconocimiento nos llevaba a plantearnos asuntos como que la democracia y la política estaban siendo dominadas por los “mercados”. Creímos que la crisis, provocada por la avaricia insaciable del sistema, abría la posibilidad de que se crease una alternativa o al menos se tomasen unas medidas que impidieran que se volvieran a repetir situaciones como ésta, es decir, que la política se hiciera hegemónica como es su obligación en un sistema democrático, porque la tiranía del capitalismo especulativo no podía gobernar nuestras vidas, porque nuestros problemas los tienen que solucionar nuestros representantes políticos, elegidos para tal fin, y los tienen que resolver según nos prometieron en sus programas; no nos pueden traicionar porque si no, no nos queda nada en qué creer, confiamos en que hagan frente y derroten a “los malos”. Pero no se pasó de algunas manifestaciones balbuceantes, de un intento de sacar pecho para salvar la cara. Los “mercados” actuaron de pirómanos y se erigieron en bomberos implantando una dictadura donde la política ha sido derrotada ampliamente. Hace muchos años Chumy Chúmez publicó una tira cómica donde se veía a un preboste con chistera y banda cruzada dar un mitin y decía “Elegid, yo o el caos”. La gente gritó “¡el caos! ¡el caos!”, a lo que el preboste respondió: “Es lo mismo, el caos también soy yo”. La situación actual me ha hecho recordarla.

Pero cuando los indignados del 15-M manifiestan su descontento con esta situación en la que parece que no hay más salida que la que nos dictan los mercados, nos percatamos de que el aprendizaje acelerado que hemos hecho en el intento de comprender lo que está pasando, nos ha hecho prisioneros de sus razonamientos y de su lógica, es decir, hemos seguido los pasos que nos han marcado los responsables políticos y los medios de comunicación. Y esa circunstancia nos ha impedido ver que para enfrentarse a ellos, primero hay que negarlos. Los indignados no tienen muy claro cómo se sale de esta situación, pero sí saben que otras soluciones son posibles y que no pasan necesariamente por el sacrificio de los de siempre y además contemplando cómo los que han provocado esta catástrofe son los que con mayor descaro imponen las medidas y los que más se benefician. El solo hecho de la protesta ha despertado nuestras simpatías y en muchos casos nuestro apoyo. Es verdad que por ahora es un movimiento de resistencia que se está organizando ante el dominio de los intereses del capitalismo, es verdad que algunas de sus propuestas son hermosas pero inalcanzables y que no cuentan con el poder necesario para llevarlas a cabo; pero han tenido la virtud de introducir en nuestras vidas una bocanada de aire fresco y devolvernos la esperanza.

Del discurso de Rubalcaba en su proclamación como candidato a la Presidencia del Gobierno por el PSOE, el elemento fundamental destacable ha sido el de cambiar el escenario de conformismo y derrota en el que habitamos. Ha reivindicado la política como instrumento de gobierno y una política concreta, la de una mayor justicia distributiva, ha defendido los viejos/nuevos valores de igualdad y solidaridad y también nos ha puesto en el camino de la esperanza. Ante el vacío de liderazgo de esos valores y la orfandad en que nos encontramos los que creemos en ellos, Rubalcaba ha asumido el papel de referente de esas ideas.

Ya sabemos que tanto el movimiento de los indignados del 15-M como Rubalcaba no son suficientes para cambiar las cosas y que para hacerlo es necesario que la lucha sea global (¡indignados del mundo uníos!), pero hay que empezar por recuperar la ilusión en que hay otras maneras de salir de esta oscuridad en que vivimos y existen alternativas frente a las decisiones de los inversores especulativos y las agencias de calificación que hunden nuestras economías con la mayor impunidad. Una ilusión en que la democracia y la política recuperen el lugar que nunca debieron perder, es mucho lo que nos jugamos en este empeño, mucho más que nuestra ruina económica, es nuestro fin como personas libres.

