Ahora
que avanza en la sociedad la concienciación de los crímenes del
franquismo y la necesaria reparación a las víctimas que lo
padecieron, los neofranquista han contraatacado radicalizando sus
ataques. Me refiero no solamente a VOX sino a miembros del Partido
Popular, empezando por su Presidente Pablo Casado. La ofensiva se ha
desatado con el nuevo proyecto de ley de Memoria Democrática,
impulsada por Carmen Calvo, que ha aprobado el gobierno. Es seguro
que será mejorada en el debate parlamentario para que salga la
respuesta definitiva a una vieja lucha de las asociaciones
memorialistas, que justamente vienen demandando, desde hace
demasiados años, el reconocimiento por parte del Estado de los
crímenes que se cometieron y que se hagan las actuaciones necesarias
para rescatar los restos de las víctimas de las fosas comunes. Es un
acto de humanidad que sus familiares rescaten sus restos para darle
la sepultura que merecen. Cualquier persona con un poco de dignidad
y sentimientos vería estas actuaciones como necesarias y de
justicia. Han pasado ochenta años de aquella barbarie, demasiado
tiempo sin reparar los crímenes que se cometieron de forma impune.
Es
increíble que en estos momentos sea necesario volver a reafirmar los
valores de la democracia y definir lo que ocurrió en 1936 como un
golpe al poder político legal y democráticamente constituido.
Pablo Casado ha dicho que fue “un enfrentamiento entre los que
querían democracia sin ley y lo que querían ley sin democracia”.
¿De verdad desconoce que toda democracia se fundamenta en una ley
básica que se llama Constitución? No creo que ese pronunciamiento
se deba a la ignorancia. Y si no lo es, entonces se debe al
convencimiento de que solo desde un golpe de Estado se puede
implantar la ley. Eso tiene muy poco de demócrata.
Recientemente
en su presencia, Ignacio Camuñas dijo que la culpa de la tragedia
que padeció España fue culpa de la República y que no hubo
un golpe de Estado para acabar con la democracia. Casado escuchó con
una sonrisa y en su intervención no refutó tamaño disparate, es
más, alabó el discurso como “un lujo”.
No defender un sistema democrático legítimo
frente a un acto violento que al final lo derrocó y asesinó a los
que lo defendían y aplaudir
a quién niega que hubo un
golpe de Estado,
tiene muy poco de demócrata.
En
su enfurecida y alocada tarea de oposición ha calificado al Gobierno
de ilegal e ilegítimo. Todos
los gobiernos de un sistema democrático se ajustan a
un conjunto de
leyes que emanan de una
Constitución, el
actual también. Los que no
lo hacen son los que consiguen el poder mediante golpes de Estado,
vulnerando las leyes. Si
descalifica a este gobierno será porque le parece legal y legítimo
el de Franco. Eso ni siquiera debería
pasar por la cabeza de
un demócrata.
La
Carta Magna señala el límite de ocupación
del cargo
de los miembros de las instituciones del Estado y ordena
su renovación. Casado se niega a que se cumpla el mandato
constitucional para la renovación de los órganos judiciales
porque, como se ha visto en sentencias recientes, controla a la
mayoría de los jueces que los
componen. No obedecer los contenidos de la Constitución por
seguir
controlando
unos órganos del Estado que deben ser independientes, no
es propio de un demócrata.
Se
está investigando
por los tribunales el uso del poder del Estado en beneficio del
Partido Popular durante
el Gobierno de Mariano Rajoy. Se usó el dinero y la estructura
policial para robar documentos que comprometían actuaciones
delictivas del partido. Eso no se hace nada más que en sistemas
dictatoriales, dónde no se rinden cuentas a nadie. Casado no ha
hecho ninguna declaración condenando estas actuaciones que son muy
graves y atentan contra el sistema democrático. Su actitud no parece
ser la de un demócrata.
Estos
signos son bastante alarmantes para la credibilidad de un dirigente
político que aspira a gobernar una democracia. Algunos de sus
defensores argumentan que con estas actitudes lo que pretende es
quitarle votos a VOX que, efectivamente es un partido neofranquista
declarado. Pero ninguna táctica electoral puede ir contra los
principios que se profesan. Además es muy peligroso para sus
seguidores porque lanza mensajes que los conducen a mantener posturas
antidemocráticas, que
crispan las relaciones con el resto de ciudadanos que no piensan así
y que se sienten
demócratas. Pero
Casado da la impresión de que no hace ni dice esas cosas por táctica
electoral, lo manifiesta con tal fuerza que demuestra que está
convencido de lo que dice, sin importarle las consecuencias de que
creamos que no tiene mucho de demócrata.
Hace
unos días Josep Ramoneda, se preguntaba que dónde están los
liberales del PP que no dicen nada ante esta grave deriva que está
tomando Casado. Precisamente
Ignacio
Camuñas pertenecía al PDP , un
partido liberal que
formaba parte de la UCD, es más, representaba a
los liberales españoles en
los organismos europeos. Ahora
estuvo
en VOX cuando se fundó, pero por sus declaraciones podemos deducir
que este liberal ha sido cautivado por las ideas dictatoriales y se
ha convertido en su profeta. Este
sujeto
ha sido llamado por Casado para que pontifique en el seno del PP su
buena nueva. Lo único que cabe pensar es que lo ha fichado para
reforzar sus postura.
Yo
también pienso que ésta no puede ser la derecha alternativa del
poder en una democracia plena como la nuestra. Los
demócratas cristianos y liberales del
seno del partido, si
es queda alguien,
deben denunciar que estas posturas que está adoptando su líder no
pueden ser aceptadas en un partido que se define como de
centro-derecha. En el resto de Europa los partidos de derecha, lejos
de arrimarse a los de su extremo, han trazado un cordón sanitario y
denunciado sus políticas.
¿Por qué no se hace aquí? La
respuesta la tiene Pablo Casado y no
parece que quiera parecerse a un partido de derecha europeo.