FIESTA NACIONAL

 

Tuve la oportunidad de pasar en dos ocasiones un 14 de julio en Francia. La primera vez fue en Montargis, un pueblo situado al sur de París. Se engalanaron las plazas y las calles con banderas, la noche anterior se celebró un baile en la plaza principal con orquesta, se montaron puestos de comida y bebida, el champán corrió con abundancia. En fin, el pueblo celebraba con la mayor alegría posible el final del viejo régimen con el asalto del pueblo a la Bastilla un 14 de julio de 1789. La segunda vez que coincidí con la celebración de su Fiesta Nacional fue en París. Pese a ser más cosmopolita y tener una población con orígenes muy diversos, la noche del día 13 fue muy difícil conciliar el sueño, porque las calles estaban inundadas de gente que bebía, reía y cantaba. El hotel dónde nos hospedábamos mi mujer y yo, estaba próximo a un bar y los clientes estuvieron hasta la madrugada sin para de cantar y de celebrar la fiesta. Al día siguiente ni nos enteramos de que había un desfile militar que, por supuesto, no vimos, pero sí contemplamos las terrazas llenas dónde las familias al completo celebraban su día grande.

En EE, UU. Hemos visto por el cine, cómo celebran el 4 de julio, en el que conmemoran su independencia de Inglaterra, ocurrida en 1776. Hay desfiles de bandas de música, de carrozas y de agrupaciones de todo tipo. Celebran festivales musicales, exposiciones, fuegos artificiales y por supuesto es un día para las barbacoas.

Así podríamos continuar por todos los países que celebran conmemoraciones similares y que han elevado a categoría de Fiesta Nacional.



Aquí, durante la dictadura, el 12 de octubre, fiesta del Pilar, se celebraba el Día de la Raza (nunca supe a que raza en concreto se refería, supongo que era la humana), había un desfile que se hacía en las ciudades que tenían guarnición militar. No existía eso de Fiesta Nacional, esa denominación data de 1987, ya en la democracia. También los días 1 de abril se celebraba un desfile militar, que era el más importante porque se conmemoraba el día de la victoria sobre la República. Había que recordar al pueblo quién había ganado la guerra por si no nos hubiéramos enterado todavía y quién tenía el poder. Además servía para enseñar que el ejército continuaba acuartelado en las ciudades y nos insuflaba ardor patriótico. Al terminar el desfile, nos sentíamos protegidos contra nuestros enemigos. Entonces yo no sabía que los enemigos del pueblo eran precisamente los que mandaban. Cuando supe que nuestros valientes soldados estaban en las ciudades para vigilarnos, más que para defendernos del ataque enemigo, ya no sentía el orgullo patrio, sentía miedo.



La interpretación de la Historia cambia con el tiempo y con la visión que se tienen de los hechos ocurridos. Yo aprendí la gloria del imperio español, donde nunca se ponía el sol. Fuimos los más grandes del mundo y para que no se nos olvidara nos hacían gritar ¡Por el imperio hacia Dios! Volveríamos a ser grandes con la ayuda de Franco y de la Iglesia. Ahora en latinoamérica se está reinterpretando la historia de su conquista por los españoles. Los historiadores nos cuentan que aquello no fue tan bonito como nos dijeron entonces, que los españoles lo que buscaban era el oro por encima de todo, que arrasaban poblados y convertían a sus habitantes en esclavos a los que explotaban vilmente, que les llevaron enfermedades que allí no se conocían, entre otras gestas heroicas que también las hubo. Ahora hemos oído en estos días a dirigentes políticos de la derecha y concretamente a la Presidenta de la Comunidad de Madrid, defender el concepto tradicional que aprendimos en la dictadura, España llevó a América, la civilización, el cristianismo y... la libertad, claro. Al parecer los pueblos aztecas, mayas, toltecas, nahua, incas, aimara, quechua y tantos otros, no eran libres ni civilizados hasta que llegaron los españoles, y efectivamente no eran cristianos. Pero ha censurado hasta al Papa, que ha matizado en estos días, ese concepto tradicional de “evangelización”, ¡qué sabrá el Papa! Convendría que Ayuso leyera a Fray Bartolomé de la Casas, sacerdote dominico, nada sospechoso de ser comunista, que denunció el maltrato que los colonos españoles le daban a los indígenas y también puede leer a los muchos historiadores, de ambos lados del Atlántico, que nos cuentan lo mismo con abundantes pruebas. Aunque tal vez sea mucha lectura para ella.

Sin duda el hecho más relevante de toda esta historia fue que Cristóbal Colón el 12 de octubre de 1492, pisó tierra en un continente desconocido para los europeos. Lo que vino después, no fue precisamente para celebrarlo, salvo que los sucesores de la dictadura continúen pensando en caminar por el imperio hacía Dios.



Aquí no existe esa conciencia de tener una fiesta nacional. Para nosotros esa fecha es la del puente del Pilar (siempre gana la Iglesia). Si no fuera por el desfile mucha gente ni se enteraba de lo que se celebra oficialmente. Creo que lo que debemos de celebrar como nuestra Fiesta Nacional debe ser el 6 de Diciembre, que conmemoramos el día en que se aprobó nuestra Constitución, que nos hizo libres y nos sacó del negro túnel de la dictadura. Esa es la última que se aprobó, pero también sería una magnífica fecha el 19 de marzo, porque un día como ese de 1812 las Cortes de Cádiz aprobaron la primera Constitución española de la historia. Celebremos la libertad, como hacen franceses y estadounidenses. Por soñar que no quede.

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