UN DESASTRE GRANDIOSO

La situación política que atravesamos es la peor y más desconcertante de toda la democracia. Nunca se había visto que el partido que sostiene al gobierno estuviera inmerso en una enorme maraña de corrupción que salpica al propio Presidente. La justicia lo ha calificado de banda criminal organizada. Han utilizado ingentes cantidades  de dinero público en beneficio propio con operaciones que solo hemos visto en las películas de gánsters y de la mafia. Las conversaciones mantenidas entre ellos que hemos conocido, propias de matones, alcanzan unos niveles de desvergüenza y cinismo nunca vistos. Han montado un entramado delictivo  que implica  a las instituciones y, lo más grave, levanta muy serias sospechas de actuaciones condenables en el ámbito del Poder Judicial, el último reducto que le queda a un sistema democrático. Asombra la impunidad y la prepotencia con que se ha delinquido. Esta situación requeriría, en beneficio de todos, una respuesta tajante y dura del PP, dónde quedara de forma incontestable su voluntad de regeneración, de colaboración con la justicia costara lo que costase, ceses y dimisiones incluidas. Por el contrario, su actuación ha sido el silencio, cuando no la justificación o un propósito de enmienda nada creíble y culpar a los demás de una supuesta caza de brujas. Han intentado boicotear la comisión creada en el Congreso con marrullerías e intentarán y seguro que conseguirán, que no les salpique más de lo conveniente. No es difícil.
Ante esta situación es normal que la población esté indignada y despotrique contra “toda” la clase política ante este bochornoso espectáculo. El papel de la oposición no deja de ser, cuando menos, decepcionante. En el partido de Albert Rivera, erigido en paladín de la honestidad y la transparencia, tartamudean en sus declaraciones de condena, aparecen acobardados, cuando tienen la ocasión de dar credibilidad a lo que siempre han pregonado y retirar su apoyo al Gobierno. Los partidos nacionalistas van a lo suyo y a sacar tajada, esto es un problema de España y más de uno, la antigua Convergencia por ejemplo, tiene mucho que callar. El PSOE decidió convertirse en un fantasma y pasar un largo periodo de hibernación, una gravísima decisión de un partido que es alternativa de gobierno y más en estos momentos cruciales que estamos atravesando. Enfangado en las luchas tribales como consecuencia del golpe dado por los Susana boys, derribando al Secretario General en aquel aciago Comité Federal del 1 de octubre, sólo le ocupa y preocupa  la lucha interna por conseguir el liderazgo del partido.
Podemos, ya se sabe que juega en otra liga,  consecuente con su origen, ha recogido el malestar de la calle y ha reaccionado lanzando un misil, una moción de censura que pretende echar a Rajoy. De siempre la izquierda radical ha tenido en los gestos su razón de ser porque nunca tuvo el respaldo mayoritario que se necesita para alcanzar el poder. Los gestos satisfacen y le justifican ante su gente. Son conscientes de que la moción de censura no tiene recorrido ni puede echar a Rajoy. Este no su objetivo, puesto que el año pasado podrían haber impedido que continuara en la Presidencia si hubieran apoyado a Pedro Sánchez, además lo han hecho sin tantear previamente a los demás partidos para ver los apoyos con los que podrían contar, lo que deja muy claro que su objetivo no es desalojar a Rajoy de la Moncloa. Pablo Iglesias llama a la movilización ciudadana y convoca una manifestación para el 20 de mayo, saben que eso tampoco va a conseguir echar al PP del Gobierno. Lo que realmente pretenden es enaltecer a los suyos y dejar en evidencia a las demás fuerzas políticas, especialmente al PSOE sumido en la inanidad política. En esto momentos de indignación ciudadana ante el gansterismo gobernante y vista la tibieza con que se comportan las fuerzas políticas, es natural que caiga bien entre la población la iniciativa de Podemos.
 ¿Es que el PSOE no se da cuenta de la gravedad de la situación? ¿Cómo se puede votar en contra de la comparecencia de Rajoy en la Comisión de Investigación? Seguro que habrá sido por “razones de Estado”. ¿Es que no son conscientes de que con estas actuaciones dejan sin referente político a millones de sus votantes? Asusta y preocupa la carencia de iniciativas políticas de los socialistas. Se podrá argüir que es debido a la provisionalidad de la situación que se atraviesa, con una Gestora que no toma decisiones políticas. Ya podrían haberlo tenido en cuenta cuando decidieron que esta provisionalidad durara ¡ocho meses!, que además transcurren en una vorágine política como no se recuerda desde hace muchas décadas.  En unas condiciones normales con un liderazgo claro, el PSOE hubiera llevado la iniciativa y no estaría contra las cuerdas de una forma tan poco digna. Ya han denunciado el oportunismo de Podemos al plantear la moción de censura, bien, pero ahora toca dar respuesta. Por lo escuchado va a ser rechazada, no sólo han permitido que el Presidente de un partido corrupto gobierne España, con su abstención en la sesión de investidura, sino que cuando conocemos que la corrupción llega al colmo del escándalo, se le confirma en el cargo.  Peor imposible.
El PSOE no puede culpar de su desastrosa situación a Podemos que lo que ha hecho es aprovecharse  para tener la iniciativa política y posicionarse como la única voz que se escucha en la izquierda, como hubiera hecho cualquiera. Les han acusado de interferir en las elecciones internas del Partido, ¿acaso no lo están haciendo los poderes económicos y mediáticos apoyando a la candidata que goza más de su confianza? Basta con ver la cobertura y el trato amable que le dan los medios de la derecha y algunos que se dicen de izquierdas. El partido socialista ha llegado a esta situación por méritos propios y las consecuencias las padecemos todos, Rajoy seguirá en el poder, seguiremos sufriendo sus políticas  antisociales y Podemos, un partido radical, amenaza con alcanzar la hegemonía en la izquierda. A final de mayo el PSOE tendrá un nuevo liderazgo pero por lo que estamos viendo, de un partido que se presenta roto en pedazos cara al próximo Congreso. ¡Qué desastre más grandioso! Como le decía Anthony Quinn a Alan Bates en  Zorba el griego.





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