EFECTOS SECUNDARIOS

 Vivimos tiempos de pesadilla mezcla de incertidumbre y temor al futuro. Una situación en la que la inmensa mayoría somos meros espectadores pero que pagaremos las consecuencias de lo que resulte. Son  tiempos que ya habíamos olvidado porque, los más parecidos, fueron hace más de cuarenta años, toda una generación. Pero entonces sí pudimos ser protagonistas. Luchábamos por conseguir un sistema de libertades que nos sacara de la asfixia del franquismo. Una hermosa lucha, y al final  todos ganamos porque pactamos cómo debíamos construir nuestro futuro para progresar en paz y libertad. Dentro de unos días se conmemoran los 40 años de los Pactos de la Moncloa. Todos los partidos políticos, incluidos Convergencia y Unió y el PNV, junto con  los sindicatos, acordaron la manera de sacar a España de la angustiosa situación económica en la que se encontraba. Los dirigentes políticos de entonces tenían un concepto de Estado que hoy se echa en falta. Nadie pensaba entonces que un pacto entre la derecha heredera del franquismo y la izquierda, restaría votos. Y aunque así fuera, se valoraba más el interés general que el del partido.  Hoy se gobierna en base a lo que digan los sondeos de opinión y el resultado de eso, en las circunstancias actuales, es que crezcan las posturas más radicales. Ante la ausencia de la política, cuyos objetivos son los acuerdos que matizan las posturas extremas, triunfan los argumentos primarios que nos dividen simplemente, en buenos y malos, o nosotros y ellos. Y esto se fabrica, como siempre, sobre muchas mentiras, que una vez situado en mi trinchera son alimento para el odio. Llegados a este punto, se manipula la historia, los símbolos y lo que haga falta. ¿Quiénes son fascistas, los independentistas o yo? Ninguno, pero poco importa. Estamos en la descalificación y el insulto, eso sí, de forma pacífica. Menos mal. El esfuerzo realizado por los que se vistieron de blanco y se manifestaron reclamando diálogo, ha fracasado. Se ha impuesto la irracionalidad. Ante esta situación no es de extrañar que se haya incrementado de forma importante la venta de ansiolíticos para poder dormir, pero ¿quién nos libra de las pesadillas?  

(Columna de opinión en la Cadena Ser)     

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