14 de junio de 2011

La ideología de la derecha


Después del arrollador triunfo electoral del PP en las elecciones del pasado día 22 de mayo, han vuelto con fuerza las voces de la derecha que nos avisan de que se van a preocupar de resolver los problemas de la gente y lo van a hacer sin ideología alguna, puesto que ha sido la ideologizada izquierda la causante de nuestros males y la que es incapaz de resolverlos. Sorprende sobremanera el interés de esta derecha carpetovetónica de presentarse como una fuerza política desideologizada, como si eso fuera una virtud, es más, como si eso fuera verdad. Presentan el argumento de que para solucionar el problema del paro no hacen faltan las ideas, sólo ser buenos gestores. Es decir, la eficacia tiene necesariamente que ser “aconfesional”, los principios que se tengan sólo sirven para entorpecer la gestión. No existen los principios ni la ideología, solamente existe un pensamiento único, se acabaron las ideologías.

No es una idea original, ya en 1965 Gonzalo Fernández de la Mora, ministro de Obras Públicas con Franco y uno de los padres de Alianza Popular, publicó El crepúsculo de las ideologías, donde explicaba que en una sociedad desarrollada las decisiones no se adoptan en función de las ideologías sino que se basan en criterios estrictamente racionales o científicos. Hace veinte años que Fukuyama abundó en esta idea pero no tuvo demasiado éxito, es más, los think tanks de la derecha apuntalaron los principios del neoliberalismo con nuevas estrategias que se encargan de actualizar de manera permanente con notable éxito. La defensa de esta neutralidad ideológica es precisamente uno de los aspectos del pensamiento de la derecha. Por el contrario, Alan Greenspan, presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos y nada sospechoso de ser de izquierdas, decía que para existir hace falta una ideología. Tiene toda la razón.

La brutal crisis que nos embarga, —hay que decirlo una vez más— provocada por las políticas neoliberales que aprovecharon avariciosos especuladores sin alma, ha sumergido a la inmensa mayoría de la población en una situación de desesperanza. El resultado ha sido el descrédito de la política y de los políticos, como se ve en cualquier encuesta que se haga. Incluso en el movimiento del 15-M aparece este rechazo, pero aquí se da un fenómeno curioso, en sus propuestas aparecen una serie de reivindicaciones que podrían conformar perfectamente un programa político. Son políticos pero no quieren serlo y ni siquiera parecerlo.

En este panorama aparece la derecha y pregona que ellos son neutros y sólo quieren resolver los problemas; no dicen cómo porque eso les definiría, esconden sus ideas y disimulan tanto que la Presidenta de Nuevas Generaciones apoya y anima a los participantes en el movimiento del 15-M, naturalmente culpan al Gobierno de la izquierda de ser ineficaz. Un ejemplo histórico de cinismo.

Asistimos, por tanto, a unos tiempos en los que la derecha para alcanzar el poder, que es su único objetivo, oculta su pensamiento político, se disfraza de agnosticismo para así aprovechar el malestar de la gente contra la política. La estrategia les ha dado resultado como hemos podido comprobar. A esto también ha colaborado el desconcierto que entre las filas de la izquierda provocan las medidas que el Gobierno toma para luchar contra la crisis, en una renuncia clamorosa a sus principios. ¿Y todavía nos sorprende el resultado del 22-M?

Para superar esta situación, aquellos que tenemos un pensamiento progresista necesitamos sacar nuestras ideas a pasear, pregonarlas, no avergonzarse de ellas, explicarlas bien, despertar la ilusión y la esperanza. Frente al disimulo cobarde de neutralidad, presentar soluciones basadas en los principios que ha conformado el pensamiento de la izquierda, un reparto igualitario de las cargas y de los beneficios. Tal vez con esto no se consiga un éxito electoral en estos momentos, pero no hacerlo significaría una muerte segura. Y al menos se habrá creado la esperanza en todos los que sí creen en las ideas progresistas y se encuentran hoy desorientados y hundidos.

