Reflexiones de un ignorante en economía


Vivimos pendientes de todo lo que se relaciona con la economía, una actitud propia de tiempos de escasez y penuria como el que estamos atravesando. Además de preocuparnos por la forma de solucionar nuestros problemas personales, que en algunos casos son dramáticos, nos interesamos por la actitud de los mercados financieros, la marcha de la deuda pública, el nivel del déficit, los niveles que alcanza el PIB, qué es la deflación y hasta hemos aprendido qué demonios es eso de las sociedades de inversión de capital variable. Estamos asustados, desconfiados, con mucho temor por lo que pueda pasar, porque puede pasar de todo, y culpando a los gobiernos central, autonómico y local de todo lo que está sucediendo.

El anuncio del Gobierno de retrasar la edad de jubilación hasta los sesenta y siete años me cogió desprevenido, eso no lo esperaba, especialmente porque los gobiernos de Rodríguez Zapatero se han distinguido por su especial atención a las políticas sociales, con la Ley de Dependencia, la subida de las pensiones, del salario mínimo, las prestaciones por desempleo, las becas y las ayudas a las capas sociales más necesitadas. Y además el retraso de la jubilación no es una medida que pretenda resolver nuestro problema de hoy. Seguro que habrá que plantear soluciones para dentro de varias décadas, pero ¿a qué viene hacerlo ahora? También me sorprendió mucho la forma de comunicarlo, la absoluta falta de convicción que mostraba la vicepresidenta Fernández de la Vega y la cara avergonzada del ministro Corbacho. Sorprendentemente el PP, que nos tiene acostumbrados a disparar misiles por cualquier cosa, no ha hecho sangre en este asunto. Después nos hemos enterado que el mercado financiero internacional, ese ente sin rostro y sin alma que nos presta el dinero, ha puesto sus condiciones y el retraso en la edad de jubilación ha sido una de ellas, y la reforma laboral, y la reducción del gasto público, y las que quieran imponer, porque para eso el dinero es suyo.

En estos días se han publicado unos sondeos sobre las elecciones que se celebrarán en mayo en Gran Bretaña y todos coinciden en que los laboristas pueden volver a ganar. La respuesta ha sido contundente, el mercado ha atacado a la libra esterlina, que deja de ser una divisa sólida, y la bolsa se ha derrumbado. Es cierto también que la economía británica está hecha unos zorros, en gran medida debido a la mala práctica de sus bancos, pero han hecho una señal de lo que puede pasar si los británicos eligen a los laboristas.

Grecia se ha convertido en un ejemplo de pésima gestión económica realizada por los gobiernos de derechas y ahora, que han ganado los socialistas, el mercado le ha impuesto unas condiciones durísimas que obligarán a los griegos a una penosa travesía del desierto. Ya puede Papandreu ir tirando a la basura su programa electoral y sus políticas sociales.

Esas son las reglas por las que se rige este sistema económico y siempre hemos sabido que al mercado no le gusta la gente, ni le preocupan sus problemas, sólo le importa el dinero que tiene en sus bolsillos. Le asusta la incertidumbre y huye de las apuestas que entrañan riesgo, por eso le gusta la estabilidad política y que se la garanticen gobiernos de la derecha, que son los que mejor lo entienden.

Cuando en septiembre de 2008 la ambición desmedida de sus dirigentes hundió Lehman Brothers, la mayor quiebra financiera de la historia, y sufrimos el maremoto que asoló la economía mundial, se oyeron algunas voces de importantes responsables políticos que defendían con ardor la idea de que había que aprovechar el momento e introducir medidas que controlaran el mercado para evitar que en el futuro sus abusos nos trajeran más problemas y, de esta manera, hacer más fuertes a las democracias, o lo que es lo mismo, el poder de los ciudadanos. Y con ese argumento los Estados acudieron al rescate del tambaleante mercado y toda la ciudadanía pagó, está pagando y pagará durante mucho tiempo el desmadre producido por su ambición. Pero ha pasado más de un año y ese ardor se ha difuminado, ya no se habla de reformarlo, ni de ejercer un mayor control democrático. Mientras tanto, el monstruo se está rehaciendo, se ha tragado miles de millones y ahí lo tenemos de nuevo imponiendo sus condiciones.

La única alternativa que ha existido y que se fraguó en el siglo pasado, la economía socialista planificada, se hundió dando origen a las mafias más poderosas del mundo. Los entendidos en estas cosas miran hacia China con mucha atención y algunos defienden que ya es una alternativa real. Sin embargo, el Partido Comunista Chino ha hecho la síntesis de lo peor de ambos sistemas: un régimen político socialista autoritario y sin libertades que aplica un modelo económico capitalista. No es esa la solución, porque, entre otras cosas, le gusta al mercado.

Es el momento de exigir un cambio profundo en el modelo económico, que los ciudadanos vean que la política es un instrumento eficaz para hacer ese cambio. Esa es la responsabilidad que hay que pedir a los gobernantes y no culparlos de aplicar unas u otras medidas que sólo son paliativos para problemas que ellos no han creado directamente, aunque su desidia los haya permitido.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Estimado Hermino:

Estoy totalmente de acuerdo con tus reflexiones sobre la economia; por que para ser un ignorante en economia, aciertas ha poner el dedo sobre la herida, esta crisis es fruto de los desmanes economicos y de las desmedidas ambiciones de unos pocos cientos de personas que pondrán durante al menos una decada en serias dificultades a Millones de seres humanos; las medidas que proponen de la crisis, para salir son volver a la situacion previa a este desastre. Lo dicho Hermino, estoy totalmente de acuerdo contigo, imagino que sera, por que soy como tu otro ignorante en ECONOMIA.

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