EL SISTEMA CAMBIA DE ROSTRO
En el panorama económico mundial estamos sufriendo un profundo cambio desde el final de la primera década de este siglo que nos ha transformado la vida totalmente. El sistema neoliberal, libre de enemigos que pudieran hacerle sombra y sin que nada frenara su avaricia, venía desarrollando sus políticas de forma salvaje hasta llegar al colapso que se materializó en la Gran Recesión. El problema se agravó por la falta de soluciones desde el lado de la izquierda arrollada también por los acontecimientos e incapaz de plantear alternativas. El dominio absoluto de las duras soluciones liberales, capitaneadas en Europa por Angela Merkel no lo olvidemos, consiguió profundizar las desigualdades y sumió amplias capas de la sociedad en el paro, el trabajo precario, mal pagado para acabar sumidas en la pobreza. Mientras tanto una minoría se enriquecía brutalmente. Es el resultado que se alcanza cuando la codicia del liberalismo actúa sin freno.
Cabría pensar en buena lógica que esa situación haría que la izquierda fuera una alternativa firme y diera soluciones que fueran apoyadas por la mayoría de la sociedad, duramente castigada por las políticas capitalistas. Pero la socialdemocracia se quedó paralizada porque estaba contaminada de las políticas liberales que había aceptado en la loca carrera hacia el abismo, para no desaparecer del escenario político. Los sindicatos centraron su lucha en estrategias defensivas de mantenimiento de los miserables puestos de trabajo. Los trabajadores entraron en una lucha fratricida por las migajas que les ofrecía el sistema. La sociedad, todos nosotros, tuvimos que pagar, encima, a los que habían provocado esta catástrofe, principalmente los bancos, que se fueron de rositas y apenas notaron la crisis profunda que padecía el sistema.
En esto vino la pandemia y la economía, no recuperada todavía, entró en barrena. Las circunstancias que creaba la nueva situación no podían tener respuesta en las condiciones normales de funcionamiento del capitalismo. Entonces se echó mano de Keynes. El sistema no tiene escrúpulos en abandonar momentáneamente a Adan Smith y echar mano de su adversario ideológico, el caso es salvar sus intereses. Decía Robert Shiller, Premio Nóbel de Economía, que los mercados por sí solos no pueden manejar esta crisis, porque la pandemia ha mostrado las miserias del sistema. Entonces la Unión Europea y EE.UU. tiraron de chequera, ahora sí lo consideraron necesario, y han habilitado subvenciones y créditos como si no hubiera un mañana. Hay que salvar la economía, es decir las grandes empresas que la mueven que como agujeros negros succionan todo el dinero que pueden. Ya de camino dan de comer a los pequeños y también crean puestos de trabajo, esos puestos de trabajo en las condiciones que decíamos antes. En cualquier caso es de celebrar que aunque sea obligado acudan al sector público para que habilite recursos a fin de que podamos superar estos duros momentos. Pero no vayamos a pensar que el sistema ha cambiado o ha sido sensible a la situación que atravesamos. Lo hace porque es necesario para su supervivencia. Siempre lo hace, cuando tiene problemas tira del dinero público. Por cierto, la gestión de estos fondos que llegan desde la U.E. es la razón por la que el PP tiene la obsesión de echar al Gobierno, para ser ellos los administradores, pero con sus antecedentes ya sabemos cómo lo pueden hacer.
Lo realmente importante es que los recursos que nos llegan sirvan para cambiar nuestro sistema productivo, hemos sufrido demasiado por depender mayoritariamente del turismo. Al mismo tiempo hay que conseguir que se haga un reparto más justo, que palíe los tremendos desequilibrios que existen en nuestra sociedad. Esto sólo se puede garantizar si se aplican medidas progresistas que fijen sus objetivos en la educación, el sistema de salud, la retribución justa del trabajo, la defensa del medio ambiente, en definitiva lo que entendemos por políticas sociales. Es preciso evitar que ocurra lo que decía El Roto en una de sus viñetas “ Cuando todo esto pase, nada volverá a ser igual…¡menos lo de siempre, claro!”
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