7 de mayo de 2011

Córdoba ciudad cultural

Las campañas electorales deben ser utilizadas por cada opción política para exponer su programa, tratar de convencer a los ciudadanos de que es el mejor posible y solicitarle su apoyo. Es, por tanto, el momento de confrontar propuestas, resaltar las virtudes de las propias y censurar las del adversario. Esto es lo que dice el manual democrático, luego viene González Pons, el crispador de cabecera del PP, a decir que votar al candidato de su partido es echar a Zapatero; una buena manera de exponerle al ciudadano la política que se quiere hacer. Lástima que no exista la tarjeta roja por juego antipolítico, si existiera el PP se quedaría sin banquillo.
El Partido Socialista quiere explicar su programa, una serie de propuestas detalladas que giran en torno a un eje estratégico, un modelo de ciudad. Para gobernar hay que conocer la ciudad, saber cuáles son sus virtudes, estar convencido de la Córdoba que queremos y es posible construir. El modelo que los socialistas queremos para Córdoba es hacer de ella La Ciudad de la Cultura. Ese modelo va más allá de conseguir la Capitalidad Cultural de Europa, de cuyo logro estoy seguro; va más allá incluso del año 2016. Se trata de convertir Córdoba en un referente cultural y esto exige que los recursos de la ciudad se orienten en esa dirección y que el Ayuntamiento persuada al resto de instituciones de la necesidad de coordinar esfuerzos en torno a este objetivo. Los cimientos de este proyecto ya están puestos, los cordobeses son conscientes de que ése es el camino y participan cada vez más en las manifestaciones culturales. Para su necesario impulso hace falta estar convencido y liderar este modelo de ciudad, el Partido Socialista lo ha venido defendiendo y Juan Pablo Durán lo propone con el Bulevar de Cultura. El candidato del PP debería acercarse a la cultura, comprobará que no sólo no hace daño, sino que es provechosa y divertida.
( Publicado en ABC)

15 de marzo de 2011

Debate nuclear: ahora es el momento



El mundo vive con enorme preocupación las consecuencias que para la seguridad nuclear ha tenido el terremoto y el posterior sunami que ha arrasado el noreste de Japón. A la mayor tragedia que han sufrido los japoneses desde la segunda guerra mundial, se le añade las explosiones y las fugas radioactivas que se han producido en la central nuclear de Fukushima, lo que ha provocado el desalojo de los habitantes de sus proximidades hasta un radio de treinta kilómetros. A esto hay que añadir el peligroso aumento del nivel de radioactividad en los alrededores, que ya ha llegado a Tokio e incluso ha afectado a los soldados de un portaviones norteamericano que se hallaba en la zona. Y esta tragedia amenaza a ir a más, aunque ya se hayan parado otras centrales donde también se han producido serias averías que afectan al calentamiento del núcleo.

Cabría preguntarse por qué el único país del mundo que ha sufrido explosiones nucleares, Hiroshima y Nagasaki, con cientos de miles de muertos y enfermedades mortales en muchos de los supervivientes que han durado décadas, ha basado su abastecimiento energético en lo nuclear, aun conociendo su enorme exposición a los terremotos. Es muy importante tener en cuenta esta circunstancia porque la inestabilidad sísmica del territorio ha hecho que los niveles de seguridad que han utilizado sean los mejores del mundo y han extremado su atención al mantenimiento para que nada pudiera fallar. Por la misma razón también han extremado la seguridad en la construcción de edificios, pero a estos no le ha afectado y los hemos visto en las imágenes con oscilaciones imposibles. Queda claro que la energía nuclear es peligrosa y por más que se extremen sus medidas de seguridad, siempre habrá alguna circunstancia que provoque una catástrofe. Por cierto, es la única fuente de energía que puede hacerlo.

