No disparen al pianista

Mucho se ha dicho y mucho se ha escrito en los últimos tiempos sobre Cajasur. Se ha producido un inusitado interés por conocer qué estaba pasando y todo el mundo ha opinado sobre el asunto. Es lógico, dada la gravedad de lo que ha ocurrido y la repercusión en todos los ámbitos de la sociedad. Curiosamente de la gente que menos conoce el caso he oído las opiniones más atinadas y más sensatas, como sensato ha sido el comportamiento de los cordobeses con la entidad, no se ha producido la desbandada de clientes tan temida, por el contrario, han mantenido su fidelidad incluso en los momentos en que la sensatez aconsejaba salir corriendo, que ha habido muchos. Y qué mal han respondido sus gestores a ese comportamiento leal.
Una de las características de este caso es que no ha habido ocultación de información, en todo momento hemos conocido lo que estaba ocurriendo, el excesivo riesgo con empresas constructoras, el funcionamiento atípico de su Consejo de Administración, las diferentes posturas que se mantenían en el seno de la entidad, los reiterados mensajes del Banco de España, los intentos del Cabildo de buscar la salvación fuera de Andalucía, los pormenores de las negociaciones con Unicaja y el desenlace final del consejo del mes de mayo, entregando la Caja al Banco de España. De todo hemos tenido conocimiento, lo que ha permitido conformar una opinión cada vez más coincidente en el seno de la sociedad cordobesa: la gestión de la entidad por el Cabildo ha sido un completo desastre y la ha conducido a su desaparición. La única incógnita por despejar es por qué la Iglesia toma la decisión de acabar con la entidad, los responsables no lo han explicado, tal vez porque sus razones sean inconfesables y no se puedan dar a conocer sin provocar la irritación de todo el mundo. Tal vez porque han preferido el suicidio antes de que haya una entidad financiera fuerte en Andalucía.
Ahora, cuando teníamos la certeza de cuáles habían sido las causas que han conducido a la desaparición de Cajasur y quiénes habían sido sus responsables, el Presidente del Partido Popular y candidato a la alcaldía de Córdoba, José Antonio Nieto, nos descubre quién ha sido el verdadero culpable: el Banco de España. Cuando he leído los titulares no podía dar crédito a esta noticia, porque naturalmente considero que está suficientemente informado para hacer esta acusación, ¿cómo es posible que no nos hayamos dado cuenta? Vaya por delante mi torpeza para averiguar en las novelas de intriga quién es el asesino, pero esta historia me la sabía bien, conocía todos los detalles, ¿cómo se me podía haber pasado por alto algo tan relevante?
El razonamiento no puede ser más original, el Banco de España ha permitido que Cajasur se hunda porque sabía lo que estaba pasando y no hizo nada. Y no lo hizo para tapar al PSOE y a la Junta de Andalucía. O sea, que estos han sido los que han provocado la ruina, y el Banco de España ha actuado de encubridor. No está mal, aunque habrá que reconocer que algo sí hizo el organismo regulador, lo expedientó a él y lo sancionó en 2006, cuando era miembro del Consejo de Administración, precisamente por no seguir las instrucciones que de forma reiterada se les estaba enviando para evitar la peligrosa deriva que estaba tomando la Caja.
El PP aplica en este caso la estrategia que figura en su manual, y que ya ha exhibido en numerosas ocasiones, por ejemplo en el caso Gürtel: la culpa de que haya militantes suyos imputados de diversos delitos la tiene la policía, la fiscalía, algunos jueces y por supuesto Zapatero. Nieto aplica el manual y en esta ocasión obligado por su alineación con las tesis del Cabildo al que ha apoyado siempre, pretende exonerarlo de culpa con un argumento absurdo, increíble y que suena a desesperado.
Es de esperar que las ideas que tenga sobre la ciudad de Córdoba, a la que pretende gobernar, no sean como ésta, porque de ser así su credibilidad estará por los suelos y nadie lo tomará en serio.

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