EL PODER SE INQUIETA


Me refiero, lógicamente, al verdadero poder, el del dinero que detentan unos pocos,  el que impone las reglas, el que tolera ciertas licencias siempre y cuando no se ponga en cuestión su status, el que odia a quien osa cuestionarlo, el que no repara en usar los instrumentos más extremos, hasta una guerra civil, para seguir mandando, el que controla las instituciones democráticas para utilizarlas en su favor, el que sale ganando de todas las crisis. El de siempre.
 En la Gran Recesión del 2008  los gobiernos salvaron a los bancos  a costa de los ciudadanos que pagamos la cuenta. Y consiguieron una posición mejor que antes, mientras  sumieron en la miseria a millones de personas que antes vivían con cierta dignidad, a la que llamaron “vivir por encima de nuestras posibilidades”. Como tuvimos que pagar la deuda, empeoraron las condiciones de nuestras vidas, porque ellos no solo no pagaron sino que ganaron a costa nuestra. Dejaron sin futuro a la juventud, casi esclavizaron las condiciones de trabajo, quitaron poder a los sindicatos y redujeron el sector público hasta dejarlo irreconocible.  Entendieron que eso era vivir de acuerdo con nuestras posibilidades. De todo se culpó a la crisis, nos asustaron con los peores castigos que nos pudiéramos imaginar, hundimiento de la economía, rescate, los hombres de negro y mientras tanto su poder aumentaba. Esto se pudo hacer porque gobernaban los suyos, su brazo político, que muy gustosos hicieron leyes que machacaban a los trabajadores y que nos tapaban la boca. Suprimieron libertades y nos quitaron hasta el derecho a protestar.
Ahora ese poder se enfrenta a una situación  que no controla, una pandemia que ha puesto patas arriba todo lo establecido, ha convulsionado el mundo, ha llenado de incertidumbre el futuro, ha creado una situación en la que se sienten  amenazados. La democracia ha actuado y ha puesto la vida de las personas por delante de los intereses económicos,muy a su pesar. Y eso les ha preocupado un poco, acostumbrados a crecer en todas las crisis y que paguen los de siempre, esta vez les asalta la duda. El enorme pastel de dinero público que será necesario, una vez más, para rescatar la economía, esta vez sus destinatarios no serán los bancos, que gozan de  buena salud, sino la gente, los pequeños empresarios, los autónomos, los trabajadores. Los que siempre pierden. Eso  les inquieta porque   pueden perder la mayor parte del pastel que siempre se llevaban y también quién va a pagar la factura, que ellos nunca pagan. Hasta ahora las cosas estaban así,  pero esta vez el Gobierno actual no es suyo y ya les ha amenazado (suavemente) que les va a tocar pagar, que les va a subir los impuestos para que contribuyan a pagar la enorme deuda que va a generar este desastre provocado por la pandemia. Y  a eso sí que no están dispuestos. Sus descerebrados gobernantes de Madrid anunciaron que, no solo no iban a pagar, sino que les bajarían sus aportaciones al fisco, que para eso son sus representantes.
Ante este panorama sienten inquietud y presionan para que hagan saltar al Gobierno y puedan entrar los suyos, para poder coger la mejor tajada de nuestro dinero y poder irse otra vez sin pagar. Por eso no paran de pregonar las maldades de todos los que forman parte del Gobierno socialcomunista. Los discursos de sus representantes políticos destilan odio que transmiten a sus seguidores, con un lenguaje chulesco. Les quitan los bozales a sus voceros y azuzan a su caverna mediática a la que financian, para que confundan con mentiras y lo que haga falta a la opinión pública.
En estos días se ha reforzado su empuje con manifestaciones, rompiendo el Decreto de Alarma en una clara desobediencia a la Ley y una desafiante provocación. El problema sería grave ya de por sí, pero lo es infinitamente más cuando está en juego la vida de la gente. Estamos todos confinados, respetando las normas de forma solidaria, para que ahora los que no quieren pagar contribuyan a un rebrote de la pandemia. Lo están dejando muy claro, la vida de las personas les importa poco, lo que les importa es su  negocio y sobre todo no pagar, una cuestión que no tienen nada segura con los que mandan ahora.
Por eso mantener a este Gobierno, se ha convertido en una cuestión de supervivencia de los valores democráticos. Su permanencia es necesaria para incrementar el poder de lo público, para que haya justicia fiscal y paguen los que más tienen y  que no paguen solo los de siempre, para hacer leyes que recuperen el terreno en el campo de la sanidad, de la educación, de los derechos de los trabajadores, de la justicia social y de las libertades ciudadanas. Para que volvamos a creer en la decencia de la política y para que esta vez también paguen ellos.  



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