Naturalmente el debate sobre la energía nuclear ha surgido en todo el mundo. Los defensores de su utilización han salido para decir que ahora no es momento para ese debate, que no se puede hacer en caliente. No deja de ser una estupidez el intentar que ahora no hablemos de los peligros que entraña su uso cuando estamos viendo en televisión las explosiones en la central nuclear y los empleados uniformados como en las películas, pasando el contador Geiger a los ciudadanos para medir su nivel de radioactividad. Por eso ahora, precisamente ahora, es el momento de que demuestren las ventajas de su utilización y que defiendan eso de que es una “energía limpia” (cuando se ensucia es mortal), de su nivel de independencia energética (¿dónde conseguimos el uranio y lo enriquecemos?), del bajo coste de producción del kilovatio (¿cuánto cuesta construirla? Y lo más importante ¿qué empresas lo hacen?). También sería necesario que explicaran qué hacer con los residuos radioactivos y cuánto cuesta su almacenamiento que tiene que durar veinticinco mil años.

La caverna mediática dice que en este debate no se debe utilizar la ideología, naturalmente se refieren a los que están en contra de su uso, y utilizan el término para descalificarlos. Los que están a favor, o sea ellos, no tienen ideología, son unos buenos chicos asépticos que solo se preocupan por el bien de todos nosotros y por la defensa del medio ambiente y cuando se les pide que expliquen cómo se evita una catástrofe como ésta, se escudan en que “ahora no es el momento”, pero cualquier momento sí es bueno para que despotriquen contra las energías renovables.

Ahora es el momento para que desde La FAES nos expliquen las bondades de la energía nuclear, ahora, cuando hasta la mismísima Angela Merkel, para tranquilizar los ánimos, ha decidido no prolongar la vida de las centrales más viejas de Alemania. Ahora, cuando en todo el mundo cunde el temor que nos pueda pasar a nosotros. Ahora es el momento de anunciar el cierre de la central nuclear de Garoña en el 2013 y de las restantes de forma paulatina. Ahora es el momento de zafarse de la agobiante presión de los lobys que gastan grandes sumas de dinero en campañas que cantan las excelencias de la energía nuclear. Ahora es cuando el Gobierno debe presentar un Plan Energético Nacional que apueste por la paulatina sustitución de las energías contaminantes y peligrosas por las renovables y limpias.

Si de verdad se quiere defender un modelo energético, ahora es el momento y dejarlo pasar sería un gran error político.

