La Gran Coalición
Los
ciudadanos ya hemos ejercido nuestro derecho al voto, hemos expresado en las
urnas nuestras filias y fobias, nos hemos desahogado y los más escépticos han pasado de votar, total nada iba a
cambiar. Y mira por donde el resultado sí ha cambiado el panorama político de
una forma radical: nadie ha ganado pero nadie ha perdido. El PP ha sacado más
diputados que los demás pero no los suficientes como para formar Gobierno; El
PSOE ha perdido escaños pero ha aguantado el tipo ante una presión muy dura por
sus flancos; PODEMOS no ha alcanzado los cielos pero entra con fuerza en el
Parlamento y CIUDADANOS no alcanza las expectativas que había generado, ni es
determinante, pero consigue un número importante de escaños, partiendo de cero.
En estos
días se han dibujado todos los escenarios posibles para que se forme un gobierno
más o menos estable y cada cual ha fijado posiciones con conceptos que no están
dispuestos a renunciar. Por otro lado asombra el cinismo del PP dispuesto a
negociar lo que haga falta para poder conseguir gobernar, ellos, que han
tiranizado el Parlamento con decretos-leyes y negado el diálogo con la sociedad
durante los últimos cuatro años.
Las variadas
alianzas que se están aventurando estos días, partiendo de los bloques
clásicos, izquierda, derecha y nacionalistas, desembocan en que es de una
enorme dificultad formalizar un acuerdo que haga posible la formación de un
Gobierno. Ya han comenzado a oírse con fuerza las voces que reclaman responsabilidad a las fuerzas políticas
para poder llegar a un acuerdo porque es mucho lo que está en juego, nada menos
que la estabilidad política y económica, dicen. Y ante la imposibilidad de
cuadrar los resultados se pone sobre la mesa la Gran Coalición PP-PSOE como la
única solución posible. Cuando la demoscopia avanzaba una situación parecida a
la que se ha producido el 20 D, ya se empezaron a oír los argumentos que
apuntaban a la necesidad de entendimiento entre los dos partidos, especialmente
lanzada por los círculos económicos más poderosos e influyentes. El argumento
empleado es que lo primero que hay que conseguir es tener estabilidad, porque
de lo contrario los mercados se ponen nerviosos y ellos perderían (nosotros ya
perdimos), además hay muchos países en Europa que lo han hecho, especialmente
Alemania, y ha funcionado muy bien.
El PP ya ha
manifestado que ve bien este arreglo, ya sabemos que pactan con quien sea con
tal de conservar el poder, pero al PSOE estas opiniones le meten mucha presión
porque se alude a su responsabilidad de Estado y de hacer gobernable el país. Estas
presiones se unen a las que vienen de la UE que abundan en los mismos
argumentos, temerosos de que en un escenario incierto dejen de cobrar. La
recuperación económica que se ha hecho sobre una brutal pérdida de derechos de
los ciudadanos, preocupa en los mercados, también inquietos porque se puedan
recuperar esos derechos, como figura en los programas electorales de los
partidos de izquierda. De ahí la importancia de sacar al PSOE de ese saco y
colocarlo ante la responsabilidad de Estado. Con ello la izquierda quedaría en
una manifiesta inferioridad incapaz de llevar a cabo ninguna alteración del
status acordado.
La otra
presión a la que está sometido el PSOE es a la que proviene de PODEMOS, de
hecho ya han propalado que al final habrá un entendimiento con el PP, sus
partidarios lo afirman con rotundidad. Si algo conocemos de esta fuerza
política que emerge del 15-M es que su objetivo es alcanzar la hegemonía en la
izquierda, para ello no ha tenido empacho en variar su discurso y adaptarlo
hasta quedar prácticamente irreconocible. Se negó a pactar con la IU de Alberto
Garzón, no quería desdibujar su imagen de fuerza emergente que quería alcanzar
los cielos y ha conseguido hacerla irrelevante. Después fue a por el PSOE, un obstáculo más difícil, pero
las encuestas pronosticaban que se podía
producir el sorpasso. La realidad no ha sido así y ahora pretenden empujar para
conseguir la Gran Coalición y así quedar ellos como la fuerza política
referente de la izquierda y, por tanto, alternativa. Y según hemos visto tienen
mucha prisa por conseguirlo.
El PSOE debe
tener muy presente que apoyar al PP por acción u omisión es firmar su sentencia
de muerte porque sería reconocer, de alguna manera, que las políticas antisociales
de Rajoy han sido acertadas y, por tanto, dejar de ser la alternativa de la
izquierda, con lo que pasaría a ser un partido irrelevante. Y no es comparable
la situación con Alemania, donde el partido socialdemócrata no tiene quién le
acose desde la izquierda de la misma forma que ocurre aquí.
Si nadie
puede formar Gobierno, pues vamos a las urnas otra vez y no vamos a ser más
pobres ni a estar peor, además hay unos presupuestos aprobados para todo el
año. Esto es preferible a hacer renuncias que desdibujen el perfil ante los
partidarios y electores. Si se hacen las cosas bien ya veremos hacia dónde se
inclina el voto útil.
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