Tiempos de desconcierto



No corren buenos tiempos para los gobiernos central y autonómico, la opinión pública mayoritaria se les ha vuelto en contra, los critica con dureza y les hace responsables de la mala situación que estamos atravesando. El electorado progresista piensa que se debían haber aplicado otras políticas que equilibraran más el costo que estamos pagando, y se hiciera una defensa más sólida del Estado de Bienestar. Esto es lo que se espera de la izquierda. Mientras tanto la derecha, con la fiereza que le caracteriza, no propone fórmulas para resolver la situación, simplemente ataca sin piedad agitando la desazón de la gente, especialmente contra el Presidente del Gobierno. Este malestar general origina un gran desconcierto en la ciudadanía, que inclina su voto hacia el PP como reflejo de su disgusto con las políticas del Gobierno y no porque piense que las propuestas de la derecha son mejores, entre otras cosas no las conoce.
Un ejemplo de esto es la encuesta que recientemente ha realizado el IESA en el ámbito de Andalucía. Los encuestados reconocen que el PSOE gestiona mejor los intereses de los andaluces, representa mejor las ideas de la mayoría, tiene mejores líderes y se preocupa más de quien tiene más problemas y necesidades. Es decir, valores que ha demostrado sobradamente el tiempo que lleva gobernando. Sin embargo, en respuesta a otra pregunta, el PP les inspira más confianza en su capacidad de gobierno. Es curioso, porque el PP nunca ha gobernado en Andalucía. Da la impresión de que la mayoría del electorado desea que gobierne el PP pero con las políticas del PSOE, aún reconociendo en éste una mayor capacidad de liderazgo y valorando más al presidente José Antonio Griñán que al líder del PP Javier Arenas. En otro pasaje de la encuesta la mayoría reconoce que si gobernara el PP lo haría igual o peor que lo hace el PSOE. En definitiva, queremos que cambie algo a ver si así mejoran las cosas, aunque no tenemos mucha confianza en que el cambio pueda conseguirlo.
En el mes de mayo se celebraron elecciones en el Reino Unido, lógicamente el Partido Laborista en el poder pagó los platos rotos de la crisis y el electorado aupó a los conservadores de David Cameron, pero con cierto recelo ya que no consiguió la mayoría absoluta y tuvo que pactar con los liberales para convertirse en primer ministro. Las medidas que está aplicando suponen un recorte brutal en el Estado del Bienestar: incremento de las tasas universitarias en un 150% con las consecuencias de duras manifestaciones de los estudiantes, incremento de dos puntos en el IVA hasta llegar al 20%, incremento en el precio de las viviendas sociales, supresión de medio millón de empleos en el sector público, etc. En estos días, ocho meses después de las elecciones, se ha publicado una encuesta en la que se refleja el enorme malestar de los británicos con el gobierno conservador y, arrepentidos, desean que los laboristas vuelvan al poder, pero ya hay que esperar cuatro años y durante ese tiempo el destrozo puede ser difícilmente reparable, como lo fue el producido por los gobiernos de Margaret Thatcher. Si las encuestas se cumpliesen en las próximas elecciones y el PP las ganara, eso es lo nos espera. El propio Mariano Rajoy ha manifestado que “el plan Cameron da confianza. Yo haría algo similar en España”.
Como nadie escarmienta en cabeza ajena, se antoja forzoso poner en marcha una estrategia de comunicación y explicación de que es verdad que nuestro Estado de Bienestar está sufriendo mucho con la crisis, pero la izquierda garantiza que los cimientos y la estructura permanecen y van a continuar siendo sólidos. Ya conocemos la animadversión que tiene la derecha al sector público y también sabemos que allí donde gobierna, sectores básicos como la educación y la sanidad sufren un deterioro progresivo con el consiguiente aumento de la gestión privada de estos servicios. Y también sabemos que no le gusta la Ley de Dependencia y en las Comunidades donde gobierna la aplica tarde y mal.
Alguien decía hace unos días que ya no hay diferencia entre la izquierda y la derecha ni tiene por qué haberla. Es la vieja idea que Fukuyama definió hace casi veinte años con el fin de la historia y la implantación del pensamiento único, por supuesto neoliberal. Pero no es verdad, existen diferencias importantes, lo que hay que hacer es definirlas más y dotarlas de un perfil fuerte, inconfundible y fácilmente identificable. No es fácil hacerlo en estos tiempos donde el margen que nos imponen es muy estrecho pero la apuesta por los pilares de la educación, la sanidad, el empleo, las políticas sociales, el medio ambiente y la creación e innovación tienen que marcar la diferencia. De lo contrario, en la confusión siempre gana la derecha, aunque después paguemos muy cara la equivocación y ya sea tarde, como en el Reino Unido.

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