10 de febrero de 2011

Los bancos nos humillan




Cuesta trabajo mantener la calma cuando los banqueros presentan sus balances anuales con ganancias de miles de millones de euros y que además se permitan ordenarnos lo que tenemos que hacer. Hay que reconocer que su comportamiento obedece a una realidad que se ha puesto claramente de manifiesto en los últimos tiempos, por si alguien tenía alguna duda: ellos son el poder y no están dispuestos a renunciar a él. Es decepcionante que estemos discutiendo sobre las distintas opciones políticas, analizando encuestas, reflexionando sobre lo que vamos a votar en las próximas elecciones y nos digan desde Goldman Sachs, JP Morgan, Citigrup, Santander o BBVA, lo que hay que hacer gane quien gane. Es muy grave que la política tenga un papel tan subordinado y que no imponga sus criterios que cuentan con la legitimidad que le da el sistema democrático.
No debemos olvidar que toda esta ruina la empezaron los bancos hace tres años por su desmedida avaricia de especular hasta límites irresponsables. Tampoco conviene olvidar que muchos de ellos fueron salvados por las inyecciones de capital que suministraron los gobiernos, es decir, dinero de todos nosotros. Y como no se podía dar el dinero a cambio de nada, se habló —algunos gritaron— que había que tomar medidas para que esto no volviera a ocurrir, meter en cintura a los mercados, era la hora de refundar el sistema capitalista, terminar con los paraísos fiscales. En definitiva se apostaba porque era el momento de marcar la hegemonía de la democracia sobre el mercado. Era la lógica en medio de la catástrofe, algunos pensamos que el capitalismo se había suicidado, el momento de las ideas había llegado y podía ser el comienzo de una etapa donde la política no fuese solamente “el momento de apretar el gatillo del arma que era la economía”, sino que se podría también elegir el tipo de arma. El paso del tiempo ha puesto las cosas en su sitio, los bancos salidos de la UCI gracias a nuestra sangre vuelven a fortalecer el mercado y nos dicen que nada de regulación, porque eso será peor, si se regulan dicen que pasarán a la clandestinidad, áreas más opacas les llaman ellos, y perjudicará a los créditos y por tanto al crecimiento. Han dicho en Davos, con un absoluto descaro, que los gobiernos lo que tienen que hacer es preocuparse de sus déficits y sus deudas y dejarlos tranquilos a ellos, porque si no nos vamos a enterar.
Además han elegido este momento para acabar con las Cajas de Ahorros, una espina que llevan clavada desde que estas entidades entraron en el negocio que consideraban exclusivo de ellos. Lo que más sorprende es la inacción por parte de la ciudadanía que ve desaparecer con la mayor indiferencia unas instituciones que han revertido a la sociedad sus beneficios y que han hecho posible mejorar su calidad de vida. Hospitales, centros de día, guarderías, ayudas a los sectores sociales más desfavorecidos, microcréditos para ayudar a iniciativas empresariales, impulsos para actividades en el campo del conocimiento y de la cultura y un largo etcétera que cada ciudadano puede rellenar con lo que conoce de su entorno. Mientras tanto los beneficios de los bancos revierten en los bolsillos de sus propietarios, para los que las cajas eran un mal ejemplo que había que erradicar. El presidente del BBVA, Francisco González —que “sólo” ganó el año pasado 4,97 millones de euros—, lo dejó claro: las cajas rompen el mercado con bajos precios, son un obstáculo para el desarrollo económico y encarecen los préstamos que piden ellos en los mercados. Le ha dado munición al Gobierno para justificar las medidas que ha tomado. Otra víctima más de la democracia sacrificada al dios Mercado. Esto es lo que más duele de la medida, que desde la política no se hayan planteado soluciones alternativas posibles. Como ciudadano demócrata me siento humillado e impotente.

3 de febrero de 2011

Empresas públicas



El Partido Popular y sus medios afines han comenzado una gran ofensiva de desprestigio de las empresas públicas. Denuncian el mal estado económico en que se encuentran, incluso llegan a decir que son inviables. Naturalmente el siguiente paso es proponer su desaparición, o algo mejor, su venta y privatización, cumpliendo el manual del partido.
Las empresas públicas prestan un servicio a los ciudadanos sin que su objetivo sea obtener beneficios y sin que el ciudadano page la totalidad de sus costes reales. Es decir, son deficitarias por naturaleza. Déficit que paga el Ayuntamiento, por tanto, pasar apuros económicos forma parte consustancial de su existencia. Siempre han estado mal o muy mal, pero nunca bien, si lo hubieran estado es que no cumplían con su obligación. Y el Ayuntamiento paga porque el objetivo político siempre ha sido que la ciudadanía tenga el mejor y más moderno servicio posible ¿Alguien recuerda que haya fallado la recogida de basuras, la limpieza viaria, el transporte público, o el abastecimiento de agua? Sin embargo, problemas de este tipo los hemos visto en otras ciudades con servicios privatizados. Es decir, la gestión pública de los servicios de esta ciudad es ejemplar. La empresa privada, por el contrario, pretende, legítimamente, ganar dinero y eso sólo se consigue, disminuyendo la calidad del servicio para abaratar costes, invirtiendo menos en la renovación de material, despidiendo trabajadores, y aumentado las tarifas. O bien que el Ayuntamiento siga pagando sus costes incrementados por el beneficio empresarial. Dudo mucho que el ciudadano quiera ver sus calles más sucias, los camiones de saneamiento y lo autobuses más viejos, con más averías, el agua con peor calidad y los trabajadores en huelga, como pasa en otros lugares.
El PP tiene que aclarar si esto es lo que quiere para la ciudad en caso de ganar las elecciones.

14 de enero de 2011

La falta de ética del Partido Popular



Había expectación por conocer cuántos empleos perdería CAJASUR una vez que los nuevos propietarios, la BBK, se hicieran con su control. El interés estaba motivado tanto por conocer de una vez la dimensión del estrago que han causado los curas en pérdida de puestos de trabajo, como por compararla con la propuesta que había hecho UNICAJA con anterioridad cuando se negociaba su fusión. Conocidos los términos del acuerdo, los dirigentes de Aspromonte y el Presidente del PP se han apresurado a valorarlo como una buena noticia y un acuerdo muy positivo. En el acuerdo figuran las bajas de 668 trabajadores. Y tirando de archivo vemos que son 200 más que las propuestas por UNICAJA hace 8 meses. Naturalmente surge la duda ¿desde cuándo un acuerdo que aumenta 200 parados más es una buena noticia? Será que ahora el PP se alegra de que haya más parados, o bien que quieren disimular el tremendo error político que han cometido.

Yo creo que va a ser esto último, porque el año pasado se manifestaban por las calles de la ciudad en defensa de los puestos de trabajo de CAJASUR, en contra de la Junta, del acuerdo con UNICAJA y lucharon hasta conseguir romperlo. Y desde entonces hemos perdido CAJASUR y hay 668 empleos menos. Sus prejuicios ideológicos les llevaron a cometer este grave error. Y ahora ¿Cómo se convierte este desastre en un triunfo? Pues con mucho cinismo y con el convencimiento de que los ciudadanos somos idiotas y nos tragamos todo lo que nos digan.

Eso sí, hay que posicionarse con convicción, cómo si lo que se dice sea la verdad revelada por Dios. Y para imprimir firmeza se acompañan las mentiras con insultos, moda impuesta por la telebasura. Así, el Presidente del PP culpa a la Junta de Andalucía de todo lo que ha pasado, como si los curas del cabildo, a los que siempre apoyaron, no hubieran conducido la Caja a su desaparición. Y, por si no fuera bastante y para que no quede duda alguna, acusa a su Presidente de mentiroso. Lo dice sin mover una ceja, con desparpajo, para que nadie dude de que él dice la verdad.

En política existen distintas visiones de una situación, y distintas soluciones para resolver un problema. Eso es bueno porque refleja la pluralidad de la sociedad, y poder expresar esas discrepancias es la base de la democracia. Pero la raiz del envilecimiento político está en vender mentiras como si fueran verdades porque manifiesta el ansia por conseguir el poder a cualquier precio. Esa actitud pervierte la ética democrática y menosprecia a los ciudadanos. El Partido Popular en sus ansias de poder practica peligrosamente este tipo de actitudes que alejan a los ciudadanos de la política, como ponen de manifiesto los sondeos de opinión. Tal vez sea eso lo que pretenden.


7 de enero de 2011

Tiempos de desconcierto



No corren buenos tiempos para los gobiernos central y autonómico, la opinión pública mayoritaria se les ha vuelto en contra, los critica con dureza y les hace responsables de la mala situación que estamos atravesando. El electorado progresista piensa que se debían haber aplicado otras políticas que equilibraran más el costo que estamos pagando, y se hiciera una defensa más sólida del Estado de Bienestar. Esto es lo que se espera de la izquierda. Mientras tanto la derecha, con la fiereza que le caracteriza, no propone fórmulas para resolver la situación, simplemente ataca sin piedad agitando la desazón de la gente, especialmente contra el Presidente del Gobierno. Este malestar general origina un gran desconcierto en la ciudadanía, que inclina su voto hacia el PP como reflejo de su disgusto con las políticas del Gobierno y no porque piense que las propuestas de la derecha son mejores, entre otras cosas no las conoce.
Un ejemplo de esto es la encuesta que recientemente ha realizado el IESA en el ámbito de Andalucía. Los encuestados reconocen que el PSOE gestiona mejor los intereses de los andaluces, representa mejor las ideas de la mayoría, tiene mejores líderes y se preocupa más de quien tiene más problemas y necesidades. Es decir, valores que ha demostrado sobradamente el tiempo que lleva gobernando. Sin embargo, en respuesta a otra pregunta, el PP les inspira más confianza en su capacidad de gobierno. Es curioso, porque el PP nunca ha gobernado en Andalucía. Da la impresión de que la mayoría del electorado desea que gobierne el PP pero con las políticas del PSOE, aún reconociendo en éste una mayor capacidad de liderazgo y valorando más al presidente José Antonio Griñán que al líder del PP Javier Arenas. En otro pasaje de la encuesta la mayoría reconoce que si gobernara el PP lo haría igual o peor que lo hace el PSOE. En definitiva, queremos que cambie algo a ver si así mejoran las cosas, aunque no tenemos mucha confianza en que el cambio pueda conseguirlo.
En el mes de mayo se celebraron elecciones en el Reino Unido, lógicamente el Partido Laborista en el poder pagó los platos rotos de la crisis y el electorado aupó a los conservadores de David Cameron, pero con cierto recelo ya que no consiguió la mayoría absoluta y tuvo que pactar con los liberales para convertirse en primer ministro. Las medidas que está aplicando suponen un recorte brutal en el Estado del Bienestar: incremento de las tasas universitarias en un 150% con las consecuencias de duras manifestaciones de los estudiantes, incremento de dos puntos en el IVA hasta llegar al 20%, incremento en el precio de las viviendas sociales, supresión de medio millón de empleos en el sector público, etc. En estos días, ocho meses después de las elecciones, se ha publicado una encuesta en la que se refleja el enorme malestar de los británicos con el gobierno conservador y, arrepentidos, desean que los laboristas vuelvan al poder, pero ya hay que esperar cuatro años y durante ese tiempo el destrozo puede ser difícilmente reparable, como lo fue el producido por los gobiernos de Margaret Thatcher. Si las encuestas se cumpliesen en las próximas elecciones y el PP las ganara, eso es lo nos espera. El propio Mariano Rajoy ha manifestado que “el plan Cameron da confianza. Yo haría algo similar en España”.
Como nadie escarmienta en cabeza ajena, se antoja forzoso poner en marcha una estrategia de comunicación y explicación de que es verdad que nuestro Estado de Bienestar está sufriendo mucho con la crisis, pero la izquierda garantiza que los cimientos y la estructura permanecen y van a continuar siendo sólidos. Ya conocemos la animadversión que tiene la derecha al sector público y también sabemos que allí donde gobierna, sectores básicos como la educación y la sanidad sufren un deterioro progresivo con el consiguiente aumento de la gestión privada de estos servicios. Y también sabemos que no le gusta la Ley de Dependencia y en las Comunidades donde gobierna la aplica tarde y mal.
Alguien decía hace unos días que ya no hay diferencia entre la izquierda y la derecha ni tiene por qué haberla. Es la vieja idea que Fukuyama definió hace casi veinte años con el fin de la historia y la implantación del pensamiento único, por supuesto neoliberal. Pero no es verdad, existen diferencias importantes, lo que hay que hacer es definirlas más y dotarlas de un perfil fuerte, inconfundible y fácilmente identificable. No es fácil hacerlo en estos tiempos donde el margen que nos imponen es muy estrecho pero la apuesta por los pilares de la educación, la sanidad, el empleo, las políticas sociales, el medio ambiente y la creación e innovación tienen que marcar la diferencia. De lo contrario, en la confusión siempre gana la derecha, aunque después paguemos muy cara la equivocación y ya sea tarde, como en el Reino Unido.